Iguala desde los once metros una desventaja de dos goles frente al Lugo, pero no logra finiquitar la remontada, con un final lleno de emoción y polémica

Habría que empezar a plantearse si las reglas del fútbol deberían cambiar. O, al menos, abrir la posibilidad de añadir otras nuevas. Suena descabellado, pero qué bonito sería que en partidos atractivos, emocionantes –como este– y que acaben en igualada, se jugara una prórroga. No tanto para desempatar –que también– sino para seguir disfrutando de convites que ojalá no terminaran nunca.
Bajando ya a la tierra, no es que la temporada sea para criticar, no sería justo hacerlo, pero ya era hora de ver un partido que se hiciera corto. Si uno se pone a contar los encuentros en los que el grito “árbitro, la hora” era el más recurrido en Zorrilla, no acabaría nunca. Pero siempre hay una primera vez para todo y es que este domingo a la hora de la siesta, nadie quería despertarse de este maravilloso choque.
El Real Valladolid logró un punto ante el Lugo tras remontar (2-2). Es un punto valioso si se mira cómo varió el resultado a lo largo del encuentro, pero insuficiente si se analiza el fondo. Dos penaltis, dos goles anulados, una expulsión y una semi-remontada, y eso solo en noventa minutos.
Pero la locura no empezó realmente hasta la segunda mitad. Hasta entonces, el guión era muy claro. Un equipo, el Lugo, que dominaba con éxito en lo táctico, y otro, el Pucela, que mandaba en lo técnico, sin fortuna. Los gallegos se bastaron de dos llegadas para poner tierra de por medio en Zorrilla.
La primera, a los diez minutos, cuando Cristian Herrera aprovechaba la dejadez de los centrales del Real Valladolid para adelantar a su equipo tras un centro desde la derecha. Pasividad defensiva que contrastaba con el buen inicio de los blanquivioletas en ataque, donde reinó el contragolpe, pero el acierto brilló por su ausencia. Lo mejor, los detalles de un Toni Villa que sigue maravillando a la afición, pero al que nadie seguía el ritmo.
Sin mucho balón, los de Luis César pillaban a la contra a la defensa adelantada de los gallegos. Pero en los metros finales, perdonaron. Y quien perdona lo paga. Y la efectividad sí la mostró el Lugo. En otra jugada aislada, derivada de una pérdida de balón de Borja –que fue sustituido al descanso tras una primera mitad desastrosa–, llegó el penalti que acabó transformando el polaco innombrable, Fyddriszewski, para encarrilar el triunfo visitante.
A partir de ahí el Lugo cambió su plan. Pasó de presionar arriba a replegarse de forma leve en el 0-1, y más intensiva en el 0-2. Muy cómodo. Ganando la batalla táctica al Pucela, que no veía como perforar su defensa, sin fisuras. Pero el Lugo acabó pagando –a medias– su tacañería.
La ilusión de recortar distancias no se materializó hasta el minuto sesenta, también desde los once metros. Buena internada por la izquierda de Ángel –que fue el ‘ángel’, pero minutos antes también el diablo para la hinchada blanquivioleta–, que acabó en el suelo, zancadilleado. No había duda para pitar la pena máxima, que transformó Míchel. Media hora por delante para soñar.
La expulsión de Bernardo trajo la locura
Y si ya era poca la polémica, a falta de veinte minutos el Lugo se quedó con diez, en la decisión más dudosa del choque. Bernardo derribó a Mata cuando aún no había controlado el balón, y acabó expulsado, mostrando al Real Valladolid el camino para materializar la machada.
Eso sabía Luis César, que dio entrada a Gianniotas y después a Villalibre para inyectar en el partido la total esquizofrenia. Pero el efecto resultó contradictorio. Cuantos más delanteros puso sobre el tapete, menos peligro creó su equipo. A ellos dos apenas se les vio en los últimos instantes. Bien es verdad que el empuje era irreprochable, pero las ocasiones no se sucedían.
Lo que sí había eran tanganas, calambres en los jugadores lucenses y cabreos en los banquillos. En definitiva, un barullo que, eso sí, parecía gustarle al árbitrp. Tanto que decidió pitar el tercer penalti de la tarde, por si eran pocos. Y lo más curioso –y reconfortante – es que no erró en ninguno de ellos. ‘Mata-dor’ puso las tablas y cogió rápido el balón para rematar la gesta.
No pudo ser así, y el Real Valladolid solo sumó un punto en un duelo que mereció todo lo que le pasó. Mereció goles, fútbol, momentos de tensión y de relajación, y en el que se vio que los equipos lucharán por un puesto alto en la tabla. Uno con más fútbol y otro con más cabeza. Pero a nadie le extrañaría –ni le disgustaría– ver a estos dos conjuntos enfrentarse en primera. Y si es con este colegiado, mejor.
