Desde su debut con el primer equipo del Real Zaragoza en 2020, Francho Serrano no ha dejado de sumar minutos y galones. A sus 23 años, ya supera con holgura los 160 partidos oficiales, un dato que refleja confianza y regularidad en un jugador de la casa que sigue apostando por su club, por su gente y por su ciudad.
No es sencillo que un futbolista formado en la Ciudad Deportiva dé un salto tan firme en un contexto tan exigente como la Segunda División, pero el zaragozano lo ha hecho a base de trabajo silencioso y carácter competitivo. Con él en el campo, el equipo gana equilibrio y la afición reconoce en su figura a uno de los suyos.
Francho Serrano en las distancias cortas
En lo futbolístico, Francho es un centrocampista completo. No se le puede encasillar como un mediapunta creativo ni como un pivote exclusivamente defensivo. Su virtud está en la versatilidad: puede recuperar balones, ocupar líneas de pase y, al mismo tiempo, ofrecer una salida clara desde atrás. Su primer toque y su lectura táctica lo convierten en el engranaje que mantiene unidas las piezas del Zaragoza, aportando fiabilidad en una liga donde cada detalle marca la diferencia.
Francho se entiende con naturalidad con los mediocentros más posicionales, ya que su recorrido le permite liberar al compañero encargado de sostener la base del juego. También puede acompañar a perfiles más creativos, equilibrando sus movimientos y cubriendo zonas que otros no pueden atender. Esa versatilidad amplía las opciones del entrenador y permite ajustar el esquema sin renunciar a solidez. No, no es el futbolista que da la última pincelada, pero sí aquel que prepara el lienzo para que la jugada cobre sentido.

La Segunda División exige rigor y constancia, y Francho Serrano se ha adaptado perfectamente a ese escenario. No suele acaparar titulares por goles o acciones espectaculares, pero su influencia es evidente en lo que no se ve: la presión que corta un avance rival, el pase seguro que evita una pérdida en campo propio o el desmarque que libera a un compañero. Esa suma de pequeñas acciones lo ha convertido en uno de los futbolistas más fiables del equipo.
En un fútbol marcado por la inmediatez, los highlights y las cifras mareantes, las salidas rápidas hacia otros clubes están a la orden del día. Pero Francho Serrano decidió quedarse. Rechazó opciones fuera de La Romareda porque entendió que su sitio estaba en el Zaragoza, siendo parte de un proyecto que quiere crecer con él como referente. Ese gesto refuerza el vínculo con una afición que valora especialmente a los jugadores que sienten el escudo.
La polivalencia es otra de sus virtudes. Puede acompañar a un mediocentro más posicional para liberar espacios o complementar a un perfil creativo cubriendo los huecos que deja en defensa. Su capacidad de lectura y esfuerzo le permiten adaptarse a lo que pida el entrenador, dando flexibilidad táctica en un equipo que necesita soluciones para escenarios distintos cada semana. Francho no suele aparecer en las portadas, pero es el futbolista que hace posible que los demás brillen.

En el vestuario ejerce de líder silencioso. No es un jugador que destaque por grandes discursos, pero sí transmite seguridad a través de su comportamiento dentro y fuera del campo. Esa calma, unida a su compromiso, sirve de ejemplo para los más jóvenes y de apoyo para los que llegan desde fuera. En una plantilla en constante renovación, tener a alguien que representa continuidad y estabilidad es un valor incalculable.
Hoy, Francho Serrano es mucho más que un mediocentro del Real Zaragoza. El canterano es un símbolo de pertenencia y un ejemplo de profesionalidad que da forma a las aspiraciones de un club que quiere volver a ocupar el lugar que su historia reclama. El futuro del equipo pasa por reforzar piezas en varias líneas, pero contar con un futbolista que une talento, regularidad e identidad supone una certeza en medio de la incertidumbre de cada temporada.
 
			