Nada es lo mismo desde que tú te has ido. Por más que intento que seas un borrón en mi recuerdo, no lo logro, no te olvido.
¿Por qué nos hicimos tanto daño? Con lo felices que habíamos sido… ¡Maldigo mi capricho! Estaba completamente confundido. Lo quería todo, ¿y qué tengo? La nada.
Varios hombres han pasado por mi vida desde que tú te has marchado. Tan solo uno logró comprenderme. Pero como contigo, quise más, y más, y es menos lo que obtuve.
Se me rompió por segunda vez el saco por mor de la avaricia. Debe ser ese mi segundo nombre. Y viviendo lo que vivo, caos mi sobrenombre.
¿Recuerdas qué escribió Joaquín un día? “Lo malo del después son los despojos”, y créeme, de ellos está mi vida llena. No soy sístole si tú no eres diástole, si tú no eres mi dueño.
He cambiado de amistades. He cambiado de edificio. Incluso de mascota. Todo por olvidarte. Y aunque nada huele a ti, a mí viene tu recuerdo. Porque contigo, José Luis, contigo fui feliz…
Nuestras alegrías, nuestros gritos, despertaban la envidia de todos nuestros vecinos. Quise algo distinto, y me equivoqué. “Busquemos algo exótico. Innovemos. Disfrutaremos más, ya lo verás”. Y que en lugar de ello sufrimos, es capaz de verlo incluso un ciego.
Entonces creí que eras poco para mí. Ya sabes lo que cuentan. No valoras lo que tienes hasta que lo pierdes. Ahora quizá ya sea tarde, pero ahora sé que perderte a ti fue el desencadenante de todas mis desgracias.
No ha pasado tanto, pero debo confesarte algo. Estoy con otro hombre. También rudo, pelín malhumorado. No me hace feliz. Contigo cada cita era una victoria, incluso en la derrota.
Tú me sabías comprender. Él, en cambio, me cree paranoica a cada disputa que tenemos. Con él pocas son mis alegrías. No sé ya qué hacer…
Hace un año que te has ido. Juro estoy arrepentido. Intento ser feliz con él, pero no puedo. Trato ser fuerte, pero no sé cuanto podré aguantar. Te echo de menos. Por favor, vuelve, José Luis.