El jugador osasunista Miguel Flaño anotó los tantos del encuentro que se dieron por válidos

En el minuto 72 del partido, Miguel Flaño anotaba un gol en propia puerta. En el 76′, volvía a marcar, pero esta vez en la portería contraria. Y empate a uno. Desde que Juanpe hiciera lo propio en la temporada 2011/12, ningún jugador había marcado los dos goles de un partido que terminara con empate a uno. Se la coló a dos porteros diferentes de dos equipos diferentes. Y si no queremos contar más, podemos hacerlo, pero, claro, también podemos seguir diciendo que, matemáticamente, podemos conseguir el ascenso directo.
Por decir, podemos llegar a argüir que el Real Valladolid no tuvo suerte en este partido; pese a generar menos que casi nunca y pese a que el remate de Nino en el 93′ entró de manera clara, con lo que el gol no era tan fantasma, pero por no ser, no fue ni gol.
Podemos también hablar sobre como Johan Mojica sufrió del ‘Efecto Dani Alves’ como lateral izquierdo. Este efecto hace que cuanto más se encierra el equipo contrario o más se repliega, ya que la defensa de Osasuna no se situó tan atrás como otras, el lateral (Alves, Mojica…) más arriba se posiciona, cerrando con ello los espacios que, en teoría tendría que atacar. Se sitúa en el espacio que debería cubrir por sorpresa, esporádicamente, no estableciendo allí el campo base.
Pero, sin duda, hay que hablar de Miguel Flaño y su flaco favor al Real Valladolid que después enmendaría. Porque sí, parecía que con su gol en propia puerta –gol, por cierto, churro y pírrico donde los haya– nos hacía un buen favor, pero en realidad, nos estaba perjudicando.
Me explico: haber ganado hoy a Osasuna hubiera seguido alimentando la creencia ciega, que no quería ver lo que el Real Valladolid viene desplegando, en el ascenso directo. Ese gol de Flaño en propia puerta estaba retrasando, al menos una jornada más, la concienciación que hay que tomar sobre dónde estamos, dónde podemos estar y contra quién tenemos que luchar. Menos mal que luego lo arregló marcando en favor de su equipo.
Clara ironía, tan clara como el gol de Nino. No nos vino nada mal ese gol en propia, y, obviamente, el segundo del encuentro nos hizo mucho daño. Porque el flaco favor nos lo hizo con el gol que metió con la cabeza, no con el pie. ¿O no era así? No sé, hasta antes del encuentro frente a Osasuna se decía que mientras hubiera esperanza –matemática– en el ascenso directo, deberíamos luchar por él. ¿Por qué ya no? Un empate en casa frente a un recién descendido tampoco es tan catastrófico, ¿no?
