El empate del Real Valladolid ante el Mirandés no solo dejó esa amarga sensación de que el equipo mereció más en esos minutos finales, sino también el nombre propio de un futbolista que se ganó el respeto del estadio. Iván Garriel, más conocido como Garri, nació en Íscar en el año 2005. Desde entonces, como reconoció nervioso en sala de prensa, el joven lateral vallisoletano ha soñado con ocupar la banda zurda del José Zorrilla. Ante el equipo burgalés debutó como titular en el primer equipo y firmó una actuación que dejó huella.
En una tarde gris, en la que el equipo fue de menos a más, su irrupción fue una de las mejores noticias en cuanto a solvencia, carácter y capacidad para sostener abajo y morder arriba. El canterano no solo respondió al reto, sino que aportó una dosis de energía, personalidad y equilibrio que hacía falta en esa zona del campo donde Biuk ha ido apagándose y donde Guille Bueno parecía haber perdido fuerza. En un puesto hasta ahora dominado por el recién llegado, el canterano pucelano ha abierto la puerta a una competencia real y saludable entre dos laterales muy jóvenes.
Proyección ofensiva y rigor táctico
El contexto era exigente. El Valladolid necesitaba reencontrarse con su versión dominante tras el tropiezo anterior y debía hacerlo ante un Mirandés incómodo, sólido y bien ordenado. En ese escenario, Almada apostó por Garri desde el inicio, en lugar de mantener su defensa habitual. Era un movimiento llamativo, con mensaje. Una decisión de dar oportunidad a la cantera, oxigenar al equipo y premiar la constancia en la que el joven respondió con madurez impropia de su edad, combinando despliegue físico, criterio con balón y una serenidad que transmitió confianza a todo el bloque.
Desde el primer minuto, Garri mostró que no estaba en el campo solo para cumplir la papeleta y buscó constantemente el balón, ofreció líneas de pase limpias y fue valiente en profundidad. Con el partido todavía en su fase más trabada, encontró espacios por fuera para avanzar y proyectar centros con peligro que no llegaron a encontrarse con destinatario.

De hecho, de sus botas salió la mejor ocasión, a la que Peter no llegó por muy poco. Su entendimiento del ataque en ese costado izquierdo fue una de las claves del crecimiento ofensivo del Real Valladolid en esa primera mitad. Desde esa banda se logró, brevemente, estirar al Mirandés, obligar a sus mediocentros a bascular y dejar huecos que el equipo pucelano intentó aprovechar sin suerte.
Lo más destacado, sin embargo, fue su capacidad de aportar equilibrio. Es un jugador, sobre todo, enfocado al ataque, pero no perdió el rigor defensivo ni en los momentos en que el equipo se volcó sobre el área rival. Garri mantuvo y cuidó su posición, temporizando bien en las coberturas y mostrando una gran lectura de partido que llamó la atención por su precisión y entendimiento. En cada duelo, midió con inteligencia y no fue temerario, midiendo bien cualquier riesgo para complicar la vida a los suyos. Esa mesura, unida a su capacidad física, le permitió contener los intentos de ruptura del Mirandés y recuperar varios balones clave en repliegue.
Competencia en la izquierda y un futuro que promete
En la segunda parte, cuando el equipo dio un paso al frente, su influencia creció de manera notoria, a pesar de que el juego se centró, sobre todo, en ese desafío constante de Chuki, Alejo y Ponceau en el perfil diestro. Como lateral zurdo, casi más carrilero, se proyectó con frecuencia, pisó campo rival y se animó a conectar con los centrocampistas interiores para generar ventajas. En una de esas incorporaciones, sirvió un balón raso al área que estuvo cerca de convertirse en una buena ocasión de gol que se malogró por poco. Sin ser un jugador de grandes alardes, transmitió peligro constante y su presencia obligó al Mirandés a reforzar la vigilancia en su zona.
Su rendimiento individual fue notorio y la actuación de Garri tiene un peso enorme. En un equipo donde Guille Bueno parecía inamovible en el lateral izquierdo, su debut como titular reabre la competencia en una posición que el cuerpo técnico considera clave. Su rendimiento no solo pone en aprietos al titular habitual, sino que aporta al grupo una alternativa más versátil que puede hacer encender ese perfil. Su estilo combina fuerza defensiva, capacidad de conducción y criterio en la salida, características poco habituales en un jugador tan joven.

La competencia con Guille Bueno está servida, y eso, lejos de ser un problema, es una magnífica noticia para Almada y los suyos. Tener dos opciones solventes en la misma banda multiplica las posibilidades del equipo y fomenta la exigencia interna, así como poder poner en problemas a los rivales para saber quién puede entrar a generar peligro. Garri no vino a ocupar un hueco, sino a ofrecer una alternativa real y su actuación ante el Mirandés es solo el primer paso de un plan que irá más allá. Aún así, ese partido en Miranda ha bastado para dejar claro que habrá que tener muy en cuenta su nombre.
Al término del partido, su propio discurso reflejó esa mezcla de ilusión y serenidad que se percibió sobre el campo. El jugador, natural de Valladolid, admitió sentir ese “sabor agridulce” por el empate, pero satisfecho por haber respondido a la confianza del entrenador y debutar en el equipo de su vida. Garri habló de tranquilidad, de ir ganando confianza minuto a minuto y de la emoción que supone representar al club de su tierra. En pocas palabras, demostró tener la cabeza donde debe estar.
