El Real Valladolid B volteó su partido contra la Gimnástica Segoviana y sumó tres puntos importantísimos por segunda jornada consecutiva

El fútbol es ese sitio frecuentado por muchos en el que corazón y caos confluyen más que en ningún lado. Terreno inhóspito a veces para las alegrías, sobre todo cuando uno ama un club pequeño, factura frustraciones a menudo a pagar por la madre de alguno, normalmente colegiado. Es un planeta habitado por gritos, reinado por uno sagrado, el de goooool que corona a aquel que lo profiere en primer lugar. Y cuando es tabú duele. Y cuando se recibe es puñalada.
El fútbol da cobijo tanto a estudiosos como a iletrados; iguala casi tanto como la muerte. En tanto en cuanto el pie no es una extremidad prensil, pero sí facilitadora del manejo del esférico, puede brotar de una fuente con tal destreza que se conciba como puro o manar a chorros sin ton ni son. Sucede, sin embargo, que es mágico y democrático.
Al fútbol le pertenecen los sueños, los que están por cumplir, los de un futuro próspero y aquellos que por la noche impiden dormir. El fútbol percute en el pecho y palpita; es la fe y es el pundonor, es espectáculo y es pasión, y no nos engañemos: la pasión es el motor que mueve el mundo.
Cielo y tierra estaban dispuestos a remover el Real Valladolid Promesas y la Gimnástica Segoviana para ganar un derbi a la fuerza emocional, después de que en la madrugada del viernes para el sábado falleciera en un fatal accidente el padre del visitante Dani Arribas. Con la cabeza alta pero con el corazón encogido sus compañeros pusieron empeño en buscar la victoria, que no habría sido bálsamo pero puede que sí placebo para un vestuario sentido, dolido por la desgracia.
Pero la urgencia apremia, por lo que no había lugar a agasajos, o no al menos en forma de tres puntos, por parte de un filial que abraza diciembre como al hijo retornado por Navidad después de sumar siete de los últimos nueve puntos. Los últimos tres, lo de este envite, después de aceptar que se fuera al terreno de las emociones, empujados por el transcurso de los hechos.
El dominio blanquivioleta fue la nota predominante de los primeros 35 minutos, en los que el cuadro de Miguel Rivera avisó la portería rival más de lo que la amenazó. El cuero era suyo y sus atacantes participaban tanto por dentro como por fuera a diferentes alturas, pero el bloque central de los segovianos, principalmente, impedía que las ocasiones se sucedieran.
En cambio, los visitantes tuvieron las más claras, sobre todo en el tramo restante previo al descanso y desde lejos. Dani Calleja empaló desde fuera y Tanis tuvo que desbaratar su gol, y un minuto más tarde Fernan golpeó fuerte al larguero un balón que se llevó el viento lejos de la mano del cancerbero. Pero lo peor vino con el tiempo casi cumplido, en saque de banda de Borja Plaza, que botó antes de que Asier Arranz, de modo intuitivo y medio de espaldas, rematase ante la pasividad de todos e hiciera el cero a uno.
No dio tiempo a que el tanto caldeara el ambiente porque fue el momento del caldo y en entretiempo. Pero como si en vestuarios se hubiesen tomado también un brebaje de esos que calientan el cuerpo, el segundo periodo empezó con un punto más de intensidad, y así, la Segoviana no tardó en quedarse con uno menos, por mor de una agresión de Borja Plaza.
Miguel Rivera introdujo a Alvarado por Velásquez, lo que llevó al hecho inaudito de ver a Miguel Marí de central. Fue el primer paso de los varios dados con dirección a la puerta visitante y el primer hecho extraño provocado por las permutas. El segundo fue que se vio circunstancialmente y en un par de ocasiones a Miguel replegar como un lateral, debido a que el filial pasó a cerrar con tres y el tudelano coincidió en el campo con Samanes, Luis Suárez, Mayoral y Becerra, estos tres, protagonistas en lo que quedaba.
‘Lucho’ puso el empate con algo más de un cuarto de hora por jugarse después de que Javi Pérez, la brújula de este Promesas, filtrara un buen pase entre líneas hacia la ruptura del colombiano, que se marchó de Pablo antes de embocar. El punta vio puerta por segunda jornada consecutiva y, como en la anterior, tuvo en sus botas algún gol más, bien suyo o bien de un compañero, aunque la fortuna y el acierto no le acompañaron como le habría gustado.
Las pulsaciones eran para entonces altas, como demostró al expulsión de Mayoral, que cayó en la provocación de un Dani Calleja con menos cuento que el del dicho pero el suficiente como para sacar de quicio al abulense. La igualdad numérica volvía sobre el terreno de juego, pero tardaría poco en desaparecer otra vez, lo justo para que Alberto Leira se encaminase a vestuarios antes de tiempo por la tercera roja directa del partido, tras una acción brusca sobre Mario Robles.
El encuentro caminaba por la estrecha línea que separa intensidad y dureza, pero el Real Valladolid B no se podía conceder un brote de locura que le llevara a no ganar. El balón era exclusivamente suyo, la ambición de sus jugadores era el de marcar un gol más y las características de ellos eran más bien ofensivas. Con el rival replegado, sabiéndose inferior en número y amenazado, muchos habrían tirado balones arriba por tirar; no el filial.

contra la Gimnástica Segoviana
Foto: Rosa M. Martín
Hubo centros al área, sí, pero no desnortados y desesperados, sino fruto de una idea de juego de amplitud y que generó superioridad en el costado izquierdo, en el que Cobo estuvo siempre activo y desde el cual Samanes puso un centro en el 91′ que cabeceó Becerra a la red. El gol trajo la locura, entonces sí; la algarabía, la carrera de Tanis hacia la piña en la banda, la pasión y el desenfreno, que se desbordaron con el pitido final.
En la pelea entre corazones, el del Promesas pudo más, quizá por suerte o quizá porque fue quien más creyó y fue capaz de alimentar su fútbol no solo de pasión, que la hubo y mucha, sino también de juego, si no bueno, por lo menos sí ambicioso. El querer se alió con el poder y permitió verle triunfador por segunda jornada consecutiva, lo que le acerca a cuatro puntos de la permanencia. Ya llueve menos; el corazón así lo quiso.
Real Valladolid Promesas: Tanis, Raúl (Becerra, m.69), Cobo, Mario, Velásquez (Alvarado, m.59) Marí, Mayoral, Javi Pérez, Miguel (Apa, m.79), Luis Suárez, Samanes.
Gimnastica Segoviana: Pablo, Borja Plaza, Alex Alonso, Javi Marcos, Anel, Manu, Asier Arranz, Fernan, Aytón, Dani Calleja, Quino.
Árbitro: Cambronero González (C.T. Manchego), auxiliado en las bandas por López Pérez y Gallego Sánchez. Amonestó a Miguel y a los visitantes Javi Marcos, Quino, Alex Alonso y Anel y David Mayoral, Borja Plaza y Alberto Leira fueron expulsados.
Goles: 0-1, m.45, Asier Arranz; 1-1, m.73, Luis Suárez; 2-1, m.94, Becerra
Categoría: Decimoctava jornada del grupo I de la Segunda División B. Encuentro disputado en los Campos Anexos al José Zorrilla.
