Jaime Mata y su excompañero Jose Arnáiz marcaron sendos dobletes el pasado fin de semana con una celebración regida por el mismo patrón: fueron para sus hijos recién nacidos

Goles son amores, dice el tópico, como si los porteros no tuvieran derecho a que les quieran, o como el que marca sin querer, en su propia puerta, como Guitián en León, estuviera abocado al castigo del desamor. Pero a veces son más. A veces son desvelos, y no solo los que provoca una sequía. Son llantos, y no los provocados por Iniesta cuando nos regaló aquel Mundial. Son luz, la de un nuevo amanecer representado en el nacimiento de un niño. Son alegría, la de los padres y sus familias. La de Jaime Mata o su hasta hace poco compañero Jose Arnáiz este pasado fin de semana.
Y es que el talaverano y el madrileño hicieron sendos dobletes con un denominador común en la celebración: sus recién nacidos. Tiraron ambos del tópico de llevarse el dedo a la boca simulando la acción de succionar el chupete. Atrás quedaron otros festejos como los de meterse el balón bajo la camiseta antes del alumbramiento. Por no hablar de aquella mágica Brasil del 94, que, a roró, Mattheus, a roró, simuló acunar al hijo de Bebeto –hoy jugador profesional que milita en el Sporting de Portugal– con una felicidad tal que parecieron Romario y Mazinho sus padrinos.
Cuando marcaba, Javi Guerra dibujaba un corazón en el aire y miraba pícaro a la grada, a la que se le rompía el músculo(l) de amor. Hablando de esta sutil enfermedad: Álex Pérez también tuvo un recuerdo para su pareja al marcar la temporada pasada al Getafe en Zorrilla. Otros, en cambio, optan por llevar iniciales en sus camisetas; ¿quién no recuerda a Guti H. A. Z.? Hay tantas y tantas formas de decir desde el verde pasto “te quiero” a quien se quiere…
Goles, decíamos, son amores; también biberones, los de Teo y el pequeño Jose, recién llegados al mundo. A los padres (y madres): enhorabuena. A los niños: ojalá vuestros papis os puedan ‘celebrar’ en muchas más ocasiones.
