Volver a empezar siempre es un reto y tiene mucho mérito. Cyle Larin lo ha hecho varias veces. El canadiense dejó huella en el Real Valladolid durante aquellos meses de 2023 en los que hizo del gol una rutina para lograr un ascenso clave, pero su salida hacia tierras baleares le alejó del foco. Ahora, en el Mallorca y bajo el mando de Jagoba Arrasate, ha encontrado un nuevo escenario en el que volver a demostrar que es más que un rematador de área. El canadiense ha tardado en asentarse como jugador de continuidad, pero ha convencido a todos con su fútbol.
La temporada 2024/25 está siendo la de su reivindicación en la élite. En un equipo de mecanismos muy bien trabajados, el ritmo controlado y una clara escasez de ocasiones de remate directo, Cyle Larin ha logrado hacerse un sitio no solo como delantero titular, sino como un perfil útil en múltiples registros. Su adaptación al ecosistema de Arrasate no ha sido inmediata, pero sí progresiva y excelente. Hoy ya nadie discute su presencia cuando aparece en el once.
Cyle Larin, un delantero de esfuerzos largos y remates cortos
El fútbol de Larin es más sutil de lo que a veces parece. Su altura (1,88 m) y su zancada invitan a encasillarlo como un nueve de área, pero su repertorio es mucho más completo. Baja a recibir, tira apoyos, genera líneas de pase para los interiores y tiene una lectura interesante de los espacios a atacar. No es un delantero que viva del caos, sino del cálculo. Incluso tiene una tendencia llamativa a la banda, claramente pulida en Turquía.
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— RCD Mallorca (@RCD_Mallorca) December 18, 2024
En Mallorca ha afinado mucho esa lectura. A menudo, el futbolista parte como una única referencia, con dos extremos a su lado y un mediocampo muy poblado por detrás. En ese contexto, sus movimientos son vitales para estirar defensas y fijar centrales. Su capacidad para aguantar de espaldas y descargar en corto le da continuidad al ataque y su agresividad en el área sigue estando intacta para cuando existe espacio para la ocasión. Cada centro lateral es una amenaza si Larin está dentro y su tasa de remate así lo indica.
Si algo ha cambiado respecto a su paso por el José Zorrilla, es su madurez táctica. Entonces vivía más pendiente del gol y siendo un rematador clave en el área, pero ahora forma parte de todo el engranaje. Y aunque su cuota goleadora no es tan alta, su valor para el equipo ha crecido en Arrasate. El propio entrenador bermellón lo ha destacado en más de una rueda de prensa: “Cyle Larin nos da muchas cosas sin balón, y eso se nota más de lo que parece”.
Su encaje en el plan de Arrasate
No es fácil ser delantero del Mallorca. El equipo no es capaz de generar tantas ocasiones. El equipo no suele dominar los partidos y se siente más cómodo defendiendo en bloque bajo que viviendo en campo contrario. En ese panorama, cada error se nota pues se reduce la capacidad para ganar. Hoy, Larin ha sabido jugar con esas cartas. Su fortaleza mental, su implicación defensiva y su capacidad para convivir con la escasez le han dado valor. Es un delantero de tramos: puede no aparecer durante veinte minutos y, de pronto, decidir el partido con un desmarque o un remate seco que sume peligro.
Jagoba Arrasate le ha exigido esfuerzo, presión, solidaridad defensiva. Larin ha respondido y sabe que su juego aéreo y su físico le permiten ser importante no solo en ataque, sino también defendiendo centros laterales o sujetando despejes. Es un jugador útil en todo el campo, y eso, en un equipo que suele vivir en el alambre, marca la diferencia. Este año, son 21 partidos como titular, 20 en LaLiga, aportando seis goles y dos asistencias en lo que va de temporada.
Además, su conexión con jugadores como Dani Rodríguez o Darder ha ido creciendo y en ocasiones es el destino de sus pases. Cuando el equipo consigue hilar tres pases seguidos, Larin aparece para sumar, hacer crecer la jugada o bien tratar de resolverla. Sabe colocarse, asociarse, dejar de cara. No solo es un rematador: hoy también es un adalid de la pausa y el sentido. Y cuando pisa área, su eficacia sigue ahí. Pocas veces necesita más de una para acertar.
Desde que salió del Valladolid, Cyle Larin ha tenido que escuchar que lo suyo fue solo una racha y que ese año en Pucela fue puntual. Que no era un jugador de Primera División. Hoy, en Mallorca, esas voces suenan más lejanas y ha ampliado su registro. Y mientras en Valladolid muchos siguen recordando con cariño sus goles en Zorrilla, en Son Moix celebran haber recuperado al delantero que no solo brilla, sino que convence.