Análisis del próximo rival del Real Valladolid

Año Nuevo, vida nueva. No en cuanto a resultados, después del último precedente ante el Barcelona B que podría indicar que el Pucela se ha recuperado en cuanto a balance ofensivo se refiere, pero sí en cuanto a sensaciones se refiere.
Los de Rubi tienen por delante el difícil y complicado reto de encadenar dos victorias consecutivas, y lo que es mejor, poder demostrar a toda su afición que el coloso que quiere volver a Primera ha regresado.
La empresa, por supuesto, no pinta nada sencilla. Enfrente espera un Zaragoza que continúa al acecho de los puestos de play off y que, pese a una primera mitad de competición algo irregular, no ha perdido comba con los de arriba y sigue con el ascenso entre ceja y ceja. La Romareda ya espera al Real Valladolid.
Peligro de igualdad
Y es que este se trata de uno de esos partidos por los que merece la pena llevarse la victoria por varias razones; primero, por los tres puntos. Segundo, por evitar que el otro se los lleve. Tercero, por el golpe moral que supone dejar en la cuneta a un potencial peligro. De hecho, toda vez que el Valladolid cuenta 31 puntos en su casillero y el conjunto maño 28, un triunfo local supondría la práctica igualdad entre ambos.
Una tendencia que solo terminaría de confirmar las sensaciones de Ranko Popovic, nuevo entrenador del Zaragoza desde hace apenas cuatro jornadas. La situación del club este año es de lo más delicada, tanto en el aspecto institucional como en el económico, y los continuos tropiezos de la plantilla, hasta hace bien poco muy desencaminada de la senda del ascenso, terminaron por hacer estallar la bomba.
Por partes. Todo comienza en verano, cuando la desaparición de Agapito Iglesias del accionariado y de la presidencia –lo cual hizo soltar un suspiro de alivio a la afición- en detrimento de la Fundación Zaragoza 2032 y del nuevo máximo dirigente, Christian Lapetra, hace pensar a la grada que el sueño de Primera vuelve a ser real tras una discreta temporada en la que los blanquillos firmaron una decimocuarta posición.
Pero no todo marchó como se esperaba. Víctor Muñoz, hombre de la casa en quien se confiaba plenamente, no terminó de hacerse a una plantilla de lo más cambiada, o viceversa. Desembarcó entonces el desconocido Ranko Popovic, una medida a la desesperada para dar un golpe de timón. Y así fue. Cuatro partidos después, dos victorias en casa y dos empates fuera mediante, la sonrisa ha vuelto a La Romareda. De esta manera, se puede decir que el Zaragoza recibe al Valladolid este domingo en el mejor momento de la temporada y con ganas de dar un golpe sobre la mesa.
Cambio de juego

Como suele ocurrir en estos casos cuando los resultados marchan, no solo ha sido cuestión de meter goles, sino que los de Popovic han mejorado ostensiblemente su juego para aprender a ganar partidos. Eso, unido a unos números más que aceptables como local, ponen en un serio apuro a los de Rubi, con bastantes contratiempos en sus últimas salidas de Zorrilla.
Cinco victorias, tres empates y una sola derrota en La Romareda situán al Zaragoza como sexto mejor defensor de su terreno en toda la categoría, merced de diecisiete goles a favor y diez en contra en estos nueve encuentros.
Lo cierto es que esta temporada un partido con los maños como locales están suponiendo bastantes goles, no hay más que mirar la media de tres por choque.
No es casualidad semejante balance ofensivo, claro. Borja Bastón con once dianas en Liga, se ha convertido en una de las revelaciones de la presente temporada y ya son bastantes los equipos que suspiran por él, que gracias al amparo de dos escuderos como Ruiz de Galarreta y Dorca en el centro del campo termina de formar un tridente mortal y al que no deberán perder ojo los de Rubi.
Curiosidad del rival de esta jornada: En la historia del Zaragoza se recuerda con cariño lo que muchos llaman la generación de los Alifantes, nombre que tomaron los por entonces jugadores maños cuando el 5 de mayo de 1935 el equipo jugaba en el Pueblo Nuevo de Barcelona ante el Júpiter.
Transcurría el segundo tiempo, el Zaragoza se imponía por 0-3 y Miguel Gay, periodista deportivo, escuchó a un hombre decir que era imposible marcar un gol a los aragoneses por que parecían “Alifantes”. El hombre en cuestión, lógicamente, quería referirse a la altura de algunos defensas como Gómez, Alonso y Lerín, que medían más de 1’90, comparándolos con elefantes. De esta manera, con un error léxico, quedó nombrada una gran generación de futbolistas, pero que la Guerra Civil se encargó de separar.
