El Valladolid, tras una temporada genial con y el objetivo cumplido, se está dejando llevar en los últimos partidos, algo no muy agradable para la afición.

El Real Valladolid ha firmado un año inmejorable. Quizá se trate de una afirmación demasiado rotunda, pero la realidad es que el objetivo a comienzo de temporada era la salvación y esta se ha conseguido sin mayores problemas. Es más, se consiguió a tres jornadas del término del campeonato, algo que no sucedía desde hacía más de diez años. En ese sentido la campaña del Pucela podría calificarse sin duda de sobresaliente.
Pero el ser humano tiene una virtud por la que, por norma general, busca siempre la excelencia. El fútbol no es una excepción.
Sin esa actitud, esas ganas naturales de llegar más lejos, se hace complicado que un equipo alcance dicha excelencia. Y por desgracia para el Valladolid, con una temporada impoluta en cuanto al objetivo se refiere, esa conducta se ha perdido en los últimos partidos.
Es evidente que el equipo se ha ganado las vacaciones, pero también es lógico que la afición pida un mínimo de entrega a pesar de la falta de objetivos. Ver al Valladolid con un aire pasivo y casi de paseo sobre el césped, hace pensar que el equipo no aspira a ser mejor y, por tanto, a seguir demostrando esa buena reputación ganada durante el resto de la temporada.
Ante un Celta que se jugaba la vida era más complicado competir, es cierto, pero una cosa es que el equipo contrario le eche más testiculina y otra que jugadores como Ebert o Manucho decidan terminar la temporada antes de tiempo. Porque eso es lo que se pudo ver este domingo. Una plantilla sin ningún tipo de tensión y que demostró que lo que pase en el resto de la Liga le importa bastante poco.
Mención aparte merece la afición pucelana que, mediada la segunda parte del encuentro, coreó algo que parte de la ciudad llevaba deseando toda la semana. El cántico de “a Segunda” pudo escucharse con claridad en alusión al posible descenso del equipo celtiña, candidato a caer al infierno la semana que viene.
Si hay algo que debe primar en el fútbol es la deportividad y la caballerosidad, ya sea en la victoria y en la derrota. No vale la excusa de que la afición celeste provocó en Vigo la temporada pasada, no vale decir que ellos pactaron con el Córdoba y por tanto son el enemigo. El ojo por ojo no sirve en este caso.
En Málaga, a la vez que se disputaba el choque entre Valladolid y Celta, se vivió una situación parecida. Con el dos a cero en el marcador ante el Deportivo, se pudo escuchar el ya nombrado grito de guerra a un mínimo reducto de la afición malagueña. Enseguida fueron acallados por los silbidos del resto del público, toda una muestra de educación de la que en Valladolid se debería tomar nota. Porque si a la parroquia blanquivioleta se le acusa en algunas ocasiones de fría, démosles razones para que al menos digan que somos señoriales.

