Sisi, que deja al Real Valladolid en primera tras cinco temporadas como blanquivioleta divididas en dos episodios, ha conseguido meterse a la afición en el bolsillo gracias a su gran capacidad de trabajo, su simpatía y su humildad.
En el mundo del fútbol existen muchos tipos de jugadores. Los hay brillantes pero que se quedan en el camino por que la fama les viene grande. Por supuesto, están los que sí triunfan e incluso ganan Mundiales. Incluso los discretos, aquellos que nunca despuntan y jamás serán recordados por nada, también tienen su hueco.
Están los que sin hacer ruido en los medios nacionales se terminan abriendo un hueco en el corazón de la afición por su forma de ser, su simpática personalidad tanto fuera como dentro del campo, su entrega y su garra a la hora de pelear sobre el césped y, por supuesto, por su buen rendimiento. Sisinio González, alias Sisi –o Sisiano para algunos-, es de los últimos.
Mucho tiempo ha transcurrido desde que Sisi fichara por el Real Valladolid en el año 2006. El menudo extremo no tenía ni idea de todo lo que esperaba por vivir en la ciudad del Pisuerga esa temporada 2006/07. Para empezar, el primer ascenso en su carrera, y no uno cualquiera. Dos años en el Hércules le habían servido para foguearse en esto del fútbol profesional, pero él quería más.
Pronto se hizo esa temporada con la confianza de Mendilibar para ocupar la banda derecha, en donde jugó 42 partidos entre Liga y Copa del Rey. Sólo era el principio. Desde el primer momento Sisi creó una sintonía, un sentimiento especial entre él y la afición de Zorrilla. Los primeros partidos desde las gradas del estadio los espectadores veían una pequeña hormiga atómica de apenas 1’70 que subía y bajaba la banda derecha a una velocidad endiablada.
Y el público fiel de Zorrilla podrá ser muchas cosas, pero si hay algo que destila en excelencia es agradecimiento. Basta que un jugador se deje la piel sobre el campo y demuestre tener aptitudes para ganarse pronto la confianza y apoyo del público. Tal y como hizo Sisi. Ese año el Real Valladolid volvió a primera batiendo todos los registros y el manchego tuvo mucha culpa de ello.
Tras otra campaña en la que también fue muy relevante para que el Pucela pudiera lograr la permanencia en la liga de las estrellas, decidió que era el momento de cambiar de aires. Un paso fugaz de un año por Huelva fue su destino antes de volver a Valladolid, en donde también dejó huella entre los aficionados blanquiazules que siempre han soñado con su regreso.
No es raro este pequeño detalle en Sisi, que siempre ha sido un valor seguro en todo vestuario en el que ha estado. Una simpatía, una amabilidad y una cercanía descomunales con sus compañeros de vestuario y con todos aquellos que le rodean hacen que no solo sea un aguerrido guerrero en el césped, sino también una gran persona con la que merece la pena relacionarse fuera de los campos de fútbol. Hoy día no hay aficionado del Real Valladolid que no idolatre a Sisi y le tenga en gran estima tras todos estos años, algo que no puede ser casualidad.
Por desgracia para Sisinio, el comienzo de la segunda etapa en Valladolid no fue tan brillante como la primera. Había vuelto a reunirse con grandes amigos como Pedro López, Álvaro Rubio o su mentor Mendilibar, pero esta vez el objetivo era no descender, al contrario que en su primer año en Valladolid. La suerte no estuvo de su lado. Poco pudo ayudar al equipo desde la enfermería, en donde pasó gran parte de la temporada viendo como poco a poco el Real Valladolid se hundía hasta volver a segunda.
Su corazón de oro le hizo quedarse en la que ya consideraba su casa. Comenzaba un nuevo año y el equipo seguía necesitando su diestra. En los tres últimos años Sisi ha tenido que acostumbrarse a algo que nunca había hecho en el Real Valladolid ni en las categorías inferiores de la Selección Española. Nauzet era una dura competencia en su puesto, pero ninguno de los entrenadores, desde Mendilibar hasta Miroslav Djukic, quisieron renunciar a verlos juntos en el campo.
De esta manera Sisi empezó a acostumbrarse a jugar por la izquierda. No le importaba mientras pudiera seguir dando guerra y ayudando al equipo. Su polivalencia no terminó ahí. Tras consumarse el chasco del play-off hace un año, llegó Djukic y, por desgracia para el pequeño manchego, se marcharon Barragán y su amigo del alma, ‘Pechito’ López.
El club no consiguió cubrir bien sus bajas en la banda derecha. Solo la ambivalencia de Balenziaga ha sacado al Almirante Djukic del apuro –y de qué manera- para toda la temporada. El problema llegaba cuando el vasco no estaba. Ahí aparecía Sisi, dando un paso adelante digno de los grandes profesionales, cubriendo una vez más un puesto que también le era desconocido hasta el momento.
Para los jugadores inexpertos, jugar fuera de su puesto es un incordio. Pero para los verdaderamente válidos, aquellos que se sacrifican por el grupo y no tienen miedo a las críticas ante la posibilidad de hacer una mala actuación, es un reto a cumplir. Sisinio no solo ha dado la talla de manera aceptable, sino que ha cumplido de manera brillante en todas las ocasiones en las que se le ha requerido más atrás de su puesto habitual.
Esta última temporada ha sido muy especial para Sisi. Una vez más, al igual que cuando cerró el primer tomo de su estancia en Valladolid, lo ha querido hacer de la mejor manera posible por el equipo y para la ciudad que tanto aprecio le ha cogido y a la que él tanto aprecia. No ha sido fácil. Problemas financieros del club, partidos perdidos que hicieron difícil el ascenso directo… Y su lesión.
La luxación en el hombro a la que lleva enfrentándose meses ha sido una tortura, una pelea constante. Como si de un defensa rival se tratase, Sisi regateó el quirófano una vez, dos veces, tres veces… Demasiadas, pero han valido la pena. Su carácter luchador no le hubiera permitido no dar todo por el Real Valladolid, pese a que lo fácil hubiera sido rendirse. Había tomado la decisión de dejar el club, sí, pero no quería salir por la puerta de atrás y sin aportar hasta el último respiro posible de sus pulmones.
Verle jugar la ida de la final del play-off ante el Alcorcón parecía casi una locura. Justo el mismo tipo de locura que es capaz de cometer alguien entregado a la causa y que es capaz incluso de poner en riesgo hasta su integridad física por los demás, por una ciudad que adora. Cumplido el objetivo, Sisi ahora no se puede sentir mejor. El Real Valladolid ha ascendido, se ha hecho feliz a mucha gente, pero él más que nadie se siente a gusto consigo mismo y con la decisión que decidió tomar.
Y ese ascenso, el segundo en su cuenta, supone por desgracia otra despedida con rumbo a Pamplona. Le espera otro destino, nuevas aventuras en las que demostrar lo grande que es por dentro pese a lo pequeño que es por fuera. Pero más que un adiós es un hasta pronto. Sisi ya es historia viva del Real Valladolid, algo que nunca se olvida. Y mientras exista el recuerdo, el cariño de la afición blanquivioleta también.
