Difícil, pero no imposible. El Real Valladolid tiene el domingo uno de los partidos más importantes de los últimos años. La semana se está haciendo eterna para los aficionados blanquivioletas que, con el paso de los días, han ido pasando por diferentes fases.
Tras encajar el cuarto gol en el Villamarín, el bajón fue de escándalo. El Pucela tuvo en sus manos media salvación, pero la terminó tirando por la borda. Muchos abandonaron el barco después del pitido inicial.
“Estamos en Segunda” era el comentario más pronunciado por la parroquia vallisoletana. La noche del domingo fue una de las más duras para ellos. Pocos consiguieron dormir del tirón. La imagen del tanto de Juanfran no dejaba de reproducirse una y otra vez en sus cabezas.
La jornada siguiente no tenía mejor pinta. Hundidos, abatidos, derrotados y con los ánimos por los suelos, afrontaban un lunes negro. Servidor tuvo que hacer el ‘Blanco y Violeta’ más duro de la temporada. Parecía que nada iba a devolver la ilusión, pero San Pedro Regalado festejó su día sembrando optimismo en los aficionados.
El martes la cosa empezó a cambiar. Se pasó del negro al gris, pese a ser oscuro también. Las cuentas seguían siendo las mismas, pero los ánimos iban creciendo. La afición del Rayo Vallecano comenzó a mover un mensaje por WhatsApp para inyectar garra a los vallecanos en su choque frente al Getafe. El Real Valladolid depende, en una de las combinaciones, de que los azulones sean derrotados por el otro equipo madrileño.
La venganza es un plato que se sirve frío. Los franjirrojos no olvidan lo que sus vecinos les hicieron hace varias temporadas. Y, aquí, en Valladolid, contentos estamos de ello. El Pucela podría salir beneficiado de esa disputa. La ilusión en la afición blanquivioleta volvía a brotar. El #creemos comenzaba a ganar fuerza entre los albivioleta.
Esa inyección de moral ha ido progresando con el paso de los días hasta este viernes. La venta de entradas por parte del club ha sido un éxito. En la tarde del jueves se colgó el cartel de ‘no hay billetes’. La ciudad no fallará al equipo en la final de las finales. Ni los 12.000 de siempre, que se dejarán la garganta para ayudar al equipo a salir del coma.
Incluso, el Real Valladolid ha querido ir un poco más allá y ha convocado a sus seguidores para que lleven en volandas al equipo desde unas horas antes del encuentro. Enlazar el partido del Promesas con el de Primera es otro de los objetivos. El filial también necesita que las gradas estén llenas en la ida del play off de ascenso a Segunda División B.
Volviendo a los mayores, estos le deben la permanencia a la afición, sobre todo a los que se desplazaron hasta Sevilla. El Pucela sigue vivo y, mientras haya vida, hay esperanza. Ahora, el primer –y fundamental– paso del #creemos es ganar al Granada. Después toca esperar a saber lo que suceda en Vallecas y en El Sadar. La tarde del domingo será la de los transistores. Ojos y voz en Zorrilla y oídos en Madrid y Pamplona. Y, por su puesto, sentimiento blanquivioleta de todos los amantes del Pucela, independientemente de dónde se encuentren.
Seguramente que el domingo sea el día en el que el negativismo no exista en el vocabulario del Real Valladolid. Esa palabra será borrada durante unas horas para dar lugar a la última fase. Solo se pensará en Primera División, en la victoria frente al Granada y en el efecto que las velas y/o rezos tengan para que las combinaciones sean favorables a los de Juan Ignacio Martínez.
Porque ese partido lo jugaremos todos: club y ciudad. Valladolid se tiene que volcar ahora más que nunca con el equipo. Además de en lo futbolístico, la economía capital castellano-leonesa se resentiría si el equipo desciendera de categoría. De ese encuentro dependen muchas cosas, más de las que muchos se pueden llegar a imaginar. Por ello, ahora más que nunca: #creemos.
			