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Goleados por el hastío

por Jesús Domínguez
22 de noviembre de 2010

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Foto: Marca

El Real Valladolid mostró su peor cara de la temporada en la segunda mitad de su encuentro en El Chapín, en el que José Mari ajustició a un equipo que volvió a dejar la competitividad a un lado y a dejarse acompañar por el hastío y la desidia que sufre a domicilio, especialmente en cuanto encaja el primer gol.

Antes de llegar éste, pocas fueron las muestras de vida futbolística dejadas por los de Gómez. Apenas un orden que hacía presagiar que del cambio de dibujo podría salir, con los minutos, alguna jugada con la que ilusionar a los madrugadores.

Porque viajeros habían sido pocos, apenas aquellos que por cuestión de trabajo se vieron obligados a ver en directo un esperpento del que todo el mundo tomaría cuenta en el preciso instante en que Barragán casi adelanta a los xerecistas con un tanto en propia.

Con el paso de los minutos, la zaga blanquivioleta comenzaba a dudar y a temblar como si los defensas se estuviesen proyectando en una mañana fría en Los Anexos. Otros, los mediocentros, daban la sensación de estar en éstos.

A pesar de jugar con tres centrocampistas, los pucelanos no lograban desplegar juego alguno, bien por las imprecisiones propias o por el mayor arrojo de un rival que inquetaba cada vez más, especialmente a balón parado.

En un quiero y no puedo se llegó al descanso, ese tiempo de asueto en el que Real Valladolid acostumbra a sestear. O al menos esa es la sensación que dejan segundas mitades como las de Girona, Vallecas o Xerez.

Porque, dejando de lado la posibilidad de que en las maletas de la ropa del equipo se esconda un extraterrestre que se dedique a abducir en los entretiempos a los jugadores, la única explicación a tan malos segundos periodos es que los blanquivioletas caen por incomparecencia.

O por lo menos esa es la visión que uno tiene cuando ve cómo Jorge Alonso primero, Álvaro Rubio después y luego todo el equipo regalan hasta cuatro tantos al rival, que podrían ser cinco de no ser por el anulado al central Lombán.

En un visto y no visto, tras una primera parte correcta tirando a mala, el conjunto que dirige Antonio Gómez tiró el partido por el sumidero, bajando los brazos una vez más en cuanto recibió el primer gol, ante un rival de funesto recuerdo, pues ya la temporada pasada venció en su feudo a los hombres que por entonces dirigía Onésimo Sánchez.

José Mari, con tres goles y una asistencia a Pablo Redondo, ajustició a un equipo que fue especialmente en la segunda mitad una sombra del que remontó la pasada semana su encuentro ante el Celta, y lamentablemente una copia mejorada (o empeorada) del que ya dejó una triste imagen en otros desplazamientos.

Sin desplegar un juego de excesivos kilates, el Xerez goleó a un rival que muestra cada vez una peor cara cuando sale del Nuevo José Zorrilla. A un equipo que reclama golpes en la mesa y los recibe en la cara, cuan púgil en baja guardia. A un equipo que si bien está en puestos de play-off mucho debe mejorar si pretende aspirar al objetivo marcado del ascenso.

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