Jesús Moreno cuenta la ilusión pre-navideña con la que afronta la visita del Fútbol Club Barcelona.
Reconozco que me gusta la Navidad. Por creencia y por propia tradición cultural tan enraizada con lo que es occidente que nos impide –en palabras de Manuel Jabois- cenar pizza descongelada como haría el Grinch el día de Nochebuena. Son fechas entrañables, cálidas y amables, de familia y amigos, de cerrar un año y renovar sueños para que el siguiente sea mejor, de poner al mal tiempo buena cara.
Son días, además, y me atrevería a decir, sobre todo, para los niños. Los niños como ejemplo gráfico de lo que significa la palabra ilusión. Ilusión reflejada en sus caras, envueltas en gorros y bufandas, por donde asoman dos ojos que chisporrotean al mismo ritmo que lo hacen las luces que adornan los nacimientos, los árboles o las calles. Y la ilusión del que sabe que, en estas fechas, todo es posible por complicado, irreal o fantasioso que parezca. Pedir un deseo, dejar los zapatos junto al nacimiento, un vasito de leche y anhelo cumplido. Tan sencillo como solo los niños pueden planearlo.
Con esa ilusión afronto el partido frente al Fútbol Club Barcelona. Un partido que, de nuevo, coloca a Valladolid en el mapa global como si sobre Zorrilla se hubiera posado la estrella de Belén y hacía nuestra ciudad girarán -como entonces- pastores y reyes o -como ahora- prensa y aficionados. Es sin duda un partido para disfrutar porque por cosas como esta queríamos regresar a nuestra casa en primera y para recordarnos a nosotros mismos –como el ángel de Frank Capra en ‘¡Qué bello es vivir!’- de dónde venimos, qué podría haber sido de nosotros y dónde queremos llegar.
Pero también es un partido para ganar pues el deporte profesional no premia a los segundos y porque de derrotas más o menos honrosas no se come. Una victoria para demostrar al planeta que una vez más, desde la humildad y la pobreza pero desde el convencimiento y la honradez en lo que se hace, ya sea naciendo en un pesebre o entrando en concurso de acreedores, se puede ser el rey de reyes o se puede tornar el final lógico del pez grande comiéndose al chico por otro en el que sea el pequeño quien salga victorioso, de forma que a partir del sábado la Historia ya no hable de la victoria de David frente e Goliat sino de la gloria del Real Valladolid frente al Fútbol Club Barcelona.
Un Real Valladolid que se plantará sobre el césped para recordar a su rival -como hiciera el espíritu de Jacob Marley a Ebenezer Scrooge en el ‘Cuento de Navidad’ de Dickens- que ni el dinero, ni la riqueza, ni la abundancia lo son todo. Para demostrar que el empeño, la humildad y la fe dan mejores resultados.
Ironías del destino, por oriente -como entonces- asoman ya al reclamo de la estrella posada en el estadio la corte de Messi, Iniesta y Xavi, los nuevos magos de este siglo. Junto a ellos se presentará en Zorrilla un equipo cuajado de campeones del mundo, alegre como el tintineo de unos cascabeles y vistoso como un espectáculo del Circo del Sol pero también letal como el veneno que se guarda en tarros tan pequeños como la estatura de aquellos tres genios. Un equipo que asfixia de tal manera que, de no ser por un Messi tan rápido, vertiginoso y letal como el mordisco de una víbora, sometería a sus rivales a través de una muerte dulce.
Y ante eso el Real Valladolid no tiene nada que temer, pues el Barça sabe que se enfrenta a su alter ego, a su propia imagen reflejada en un espejo. Un Real Valladolid cuyo fútbol en ocasiones debería abandonar el estadio para contemplarse en los museos y en el que los niños ya reconocen a sus magos particulares –Ebert, Óscar y Manucho-, convencidos de que adelantarán el Día de Deyes al sábado por la tarde donde cambiando nuestros zapatos por palmas y aliento, y el vasito de leche por el bocata del descanso, volveremos a escribir la historia más grande jamás contada, triunfaremos frente a aquel que todavía no ha sido derrotado en esta liga y además recibiremos un regalo en forma de tres puntos.
P.D: Mientras escribo este artículo me entero de la recaída de Tito Vilanova en su enfermedad. Todo el ánimo del mundo para él y para todos aquellos que sufren algún tipo de mal. Fuerza e ilusión a todos ellos para salir de ese trance.
Y si no nos leemos antes disfruten ustedes de una feliz Navidad y sean agasajados con un gran año 2013.
