El bueno de Iván Garriel, conocido por todos como Garri, volvió a ser un activo importante de este Real Valladolid cuando el equipo más lo necesitaba. Desde el banquillo, el jugador vallisoletano entró en el partido ante el Córdoba con la misión clara de activar el flanco izquierdo ofensivo, una zona que había quedado apagada en la primera parte. Su irrupción no solo revitalizó la banda; cambió la dinámica táctica del encuentro.
Como lateral izquierdo, aportó frescura y verticalidad en ese perfil y rápidamente demostró que su valor iba mucho más allá de esa posición, pues supo entrar en zonas ofensivas como un extremo, siendo clave para romper líneas y ofrecer alternativas a un ataque que estaba siendo demasiado previsible. Garri aportó desborde, pero lo hizo sin renunciar al equilibrio.
El canterano del Pucela subió con fuerza por su carril, obligando al Córdoba a replegar uno de sus carrileros, generando así un espacio hacia dentro para que un interior pudiese recibir entre líneas y mejorar las opciones de un Pucela que se había apagado antes de los primeros cambios de Almada. El timing fue excelente, ya que Garri interpretó bien cuándo encarar a línea de fondo, cuándo abrirse y cuándo aparecer en el centro como opción de pase.
Esa inteligencia posicional facilitó que los centros por fuera encontraran mejores receptores y que la circulación en campo rival ganara ritmo y amplitud. Justo cuando el encuentro se estaba enquistando en una posesión estática y un Córdoba bien plantado, Garri entró a generar el caos defensivo al equipo de Iván Ania a base de velocidad, desborde, valentía y precisión.

Garri como elemento sorpresa
Al pisar campo contrario, el canterano supo cuándo soltar el balón con precisión, como un centro rasante medido, y cuándo retener para relanzar el juego con pase interior. Esa dualidad de juego rompió la previsibilidad de los ataques vallisoletanos, que hasta el momento se habían limitado a centro lateral y que, además, lo habían ido perdiendo progresivamente. Garri añadió variedad, pues condujo, filtró, combinó en corto y abrió espacios para que el equipo ganase en profundidad de una forma más inteligente.
Tácticamente, su entrada obligó al Córdoba a replegarse de nuevo. Esa banda transformó su función y pasó de ser un punto de llegada a un eje que arrastraba marcas y generaba dudas. La defensa rival tuvo que reajustarse y ese pequeño desequilibrio permitió que el equipo de Almada empezar a ver de nuevo a su equipo más cómodo. Que Garri encontrara esos agujeros para infiltrarse supuso un escenario improbable que Iván Ania no había previsto.
Ese impacto tiene también una lectura del modelo que puede tener un sentido global en los tiempos del partido. El Real Valladolid no necesita revoluciones tácticas para ganar partidos, sino capacidad para gestionar lo que sucede en el césped con piezas que ofrezcan variables útiles para cada contexto de juego. Almada necesita que sus recursos respondan y que puedan generar el cambio esperado.
Garri fue exactamente eso en su entrada al campo. Con su intervención, más allá de entender el plan de Almada, Garri aportó de manera continua sin caer en la improvisación, encajando en el bloque y potenciando, sobre todo, la solvencia del equipo otra vez en campo rival. Su despliegue fue reconocible, ajustado al contexto y nunca forzado. Incluso tuvo una oportunidad de oro para poder hacer un gol que hubiera significado un premio aún mayor.

Iván Garri como señuelo
La entrada de Garri sirvió también para liberar a los interiores. Al fijar a su marcador, generó un pasillo para que otros, como Ponceau, recibieran de manera clara, ganaran metros y enfrentaran la última línea rival. Esa apertura fue clave para que el Valladolid se acercara con más criterio y menos previsibilidad. No fue un asistente directo, pero fue creador de espacios donde antes no los había, y eso es tan valioso como un pase entre líneas. Es la creatividad implícita, la que no se nota en las estadísticas, pero sí en la calidad de las conexiones ofensivas.
Garri fue uno de los grandes protagonistas desde el banquillo. Su aporte no se medirá solo en centros o conducciones, sino en cómo despertó al flanco izquierdo y creó opciones donde antes había bloqueo. En un partido cerrado, le dio al equipo más opciones ofensivas sin romper su estilo y dando una visión clara de la necesidad que puede tener Almada a día de hoy para mejorar los partidos en la segunda parte recurriendo al banquillo y que, hoy, está limitada.
