Hay goles que se celebran por rutina, aunque en realidad no haya nada que festejar. Podría decir uno que no hay nada más triste que eso, pero sí lo hay; hay más cosas dolorosas. Porque celebrar un gol sin la exaltación del que alarga la o, que es la misma vocal que la que contiene la palabra gozo, es -desgraciadamente- posible. Porque sí, aunque suene anómalo, existen goles tristes. Así lo fue el que marcó al Burgos Promesas Jesús Martínez, quien perdió horas antes a su abuelo, como haría público unas horas más tarde a través de sus redes sociales.
El futbolista del Real Valladolid Promesas tuvo la diatriba de tener que escoger entre despedir a quien estuvo a su lado en tantas ocasiones o, en un ejercicio de profesionalismo extremo, honrarle en el campo. Comunicada la decisión de jugar al cuerpo técnico, y aunque estaba también Iago Parente en el once, Jesús Martínez se abrochó el brazalete de capitán y disputó los noventa minutos. Como él sabe. Al límite. “Siempre me enseñaste a cumplir, a luchar y a seguir adelante, incluso cuando duele”, argumentaba después en el mensaje que enviaba al cielo.
6/12/25🕊️
Abuelo, hoy no pude estar físicamente para despedirme de ti, y eso me duele.
Hoy he decidido jugar porque sé que tú querrías que lo hiciera, porque siempre me enseñaste a cumplir, a luchar y a seguir adelante incluso cuando duele.Este gol es tuyo , no te olvidaré!❤️🩹 pic.twitter.com/SfUshih9v8
— Jesus Martinez (@jesuusmartinezz) December 7, 2025
La casualidad (llámenlo equis) quiso que fuera ‘Il Capitano’ quien marcara el gol que adelantaba al Promesas en Castañares. A los once minutos, en la frontal del área y llegando desde atrás, soltó un disparo fuerte y preciso que se coló a la derecha de Marc Monedero, guardameta burgalés. Entonces, se dirigió a la banda, seguramente buscando una cara amable que sonriera, aunque triste, y le dijera “Jesús, lo hiciste”. Se levantó la camiseta y dejó ver debajo de ella uno de esos mensajes que uno escribe con tinta y lamenta no poder firmarlos con sangre. “Te amo, abuelo, y ahora el cielo también lo sabe”. Vaya si lo sabe, Jesús; vaya si lo sabe.
Hablar de lo que sucedió después resulta incluso banal. Fueran como fuesen tanto las sensaciones posteriores como el marcador, hay algo que prevalece sobre cualquier resultado, y es la entrega de un jugador al que uno podrá reprochar otras cosas, pero nunca una falta de pundonor y de profesionalismo. Sin saber entonces lo que Jesús Martínez publicaría después, quien firma arriba lo comparaba durante el transcurso del partido con Anuar Tuhami por cuanto llega a ofrecer en este sentido; porque puede no ser el más virtuoso, pero es de los que defienden el escudo, si hace falta, incluso jugándose el rostro.

Jesús Martínez, un capitán lejos de casa
Todo aquel lector que haya llegado hasta aquí, puede pensar que se romantiza la pérdida o, también, no estar presente en según qué momentos con aquellos a los que uno quiere. Y es lícito, como es comprensible que la manera de honrar a su abuelo de Jesús Martínez haya sido haciendo lo que tantas veces le vio hacer, que fue jugar al fútbol; luchar por sus sueños. No en vano, el cántabro lleva unos cuantos años haciéndolo, y suena a tópico, pero no le habrá sido sencillo hacerlo lejos de casa, apartándose de sus seres queridos y viendo desde la distancia que allí todo pasa, aunque uno no esté (bien lo sabe quien escribe).
Volviendo a su capitanía contra el Burgos Promesas, tal y como se ve en la imagen de arriba, en el brazalete llevó ese eslogan a veces manido y otras -desgraciadamente- pisoteado de “recíbeme con orgullo, entrégame con honor”. Fácil decirlo, fácil leerlo; no tanto defenderlo. Jesús Martínez lo hizo; lo hace siempre a capa y espada, en las ocasiones en la que no porta ese emblema también. Y el futuro dictará lo que quiera, pero mientras actúe de esa manera, seguirá seguirá honrando las enseñanzas de su abuelo. Que en gloria esté.
