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Entre Líneas: Juan Villar, Alberto y la eficacia

por Leandro Sanchez de Medina
20 de diciembre de 2015

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El Real Valladolid abogó por la paciencia con balón para aplacar al Tenerife de Martí, cuya aureola de confianza casi propina un susto a los locales antes de Juan Villar

 

Alberto cometió penalti sobre Rodri
Alberto cometió penalti sobre Rodri

El Real Valladolid goleó. Encadenó dos triunfos seguidos por primera vez en la campaña. Dispuso de fases en las que fue mejor, tanto en el primer tiempo como en los últimos 20’ de choque. En términos globales fue merecedor del triunfo. Pero la abultada diferencia de goles no responde a lo visto, realmente, sobre el terreno de juego.

El Tenerife, a lomos de una muy buena dinámica de resultados, entendió como había que jugar al Real Valladolid en su casa: con una defensa cerrada, acumulación de jugadores por dentro y salida rápida a los costados. Por eso, el central Alberto formó como líbero en una defensa de cinco cuando los blanquiazules buscaban sacar la pelota, y de cabecero del área en repliegue defensivo estático.

Con esta disposición intentaron apagar las vías de juego asociativo pucelano, con Óscar como mediapunta fijo, Alfaro como interior que aparece en carriles centrales y Álvaro Rubio como organizador encargado de transformar un pase en una ventaja para el receptor.

Desde el principio se percibió con claridad el guion que cada equipo quería desempeñar. El Real Valladolid controlaba el juego en la parcela rival, trazando pases con orden aunque condicionados por una tendencia acusada al ‘centralismo’: en varias ocasiones, la maniobra asociativa debía rehacerse pasando, de nuevo, por el vértice de equilibrio encarnado en Rubio o en Leão, del que partía.

El equipo de Martí, por el contrario, ejecutaba la transición defensa-ataque con velocidad y querencia a la banda. Alberto no sólo figuraba como el primer pasador en ataque, sino también como el encargado de acelerar el juego con envíos largos a los costados. En estos, Omar y, en especial, Suso, asumían la responsabilidad del desequilibrio. El ‘10’ canario fue quien mejor desarrolló esta función, merced a sus movimientos fuera-dentro.

Si algo hizo bien el Valladolid para no volver a cruzarse con reminiscencias de partidos pasados en casa fue mantener la calma ante otra defensa bien organizada.  

La mantuvo y, en esta ocasión, le sirvió para llegar al área de Dani Hernández y provocar un penalti valioso para los blanquivioletas. Primero, por la obvia ventaja numérica de jugar con una figura más. Segundo, y casi más importante, porque el expulsado fue Alberto quien, con Suso, estaba siendo el integrante tinerfeño más destacado.

Apenas tres minutos después del gol desde los once metros, un fabuloso pase de Leão rebañó dos líneas de un soplo y amplificó los suspiros de tranquilidad tras el primer gol de Villar. Una calma, no en vano, que se advirtió traslúcida y agujereada. El Valladolid sufrió relajación y vio cómo Lozano, insistente en ganar la espalda a su marcaje, acortaba distancias antes del descanso e insertaba un poso de aviso en los blanquivioletas.

 

Villar ante la insurgencia

Villar fue el mejor blanquivioleta
Villar fue el mejor blanquivioleta

Sabía el Tenerife que si explotaba en los primeros minutos del segundo tiempo la energía que aún conservaba podría destapar los nervios del Real Valladolid. Aun con un futbolista menos, resistió con las líneas juntas, matizadas por la asunción de un grado más de responsabilidad defensiva de sus extremos.

El Pucela continuó, insistente, en su plan: toca que toca, sube y prueba, estira y junta, y busca el área, que algo cazas. El plano negativo, eso sí, apuntaba a la defensa: Hermoso se encontró muy incómodo con Suso y con Omar y, en la transición defensiva, en líneas generales, sufrió la línea a las espaldas. El ‘Choco’ Lozano persistió tanto en estas maniobras como tocando y yéndose. Y Suso aceleraba los tiempos cuando conducía la pelota.

La premisa se hallaba en robar a un Valladolid adelantado para dañarle a su espalda. Tras dos ocasiones clarísimas del Tenerife, Villar, entonces, se levantó ante la insurgencia. El gol facilitó la reconquista del control pucelano. Portugal, más sereno por la renta obtenida, buscó la aceleración del juego definitiva con la entrada de Guzmán por Alfaro y una ovación para Rubio, sustituido por Tiba.

El cuarto gol, del pacense, sonó como un bramido de reivindicación sistemática. La que quiere contraer, colectivamente, el Real Valladolid. La semanal reivindicación de que puede regresar a las aspiraciones de origen, todavía latentes.

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