
Bastaba la consecución de un punto. Un único punto era suficiente para cerrar la clasificación para el play-off. Algunos lo firmaban. Otros muchos, Abel Resino incluido, deseaban alzarse con los tres y seguir en la lucha por terminar la liga regular lo más arriba posible. Elche, Celta y Alcorcón pusieron ambas cosas a tiro. Pero la victoria no llegó. Ni tan siquiera un mísero empate.
Con la derrota del Real Valladolid frente a la Sociedad Deportiva Huesca se deja escapar la posibilidad de llegar al último acto relajado, sin una tensión que se elevará en los aficionados blanquivioletas en la jornada que pone término a la competición por cuarta temporada consecutiva.
Invita Abel Resino a la poca reflexión. Regala a los apocalípticos argumentos suficientes para que, un día después de la despedida de Miguel Ríos de Valladolid, se le rinde tributo cantando aquello de “te lo dije, si me das un roto te hago un descosido. Te lo dije, no te fíes de esa pinta de buen chico” que parecía tener cualquiera que vistiese la casaca azul y roja.
Critica, quien más y quien menos, sus arrestos para colocar a Fábio Faria en el once titular por el costado izquierdo. Después de escuchar la defensa del improvisado en lateral, piden muchos el domiciliario para él. Porque, en contra de lo deseado, será en casa donde se la juegue el equipo frente al Alcorcón.
El equipo que dirige Juan Antonio Anquela era visto por muchos el rival durante gran parte de su encuentro. Sólo dos postreros goles evitaron que los amarillos lleguen a Valladolid con el cuchillo entre los dientes. Y aún así habrá sufrimiento, ya que la remontada del Xerez frente al Celta de Vigo mantiene intactas sus posibilidades de play-off.
A pesar de la pérdida de opciones del Alcorcón, la emoción quedará para el último acto, debido a que el Real Valladolid no encontró la forma de hacer su juego ante un equipo sin mayor objetivo que finalizar bien la temporada. Suficiente, a tenor del buen inicio, en el que Camacho hizo el tanto que daría a la postre los tres puntos apenas transcurridos cinco minutos de partido.
Suficiente por es lo rocoso del rival y por ese espíritu canalla que los jugadores que dirige Abel han demostrado ya tener en continuas ocasiones, ese tipo de carácter que provoca a la vez taquicardias y sudores y ansias de besos fríos, los que invitan a dar con metal de bala, y que sin embargo no se dan por no ser la Avenida Mundial 82 contigua a la Cuarta de Nueva York.
Quizá sea ese el motivo de que el próximo domingo la canallesca no vaya a ver sangre. Sudor y lágrimas, seguro que sí. No más. Porque, es verdad, el Valladolid de la vigente temporada parece poseer pasaporte italiano, pero sólo lo demuestra a la hora de hacer fútbol. Sin saber cómo, te gana. O, sin que te lo esperes, de repente “canta”.
Parecido ocurría antaño con Sinatra. Unos días te ganaba con esa sonrisa socarrona. Otros, perdías ante él por esa voz que una vez reconoció haber sido marioneta, indigente, pirata, poeta, peón y rey; y haber estado arriba, abajo, enfrente y fuera. El Valladolid unos días gana con Javi Guerra. Otros pierde con casi cualquiera.
El Huesca, por su buena segunda vuelta, claramente no lo es. Podía parecerlo, dado que estaba ya salvado y no tenía opciones de play-off, pero no lo fue. Jugó “como si se jugase la Champions”, tal y como dijo Abel. Maniató un centro del campo en el que volvió a faltar fútbol, más aún en ausencia de Óscar.
Reinó la nada la primera parte. En la segunda pareció el equipo albivioleta salir pelín más enchufado. Sólo lo pareció, cuentan los desplazados al lugar. Sin profundidad ni claridad para crear y llegar, se perdió la gran oportunidad de sestear y dar descanso a los hombres más fatigados en el último partido. O de luchar, como se decía, por quedar cuanto más arriba se pueda.
Los de blanco y violeta, quizá, se quedaron demasiado en la “pinta de buen chico” y olvidaron que Ríos cantó también “Insurrección”, descuidándose ante los de un Onésimo Sánchez que según Resino gusta mucho de las pantomimas, pero que hoy fue el halcón que hirió a su ex equipo con las flechas de la incertidumbre.
De ésta se saldrá en la última jornada, como es ya costumbre. Canallas o menos, apocalípticos y pendencieros, seguro se unirán a los optimistas – hoy pocos – que sueñan caminar firmes. Antes del partido, en silencio, recordarán a Sinatra y cantarán que “cada vez que descubro que he caído de bruces, me levanto y me reincorporo a la carrera”. Lo harán juntos. Con el Pucela. Por el Pucela. Por el ascenso.