Fede Barba conoce las dos posiciones del costado izquierdo de la zaga, aunque ha desarrollado su carrera preferiblemente como central

Con mucho verano aún por delante, el Real Valladolid ha conseguido ir un paso por delante de posibles imprevistos que pueda provocar la actividad del mercado completando la cesión de Fede Barba, defensa italiano que en las dos últimas ventanas veraniegas movió casi cinco millones de euros. A los 1.750.000 euros que pagó el Real Sporting al Empoli hace dos cursos hay que sumar los tres millones que desembolsó el Chievo para repatriarlo. Después de su descenso a la Serie B, a pesar de aquella cantidad pagada, se ha convertido en una oportunidad de mercado que eleva el nivel de la zaga y se cubre ante cualquier posible eventualidad.
Lo es porque seguramente de no ser por el descenso de su club no habría sido posible sacarlo cedido. Después de la importancia de su fichaje desde el punto de vista económico y habida cuenta de que jugó treinta partidos la campaña pasada, resulta difícil pensar en un préstamo de otra manera.
La opción de compra que se ha incluido no es baladí para nadie: el Chievo recuperaría la inversión y el Real Valladolid conseguiría el pase definitivo –obligado por contrato o por decisión propia– de un zaguero de un perfil difícil de hallar, ya que puede actuar en cualquier posición del sector izquierdo, algo siempre demandado.
Es zurdo y polivalente, puesto que ha actuado como lateral la pasada temporada en más de una ocasión, ocupa preeminentemente el puesto de central, con el que más gente podrá identificarlo en el fútbol español; no en vano, ahí es donde jugaba en el Sporting. Aunque su rendimiento fue de más a menos, provocado quizás por los problemas de adaptación de su familia que motivaron su vuelta a Italia, formó una pareja solvente de centrales junto al exblanquivioleta Álex Pérez, primero a las órdenes de Paco Herrera y más tarde a las de Rubén Baraja.
Aquel Barba de aquellas dos torres dejó un buen recuerdo en la que fue su segunda experiencia fuera de su país, después de una primera fallida en el Stuttgart, donde recaló en el invierno de 2016 y disputó solo dos encuentros, en parte, por mor de una lesión. En realidad, en el Molinón fue donde comenzó a jugar con mayor asiduidad, alcanzando los 41 partidos gracias a la suma de los ligueros, del play-off contra el Real Valladolid y de una aparición en Copa del Rey. En el Chievo Verona la temporada pasada fueron treinta, contabilizando en ellos las dos primeras expulsiones de su carrera.
Exuberancia física, anticipación y marca
Los 188 centímetros de Fede Barba no deben llevar a engaño: su corpulencia, por lo menos en lo que se ha podido ver de él en la élite hasta ahora, no implica tosquedad, puesto que su exuberancia física va más allá de su envergadura. Sin duda alguna, la hace valer en el juego aéreo, en el que se muestra firme, pero es más gracias a su velocidad, que, unida a sus otros rasgos, le permite ser agresivo en la anticipación y pegajoso en la marca también con metros a sus espaldas, condiciones que no son baladí para un equipo en el que los centrales se proyectan tan lejos de su portería durante la posesión del esférico.
Aunque frecuentemente en Primera División al Real Valladolid se le han adivinado fuera de casa otras actitudes, en Zorrilla más que a domicilio ha querido ser protagonista con balón, y serlo implica tirar la línea lejos y que los defensas tengan capacidad para correr hacia atrás. Fernando Calero, precisamente central izquierdo, es quien más ha brillado en este aspecto, y en otro que también habrá sido tenido en cuenta, y es que el lateral zurdo es –al menos hasta ahora– quien más se proyecta. De esta proyección surge la necesidad de que el central sea capaz no solo de achicar espacios hacia adelante, sino también de cubrir el costado en caso de pérdida y transición, y a eso Barba sabe jugar; contiene la acometida con campo abierto y cierra a su par hacia afuera.
Estas características permitieron que en el Chievo Verona el último curso haya actuado bien central zurdo junto a otros dos y como lateral izquierdo en una defensa de cuatro. Fue el tercer futbolista más utilizado por los tres entrenadores que pasaron por la entidad, que no fueron capaces de llevar al equipo a la salvación. El ya jugador del Real Valladolid, sin embargo, fue una de las escasas notas positivas, confirmando el acierto en el fichaje de un jugador que con balón debe demostrar en un contexto competitivo y de mayor exigencia su capacidad, aunque versado en el cambio de orientación.
Con todo, eleva la competitividad en la posición de central después de un año en el que Sergio González no tuvo problemas con ello a pesar de disponer solo de tres centrales (más Salisu). Si su versión se acerca a la que mostró en el Sporting de Gijón no será discordante con los otros tres. Si con el avance del verano termina sucediendo lo indeseado –la venta de Calero–, la posición parecerá cubierta incluso aunque no llegue otro futbolista, más aún contando con los efectivos del Promesas. Y si del lateral izquierdo se habla, será, sin duda, una opción más de contención diferente a Nacho y a Moi, más de ida y vuelta.
