A menudo el buen trabajo no se beneficia de los resultados necesarios para alargar las etapas. Algo que, en el fútbol es tristemente recurrente. Sergi Guilló llegó en el verano de 2025 a la SD Huesca con la intención de hacer ver que su plan le podía valer al equipo de El Alcoraz para crecer y asentarse.
El Huesca y su afición creyeron en la propuesta de un técnico joven, con un currículum envidiable a pesar de su edad (34 años) y con ideas claras para poder replicar los éxitos vividos en su corta etapa como primer entrenador. En su camino, la muestra de que la juventud y la valentía abren camino y te ponen frente a retos que, a veces, no entienden de merecimientos.
El camino de Guilló hasta Huesca
El técnico empezó su periplo en los banquillos muy pronto. Su retirada del fútbol, demasiado prematura, hizo que le picara el gusanillo de la pizarra. Su primer paso fue en Elche, donde comenzó a entrenar en las categorías inferiores en 2017. Allí tuvo su primera gran oportunidad, pues cogió al Juvenil A del conjunto ilicitano. Desde allí, prosperó para tomar el puesto de asistente como segundo entrenador, primero en el Orihuela y más tarde en el Real Murcia.

Es precisamente en el Orihuela donde comenzó su carrera en solitario en diciembre de 2023, en Segunda Federación. Solo unos meses después, firma por el Mérida, una división por encima, donde consigue meterse en el playoff de ascenso a Segunda División. Solo la norma de clasificación en esa ronda permitió a la Real Sociedad B superar a los extremeños, que tuvieron muy cerca ascender de la mano de Guilló.
En 2025, tras esa buena experiencia en Primera Federación, firmó con el Huesca. Una propuesta valiente, con un sistema ofensivo claro, que intentó mezclar experiencia y juventud para darle el empaque necesario a un proyecto que quería dar un paso adelante. Aunque cuesta pensar en un Huesca que pretendiera estar arriba en LaLiga Hypermotion en un solo año, la realidad es que los resultados estaban dejando cierta sensación de derrota y la directiva no dudó.
Una decisión que cortó de lleno la confianza en el potencial de un entrenador que creció a pasos agigantados y que imaginó un Huesca que no acabó por ver El Alcoraz. De su mano, el Huesca apenas consiguió cuatro victorias, tres empates y seis derrotas en LaLiga Hypermotion, además de una victoria a mayores en Copa del Rey ante el Utebo FC, donde logró superar a los maños en su feudo, con tres goles de Sergio, Ntamack y Ángel Pérez.

Vuelta a la normalidad
Tras apenas tres meses de competición, Bolo llegó a Huesca para suplir la pizarra de Guilló, con la intención de emparentar el proyecto oscense al que se puede esperar en Segunda División. Ideario firme de equipo fuerte en casa, que concede poco y que ofrece el fútbol justo para exprimir el nivel de los suyos y asentarse en la tabla. Un plan que suele funcionar, aunque no garantice movimiento.
No es nada nuevo, ni tampoco nada negativo. Seguramente muchos suspiran por una propuesta así, que asegure resultados y no entorpezca con sueños y estética ese resultadismo lógico de aquellos que quieren sobrevivir en el fútbol actual. Hoy, parece que el fútbol es solo de ganadores. Nada que reprochar, pero el camino a esas victorias suele tener diferentes ramificaciones que, cuando surgen, todos disfrutamos.
En esa variable lógica, el Huesca apostó por una de esas ramificaciones para asomarse al abismo del miedo al poco tiempo y regresar a la seguridad de lo conocido. Una reacción comprensible pero que vuelve a darse de bruces con una tendencia ya muy conocida y que no siempre asegura éxito y, generalmente, rara vez augura avance. Como mucho, en la mayoría de los casos, normalidad y estatismo.
