Desde que desapareció la ‘Liga de veintidós’, el equipo blanquivioleta ha sumado catorce puntos en diez partidos dos veces, una de ellas en un año que terminó en descenso.
Catorce puntos de treinta posibles, casi la mitad de los disputados. Un tercio del objetivo logrado en un cuarto de campeonato. Pero al Real Valladolid aún le queda mucho por remar. Suena a perogrullo, es verdad, pero no por ser obvio ha de dejar de recordarse.
No conviene tampoco exagerar y hablar de que restan veintiocho finales. Tampoco es eso. Pero cada partido y cada punto cuentan. En cada encuentro ha de mantenerse la tensión suficiente como para, por lo menos, dar la cara. Aunque luego te la partan.
Miroslav Djukic es consciente de ello. Y también el entorno del club. Por eso, pese a los catorce puntos y la buena situación clasificatoria en que se encuentran los blanquivioletas, octavos, hay ligeras críticas con respecto al juego que despliega.
Dejando las dudas suscitadas en las últimas semanas, lo cierto es que el inicio resulta cuanto menos esperanzador, lo cual, sin embargo, no es indicativo de nada. Menos aún si uno tiene en cuenta que incluso el Real Valladolid bajó después de obtener unos registros semejantes a estas alturas de campaña en el curso 2003/04.
Si de poco sirvió el buen arranque del equipo dirigido por Fernando Vázquez, más graves son los casos del Real Zaragoza, que consumó su último descenso después de sumar diecisiete puntos en los primeros diez partidos y tan solo veinticinco en los veintiocho restantes.
Aquel Zaragoza hecho para luchar por los puestos altos de la clasificación bajó después de conocer a tres entrenadores y por tan solo un punto, misma distancia con respecto a la zona de salvación con la que se dio la caída pucelana en 2004.
Por si esto fuera poco, desde que desapareció la ‘Liga de los veintidós’, ha habido un caso aún más sangrante, el del Levante, que cayó a los infiernos en la temporada 2004/05 después de ser tercero tras la disputa de diez partidos, con diecinueve puntos. Frente a ese buen inicio, en casi el triple de encuentros, entre Schuster y Oltra no fueron capaces de sumar más que otros dieciocho.
La otra ocasión en la que el Pucela sumó catorce sobre treinta desde la vuelta al actual formato, en la 2002/03, se salvó de manera un tanto holgada, pues finalizó en la decimotercera plaza con cuarenta y seis puntos, diez por encima del Recreativo de Huelva, primero de los caídos.
Un comienzo como el del Real Valladolid en la presente temporada no garantiza el éxito, aunque no cabe duda que ayuda a lograrlo. Los antes citados no son los únicos ejemplos de equipos que en las quince últimas temporadas han descendido después de sumar catorce o más puntos a estas alturas del curso.
El siempre adorado y añorado Real Oviedo echó por tierra un buen inicio en hasta dos ocasiones, en la 1997/98 y en la 2000/01, curso en que solo tocó los puestos de descenso para desaparecer del mapa hasta hoy. Peor había sido lo del Real Betis el año anterior, sin embargo, pues cayó después de hacer dieciséis sobre treinta.
En un escalón inferior, pero con unos números semejantes, se encuentran el Atlético de Madrid (1999/00), el Cádiz Club de Fútbol (2005/06), el Real Club Celta (2006/07) y el Real Murcia (2007/08), que descendieron después de sumar trece puntos en las diez primeras jornadas ligueras.
Empezar mal no siempre es sinónimo de fracaso
En el lado opuesto a estos datos se encuentran los inicios pobres como el de Osasuna, último rival al que doblegó el Real Valladolid. Con apenas cinco puntos, el conjunto que dirige José Luis Mendilibar cierra la tabla y ve oscuros nubarrones cernirse sobre Pamplona. Las estadísticas, sin embargo, invitan a ver un claro.
Conviene destacar que hasta las cuatro últimas temporadas no era habitual ver a demasiados equipos ser incapaces de sumar más de cinco puntos sobre treinta. Y lo cierto es que, hasta esos últimos cuatro cursos, los pocos que lo hacían (excepción hecha del Salamanca en la 1997/98), caían a Segunda, habitualmente con estrépito.
En los últimos tiempos, en cambio, siempre hay algún equipo que empieza mal y termina salvándose, siquiera por los pelos. Son los casos del Granada de Abel Resino y del primer Osasuna de Camacho, los dos últimos que se han salvado tras un inicio como el del exentrenador blanquivioleta junto al Málaga del inicio de los petrodólares y al Espanyol de la temporada 2007/08.
No por ser públicos estos datos llueve menos junto a El Sadar, claro. Son rara avis; equipos que parecen condenados a morir, y que resurgen y se salvan para habitualmente dejar con cara de póker a un tercero en discordia que no creía estar invitado al sepelio.
No es un motivo para el optimismo, ni mucho menos, el que haya conjuntos que terminan siéndolo más allá del primer cuarto de competición. De hecho, es lo habitual, que alguno de los tres equipos que ocupan los puestos de descenso llegada la décima jornada termine por salvarse, con más o menos apuros.
Por el contrario, otros que parecen hechos, terminan descompuestos y descendiendo aun cuando en la misma temporada disputaron competición europea o tenían grandes aspiraciones, caso del Villarreal el pasado año o Celta, Zaragoza y Betis en un pasado ya más lejano.
Ni empezar mal implica descender, en definitiva, ni hacerlo bien salvarse. Pero lo segundo ayuda, qué duda cabe. Conviene no ser cigarra, sino hormiga, e ir guardando en el granero el mayor número de puntos, por lo que pueda pasar en el invierno que en el fútbol es más bien primavera. En esa primavera en la que, para estar tranquilos, lo mejor es sumar -como mínimo- cuarenta y dos. El Real Valladolid, de momento, va por el buen camino.
