Y al fin, el Real Valladolid abrió el arco. Después de tanto intentarlo, de tantos partidos acumulando centros y disparos, a portería o no, los blanquivioletas descorcharon el champán al son que marcó Chuki, que abrió las aguas como si fuera Moisés y participó en tres de los cuatro tantos. Con bastantes menos lanzamientos que otras veces, pero con una mejor ocupación de los espacios, sin tanta presión, pero con una capacidad para el robo parecida, el conjunto de Guillermo Almada se concedió el resultado más abultado de la temporada (y quizás su mejor partido) en la visita al Huesca en El Alcoraz.
El cuadro oscense tuvo el primer acercamiento peligroso, un saque de esquina que nadie tocó en el área y que acabó fuera, pero que sonaba a aviso de un equipo que es especialista en eso. Hubo uno, sin embargo, que ni llegó a amenazar: llegó, vio y marcó. En la primera acción en campo contrario, Chuki la mandó a guardar lejos de Dani Jiménez. Latasa descargó bien a la media vuelta y se la entregó al canterano, que condujo y, en el pico del área, viró hacia adentro y vio cómo la marca estaba lo suficientemente lejana como para golpearla abajo y allí, donde besó el balón las mallas.
📞 Llamada al gol.
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El Real Valladolid hizo pie con el tanto y encontró una vía de progreso en el mismo Chuki, que caía a un pasillo y generaba superioridad con Iván Alejo y Peter Federico en el sector diestro. No obstante, la posesión era pausada; dio un poso que no siempre acostumbra a tener el conjunto de Almada, que gracias al gol del canterano volvía a adelantarse en el marcador. Tampoco era esa tenencia placentera, pues el Huesca se la discutía. En una de estas, Kortajarena puso un servicio desde la derecha, Ángel Pérez remató y Guilherme Fernandes evitó la igualada con una buena estirada.
Sin desnaturalizarse, ni sin que ello significada falta de tensión, los vallisoletanos variaron ligeramente su guion habitual, ya fuera por el gol o no. Jugaban menos apremiados, con una mayor pausa. Sin el cuero, presionaban, pero de manera selectiva y con resuello. Con el esférico, lo transportaban estirándose, pero más junto que otras veces, sin la necesidad de tener la prisa de otros días en los que rema contra la corriente. Ayudaba a mostrar esos matices Latasa, que compacta más y va menos al espacio, pero con quien el equipo progresaba con acierto.
⚡️ Contrataque inapelable.
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Chuki penaliza al Huesca
El segundo gol pucelano llegó en una de esas jugadas que dirán los aficionados del Real Valladolid que les pasan a menudo a los suyos. Un balón parado en fase ofensiva del Huesca terminó con Julio Alonso caído en el suelo y con Chuki dirigiendo una transición que convirtió Peter Federico en su tercer gol de la temporada. Pareció hasta fácil, seguramente porque los oscenses lo pusieron así, aunque hay que anotarlo en los dos balances: en el de los unos por cómo lo hacían (de bien) y en el de los otros por lo mismo (y por lo mal que lo hicieron).
Antes del descanso bien pudo llegar el tercero, en otra intervención acertada del ’20’, pues filtró un pase que Biuk no acertó a controlar ni tampoco a tirar. Federico estaba también por allí, pero tampoco le cayó el balón, en este caso, por el acierto de la zaga, que se deshizo del cuero. Con todo, el entretiempo llegó con el arco abierto, que diría Almada, para un Real Valladolid que había recibido alguna llegada al inicio con marchamo peligroso en jugadas estáticas, algo a lo que casi no está acostumbrado, pero benditos sean los matices.
Al inicio del segundo periodo a punto estuvo de enredarse la defensa, aunque la cosa no pasó a mayores cuando Tomeo falló. A cambio, el Real Valladolid siguió castigando los fallos del rival, al correr bien tras una recuperación en mediocampo. Tan bien que llegó el tercero. Chuki volvió a aparecer en la base y habilitó a Biuk, que centró para que Peter Federico repitiera como goleador. Casualidad o causalidad, el champán lo descorchó uno de los jugadores que más fútbol tienen. Casualidad o no, fue evitar la ‘ley del embudo’ y llegar los goles.
Esas imperfecciones atrás provocaron también el disparo de Portillo y, sobre todo, el gol de Ntamack, que pudo afear el resultado, en tanto en cuanto fue gol y en tanto en cuanto vino de otro error. Y es que siempre que hay un gol, hay un error previo, pero pensará Almada, como piensa el arriba firmante, que no se puede encajar en una jugada iniciada en un envío tan frontal como el de Dani Jiménez y en la que, además, cambias la marca y referencias mal en esta y en sus inmediaciones. Al menos no hubo sustos después…
Amath da un respiro al Real Valladolid
En el momento en el que uno podría pensar en un “ay”, en un visto y no visto, Amath sentenció en una buena jugada colectiva, en la que Tenés habilitó la carrera de Guille Bueno y, en otro centro raso, llegó el gol de otro canterano, el de la tranquilidad -es de suponer- hasta de los agoreros. Tan bien se sentía el Real Valladolid que dio hasta la sensación de que a Guillermo Almada se le había olvidado que tenía cambios por hacer. Que fueran tan tardíos puede tener sentido: no estaba apremiado, y el equipo necesitaba este chute de confianza.
En el cómputo del partido, mereció el Real Valladolid lo conseguido (quizás, también el gol encajado), pues premia una actuación solvente, más que otras cosechadas en victorias conseguidas de una manera más agónica como fueron las tres últimas, ante Granada, Burgos y Almería. Dos de ellas, esas dos últimas, tuvieron con esta el denominador común de Chuki, que volvió a la titularidad y a ser el líder que el equipo precisa. Da igual si lo que pasó fue porque el Huesca mimimi. El champán, así, con su espuma y su todo, sabe mejor.