El Real Valladolid pone fin en Mallorca a una temporada que cualquier aficionado blanquivioleta hubiera firmado con los ojos cerrados.

Bien está lo que bien acaba, suelen decir los resultadistas. Con mejores o peores partidos al final aparte, el objetivo principal del Real Valladolid se ha cumplido con creces. De esta manera el club se garantiza la supervivencia económica un año más, algo que no se trata de ninguna tontería diecisiete meses después de entrar en Ley Concursal.
La temporada que viene será otra historia, para bien o para mal, un año muy diferente comparado con el que acaba de terminar. Quién sabe si estará Manucho, Bueno, Jaime, Sereno, Omar o Ebert. El que no volverá seguro a sentarse en el banquillo será Djukic, probablemente el más importante de todos.
Concluida la temporada, hay que ser conscientes de lo vivido estos dos últimos ejercicios, saber valorarlo. Pese a lo que muchos pesimistas –o como se les llama por Valladolid, agoreros- hayan podido decir en los nueve meses de competición, se trata de un año mágico, que a pesar de los altibajos cualquier aficionado blanquivioleta hubiera querido para el equipo de sus amores.
No nos engañemos, lo lógico es que el año que viene sea mucho más peliagudo. Ojalá no lo fuera, pero hasta que el Real Valladolid consiga pasar las temporadas suficientes como para decir que está asentado en Primera, lo más probable es que toque sufrir un poco más que en esta ocasión. Quién sabe, quizá el Pucela se convierta a partir del próximo mes de septiembre en lo que ha sido el Rayo esta temporada, pero no se trata de lo más presumible.
En todo caso, hay que saber mantener el optimismo. El Valladolid se encuentra en una situación envidiable para otros muchos equipos. Piensen en el Tenerife, el Racing, el Xerez, clubes que hace apenas un par de años estaban en la élite y ahora están muy cerca de la desaparición. El Pucela está consiguiendo capear con bastante éxito los problemas económicos que a día de hoy atenazan a todos los equipos de fútbol de España.
Y no solo eso, sino que el club, con un estandarte como Djukic que por desgracia no volverá, ha conseguido torear dichos contratiempos haciendo disfrutar a la afición. Es fácil decirlo, pero mucho más difícil de lo que parece hacerlo realidad. ¿Se imaginan ser ahora un aficionado del Racing? ¿O uno del Xerez? La gestión desde los despachos del Valladolid ha tenido sus fallos, pero siempre se ha sabido salir adelante mientras la plantilla, el entrenador y el cuerpo técnico se han dedicado a cumplir con suficiencia en lo deportivo.
Por eso, cuando esta noche usted se vaya a dormir con la Liga ya concluida y cerrada hasta la temporada que viene, piense en lo bien que se están haciendo las cosas en el Real Valladolid, pero no olvide en ese momento que no tiene por qué ser tan bonito el año que viene. Piense también en lo grande que es ser aficionado del Pucela. Porque a fin de cuentas este feliz cuento que quizá tenga continuación el año que viene, se ha acabado.
