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La decisión del abonado

por Jesús A. Zalama
4 de junio de 2015
Foto: Real Valladolid

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En estos días inciertos, que diría Celtas Cortos, el abonado al Real Valladolid debe afrontar su particular duda metódica en el play-off de ascenso

 

Foto: Real Valladolid
Foto: Real Valladolid

Se venía barruntando el tema hacía unas jornadas ya. Concretamente, desde que se dio por oficiosa la disputa del play-off de ascenso por parte del Real Valladolid.

La última experiencia nos había marcado, que, muy probablemente, el club tomaría alguna medida para intentar llenar el estadio. En efecto, así ha sucedido, y al igual que en el ascenso de Miroslav Djukic, cada abonado dispondrá de dos entradas a cinco euros para los partidos de la promoción de ascenso que se jueguen en el Nuevo Estadio José Zorrilla.

No por esperada, la noticia ha sido menos fructífera en lo que a comentarios y debates se refiere. Poco antes del conocimiento de la misma, el abonado blanquivioleta conocía que su homónimo de Gran Canaria tendría que pagar una cierta cantidad para poder ver en su estadio los partidos del play-off de su equipo.

Se sabía que eso aquí no pasaría, y no mucho tiempo después se confirmó que el formato de gratificación al abonado y de intentar llenar el estadio sería igual que en el último ascenso blanquivioleta. Con las mismas dudas por parte del abonado, con las mismas discusiones y diatribas.

Siempre desde el punto de vista del socio, hay quien aplaude la idea, quien ni empatiza ni se opone a la misma y quien se siente traicionado. Todos tienen sólidos argumentos en su razón y entendimiento. Los primeros festejarán, por ejemplo, que en un momento en el que su equipo se jugará todo, el estadio pueda estar lleno.

El que no se tercie por ninguna de las dos posiciones antagónicas comprenderá los argumentos de las dos sin dificultad y, probablemente, acabe decantándose por alguna. Luego está quien arguya que para qué pagar un abono si en los partidos realmente interesantes el precio de las entradas está regalado. Y claro, el grado de su enfado puede medirse en los euros que se haya desembolsado por dicho abono.

Hasta aquí, la dificultad en el entendimiento del problema no sobrepasa ningún raciocinio y todo parece bastante comprensible y evidente. Sin embargo, el verdadero quid de la cuestión estriba en la posición que tiene que acometer ahora el abonado. Su decisión en el dilema.

No habrá problemas para que cada uno encuentre a alguien con ganas de, al menos, asistir a un espectáculo bastante apetecible a un precio bastante asequible. Independientemente de su sentimiento blanquivioleta o del mismo para con el fútbol. Da igual, siempre habrá alguien interesado; ya sea o no un ‘subecarros’.

Y aquí, el abonado tendrá que decidir a quién lleva al fútbol en caso de querer llevar a alguien. Puede decidir no llevar a absolutamente nadie ya que, al igual que él, muchos otros pudieron abonarse y no lo hicieron. Puede ser algo más flexible y ayudar a aquel abonado que no pudo serlo este año o, al menos, a aquel aficionado blanquivioleta al que se le han desteñido los colores un poco últimamente.

También habrá quien lleve a quien le parezca, al primero que se lo pida, o, incluso, habrá quien ande como loco por colocar las dos entradas cuanto antes en pos de hacer germinar en alguien la pasión blanquivioleta.

Casi tantas posibilidades como abonados, y estos no somos demasiados. Aun así, estadio lleno y ascenso sería firmado por cualquiera. Incluso, Plaza Mayor abarrotada con 30.000 personas y ni la mitad abonados, pero ascenso al fin y al cabo.

La discusión debería radicar más entre los que no tienen el privilegio de ser abonados al Real Valladolid para convencer al privilegiado de la legitimidad de su solicitud en lo que a una entrada se refiere. La fiesta puede llegar a ser de todos, pero la preparación y la alegría de la misma, solo de unos pocos, porque ya se sabe que quien parte y reparte, se lleva la mejor parte.

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