Análisis del próximo rival del Real Valladolid

4-3-3. 4-3-3. 4-3-3. Como si se tratase de la combinación mágica que abre una caja fuerte, los tres números se repiten en la cabeza de la afición blanquivioleta. 4-3-3. 4-3-3. 4-3-3. Y la cuestión es que Joan Francesc Ferrer, alias Rubi, juega al despiste y no quiere dejar claro si la próxima jornada será la tercera consecutiva en la que use la formación, pese a que tan buenos y ostensibles resultados está dando.
Mientras, el Alavés ya piensa en Zorrilla, un partido que marcará si los dos buenos encuentros del Valladolid han sido un mero espejismo o una auténtica realidad para creer posible el volver a engancharse a los dos puestos de ascenso directo.
Diferentes metas
Y hete aquí que enfrente espera un Alavés peleón, de esos equipos vascos aguerridos y especialistas en brega que están dispuestos a dejarse la piel sobre el campo. Eso es exactamente lo que se encontrará enfrente el Real Valladolid, deseoso de darle otro gusto a su afición. A ojos vista, los objetivos de ambos equipos son bien diferentes. El del Pucela, continuar a la caza de Sporting y Las Palmas. Sin embargo, el del conjunto vasco es otro.
En la zona media-baja de la tabla, concretamente en el decimocuarto puesto, los alaveses quieren sumar un plus a los veintitrés puntos que guardan en el casillero para terminar de alejarse de los puestos de descenso, ahora mismo marcados por un Llagostera con diecinueve. Las últimas temporadas no han sido sencillas y esta vez no se quieren sustos. Pero hay que remontarse un poco atrás para conocer la verdadera situación del Alavés.
Toda vez que parece que por fin se desvanece la sombra de Dmitry Piterman y el club se encuentra en una situación mínimamente más holgada en lo económico –dentro de lo posible-, los recientes años han sido duros institucional y deportivamente para el club presidido por Alfonso Fernández de Trocóriz. Cuatro temporadas en Segunda B concluyeron con un ascenso en la 2012/2013, para después conseguir la salvación el año pasado en la última jornada. Pero hay una intrahistoria detrás.
La ambición de la temporada pasada, una vez firmado el regreso a Segunda, no era otro que mantener la categoría. Pero del dicho al hecho, hay un trecho. Primero cayó Natxo González del banquillo, unas jornadas después, Juan Carlos Mandiá. Todo parecía perdido cuando la directiva, quién sabe si tratando de dar un golpe de efecto o simplemente por caer al pozo gastando el menor dinero posible, decidió colocar al que había segundo entrenador de ambos, un viejo conocido de la afición blanquivioleta como Alberto López.
A partir de ahí todo dio un vuelco. El Alavés conseguiría la permanencia en el último segundo ante el Jaén y, por ende, la directiva decidió dar la oportunidad al ex portero otra temporada más dejándole el mando.
Poco a poco

Y por ahora el salvador no lo está haciendo nada mal. Lejos de los puestos que queman, ha conseguido imprimirle a su plantilla ese trabajo, esfuerzo y saber estar que ya demostró en Zorrilla, aunque al final sean los jugadores quienes patean la bola.
A saber, Toti y Toribio se han vuelto imprescindibles en el centro del campo, y así lo demuestra el hecho de que hayan jugado la totalidad de partidos en el presente campeonato liguero. Arriba, al servicio del gol, lo cierto es que no se puede decir que el Alavés peque de dependencia de ningún delantero. De hecho, las dianas quedan bastante repartidas.
Cinco para Juli, pichichi del equipo a sus treintaitrés años, cuatro para Manu Barreiro, tres para Ion Vélez y dos para Despotovic, así, todos escalonados. Ahora, después de la última derrota en casa ante el Mirandés por 1-3 hay ganas de resarcirse, de darle la vuelta a la tortilla. Este domingo se verá quién le echa más garra.
Curiosidad del rival de esta jornada: La historia de Dmitry Piterman después de su abandono del Alavés sigue siendo tan pintoresca como su paso por el club vasco. A día de hoy, desde finales de 2012, se encuentra inhabilitado en el mundo del fútbol por una sentencia del Juzgado de lo Mercantil de Álava, castigo que en principio durará quince años.
