De vez en cuando, el Pucela se encoge en ataque y no encuentra la luz necesaria para plasmar su superioridad
Hay poco trayecto entre la Biblioteca de San Nicolás y la Plaza Fabio Nelli. Gran parte de ese corto camino transcurre por la estrecha Calle Expósitos, sobre la que se levantan edificios de cuatro plantas que bailan entre lo añejo y lo moderno. Con unos cinco metros de ancho, el verano no golpea de lleno dicha zona y el invierno apenas sacude sus gélidos temblores. A veces, paseando, echas de menos algo más de luz, un poco de color. Cuando cae la noche y las nubes bajan, la Calla Expósitos recuerda a ‘Silent Hill’, haciendo que te sientas como Harry Mason durante unos segundos.

En ocasiones, el Pucela dibuja un juego tibio, carente de imaginación, como si el guionista de ‘The House of Lies’ se hubiera apoderado de la escena. No es un mal fútbol, pero tampoco bueno. Un término medio que acaba en gris. En un gris otoñal como el de la Calle Expósitos. Lo vimos un rato ante Lugo, Ponfe y Betis, y mucho contra el Mirandés.
Cuando el Real Valladolid se atasca, Óscar parece torpe con el balón en los pies y hasta Mojica se muestra lento. Rubi probó con Jeffren como delantero, pero acabó bajando demasiados metros a recibir, dejando el área rival desnuda. En la segunda mitad, los cambios ayudaron a mejorar la imagen, aunque buena culpa de ello la tuvo el bajón físico del Mirandés. El 0-0 resultó justo, más incluso que la victoria de Ismael Beiro en la primera edición de GH. La única potable, dicho sea de paso.
El problema es la sensación que, de vez en cuando, ofrece el Valladolid. Una interrupción provocada por el propio equipo blanquivioleta. Y es doloroso, ya que la marcha del Pucela es buena, con un proyecto ambicioso, un cuerpo técnico lleno de virtudes y una plantilla que parece comprometida con la causa. Como Artur Mas lo está con su verbena independentista.
El punto positivo está en lo difícil que es ver al conjunto blanquivioleta encadenando grises. Puede ofrecer una mala tarde, pero no dos seguidas. Lo mismo que le pasaba a Leo Messi hasta que empezó a pensar en el Mundial 2014 allá por la primavera de 2013. Para hacer bueno este párrafo, el Valladolid tendrá que desatascarse en Sabadell, saliendo de la Calle Expósitos y demostrando que en su otoño sí hay luz y su fútbol no se estrecha.
Queda una recta final de año complicada, con encuentros ante rivales de altura (Las Palmas visita Zorrilla el veintitrés de noviembre sin ir más lejos) y la aparición de la Copa del Rey, que nunca sabes si es una buena noticia o se trata de la primera vez de una pareja. Sea como fuere, que 2014 no termine como empezó.
