La próxima vez que vayas al supermercado a comprar carne picada, tienes que estar atento, ya aunque de primeras pueda parecer que está perfecta, lo cierto es que al llegar a casa te puedes encontrar alguna que otra sorpresa, y no será nada agradable. Y no tiene que ver con el color o la textura que tiene, sino que muchas veces la calidad de este producto no se mide por lo que ves, sino por lo que no se nota a simple vista, algo en lo que los propios expertos chinchen, y es que para evitar decepciones al cocinar, hay señales que puedes detectar incluso antes de que pases por caja y abras tu monedero.
Uno de los errores más comunes es dejarse guiar únicamente por el rojo intenso del producto, ya que muchos consumidores asocian un color brillante con frescura, aunque la realidad es que algunas bandejas parecen recién hechas gracias a gases protectores que enmascaran su verdadera antigüedad, punto por el que para reconocer la carne picada de calidad, se requiere ir más allá de lo superficial y conocer lo que realmente hace que un producto sea seguro y sea adecuado para el consumo de las personas.
Cómo podemos saber si la carne picada que compramos es de buena calidad (o no)
David Herráiz, un carnicero que tiene a sus espaldas décadas de experiencia, explica que la prueba de fuego está al llegar a casa, y es que la carne picada de baja calidad suele encogerse y soltar una cantidad excesiva de agua al contacto con la sartén, fenómeno que se debe a los aditivos que retienen humedad para aumentar peso y abaratar costes, algo que desde luego no ocurre con una carne picada que sea de primera. La buena carne se cocina liberando su propia grasa, creando aroma y sabor auténtico, y nunca “hierve” en el líquido grisáceo que hace que se quede con una textura rara.
El color también es un indicador útil, pero no de la forma que muchos piensan, ya que es cierto que una carne picada recién hecha puede presentar tonos más apagados, granates o incluso morados, que se tornan rojos al contacto con el aire; mientras que un color uniforme y excesivamente brillante, por el contrario, puede ser señal de un producto tratado con gases que prolongan la apariencia de frescura, pero no la calidad real.
Además de esto, no debemos olvidarnos leer la etiqueta, ya que en esta podremos ver que, si en lugar de “carne picada” nos encontramos con el término de “preparado de carne”, mucho cuidado, ya que esta denominación permite incluir cereales, fibras, sulfitos u otros aditivos. Y es que la verdadera carne picada solo contiene músculo y un pequeño porcentaje de sal, cumpliendo con la normativa y garantizando que estás comprando exactamente lo que indica el nombre.
Lo más importante es tener un carnicero de confianza
Un buen carnicero no solo vende productos como la carne picada, sino que también nos asesora sobre el mejor corte, la proporción de grasa y el uso ideal para cada receta, ademas de que estaremos viendo cómo pican la carne frente a tus ojos, lo cual nos asegura que estamos comprando un producto fresco, algo imposible de comprobar en bandejas envasadas.
Estos principios se aplican también a otros cortes, tales como un filete, un chuletón o unas costillas, las cuales requieren observar la infiltración de grasa y la firmeza de la pieza para anticipar sabor y jugosidad. Y es que la carne picada es solo el punto de partida para aprender a comprar carne con criterio, evitando pagar más por menos.
