
Cualquier bachiller letrado tuvo que toparse, en una cercanía más o menos razonable, con las ‘Quinque viae’ de Santo Tomás de Aquino en su trayectoria estudiantil. Cualquiera que logre recordar tales momentos, recordará también, con menor o mayor hastío, los cinco nominativos que recogían la esencia de cada una de las vías. Siendo así, siempre conviene recordar lo asimilado, no como afrenta a la memoria, sino como recordatorio al conocimiento, a aquello ya aprehendido. Algo parecido a la vacuna recordatoria del tétanos, aunque menos doloroso.
Conviene desde esta web recordar aquello tan complicado, pero tan humano, que es el creer. Ya sea por deber para con nuestro amado Pucela, o por continuar con esta santa locura, santa por aquello de que nunca hemos sido demonios, menos desde que invocamos a la fe.
Aun así, e introducido el tema, seremos sinceros. Aquí se cree, se cree de verdad, como anhela quien al amor de la vida espera, como quien cree en el milagro pese a tener la espada de Damocles pululando por sus inmediaciones, como quien solamente cree. Sin embargo, esta fe de amor no es ciega, y no solo porque la venda desapareció hace tiempo, sino porque somos capaces de argumentar que las opciones retroalimentan el creer, y que este, aumenta las opciones.
Repasando los argumentos tomistas que, en opinión de quien las escribió, demostraban de manera racional la existencia de Dios en un auténtico ejercicio retórico de retorcida lógica, podemos observar clarividentes símiles que simulan la sustancia de nuestras creencias en la salvación del Real Valladolid.
Nuestro primer motor, el inmóvil que lo mueve todo, es la afición, aquella que debe creer para alimentar las opciones. Sin ella, no hay club, no hay equipo, no hay un ‘nosotros’, no hay nada, pero, en cambio, con ella, somos todo, capaces de todo.
En el imposible ad finitum de la Vía de la causa eficiente, vemos un símil con ese otro imposible que es el de que los empates prosigan, ya que, por ninguna lógica, una igualada no genera otra.
El ser necesario es el Real Valladolid en Primera División. Un ser necesario por sí mismo. No entendemos a este equipo fuera de donde merece estar, fuera de la élite a la que tanto ha pertenecido, pertenece y pertenecerá.
Los grados de perfección nos llevan a pensar que si el Real Valladolid no es el mejor, pese a haber ganado al FC Barcelona, actual campeón, no es, ni por asomo, uno de los tres peores equipos de esta competición. Un equipo que en su eterno lecho de muerte asestó puñalada tal al gigante blaugrana, no puede ser malo, sin ser perfecto.
En la última vía tomista es donde encontramos el argumento que, sin duda, nos muestra que debemos creer en el Real Valladolid porque este, la próxima temporada, jugará en Primera. Si el demiurgo creador de todo nos puso en Primera, pese a todos los contratiempos que en esa temporada se tuvieron a orillas del Pisuerga, no hay razón para que abandonemos el Olimpo futbolístico español. Dios no puede contradecirse, puesto que es primer motor, causa eficiente, ser necesario, perfecto y, evidentemente inteligente y rector del mundo.
Si estas razones no han convencido, si parecen sacadas del papiro más vetusto y descatalogado que hayamos podido encontrar, no desesperen. No desesperen, y crean, porque si la lógica no lo explica, igualmente estaremos en Primera, porque si usted cree, se puede.
