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La del colchón

por Jesús Domínguez
25 de noviembre de 2012
en Noticias
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El Real Valladolid suma tres puntos ante el Granada en un partido bastante ‘light’, en el que, sin embargo, dominó y apenas pasó apuros.

 

Manucho10
Foto: Marca

Esta semana los jugadores del Real Valladolid dormirán bien. Es más, lo harán también en las sucesivas. Es lo que tiene dormir en una cama cómoda. En un colchón mullido, en el que cuentan con hasta dieciocho puntos, lo que a estas alturas permite a los soldados de Djukic situarse en la placidez de la zona media de la tabla clasificatoria.

La comodidad actual no debe confundirse con dejadez, no obstante. Queda un mundo, por lo que el granero ha de seguir llenándose. Pero, a bote pronto, los excedentes actuales permiten afrontar con cierta tranquilidad el temporal que amenaza al calendario. Es más, la victoria hace que el Sánchez Pizjuán no se vea con el vértigo con que el aprendiz de torero ve La Maestranza. Y, entre elefante y elefante, Riazor parece un campo propicio en el que recolectar puntos. Pese a Madrid y Barça, puede llegar el año nuevo con el equipo bien situado, vaya.

Pero aún queda. Y el futuro no es más que sueño. El pasado, en cambio, es una concatenación de imágenes que en función de su proximidad con el presente puede ser también simple fruto de la imaginación o fiel a la realidad. Y para que uno se olvide de la victoria del Real Valladolid ante el Granada aún queda, por más que quizá decida mañana soñar con que llegó de otra manera.

Los tres puntos se sumaron en un partido ‘light’, por momentos aburrido, que dominó y en el que apenas pasó apuros. Y es que los de Anquela tienen calidad, pero andan perdidos quién sabe dónde, sin mostrarla en exceso, como timoratos. O simplemente como imprecisos; o lo ya dicho, perdidos, solamente.

Siqueira y Nyom quisieron ser pulmones, sin demasiado éxito. Benítez y Torje fueron dos sombras. Orellana no dinamitó esta vez Zorrilla y El-Arabi sigue buscando la versión de sí mismo por la que se convirtió en el jugador más caro de la historia nazarí. Y Mikel Rico e Iriney se perdieron en el triángulo de juego local.

Bueno, de juego, es un decir. Del conato de juego. Del toque que quiere Djukic, aunque a pase -que no paso- lento. Óscar, Víctor Pérez, Álvaro Rubio y los demás intentaron crear. Lo hizo principalmente el primero, a ratos, acompañado de dos chispazos de un Ebert intermitente y de un Omar de nuevo genial.

No hubo apenas ocasiones, sin embargo. Y tampoco hubo fútbol visitante, más allá de un puñado de minutos en la primera parte. Por parte local, la escuadra y el cartabón los sacó Óscar para dar una buena asistencia a Manucho, que soltó un latigazo en el único balón con el que Toño no se pudo hacer.

El angoleño pudo hacer más tarde el segundo antes de dejar su lugar a Guerra, pero el guardameta granadino, uno de los mejores de la categoría, impidió que el cabezazo se colase en su meta. No hubo muchas francas oportunidades más, tampoco para un Granada que dio entrada a Machis y Floro Flores pero al que acumular hombres de ataque no le sirvió de nada.

Frente al arreón por acumulación, que no por juego, Djukic terminó dando entrada a Sastre, como antes al ya citado Guerra y Bueno con el fin de tocar más y aguantar el resultado aguantando la posesión. Y lo hizo, sin cerrar el partido con mayor contundencia -algo que tampoco mereció- y sin un gran juego, aunque sin recibir demasiadas ocasiones.

La victoria blanquivioleta, la del colchón, es un palo para un equipo, el nazarí, con muy buenos jugadores, pero que no termina de enchufarse a la competición. Sus ráfagas y desconexiones quedan en nada cuando desconectan y no crean una sola ocasión. El Real Valladolid, por contra, no solo no se muestra irregular, sino que compite allá donde va.

Al plantel, de apariencia tan corta como competencia extensa, se le viene sumando como central válido Carlos Peña, que parece conocer el oficio de central tanto o más que Jesús Rueda cuando el pacense lleva más jugando atrás, lo cual no es una crítica a Rueda: sigue mandando y dando inicio al juego de un equipo con personalidad al que solo le faltan dos cosas, que el portero de turno mantenga el culo quieto y que Javi Guerra desate el pañuelo.

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