Es difícil destacar en LaLiga cuando los titulares y los presupuestos marcan el paso en la rutina del día a día en el fútbol actual. En los márgenes, el CD Leganés ha sido capaz de volver a primera con un traje de superviviente bien cosido. Sin grandes nombres, con algún fichaje mediático que salió regular y mucho mimbre del ascenso, este Lega de Borja Jiménez se ha permitido tutear en Primera División a pesar de que la última jornada invite a la reflexión. A estas alturas, donde todo vale, el Leganés sigue sabiendo a qué juega.
Borja Jiménez, técnico de los de pizarra y libros, ha sido el arquitecto de un plan que no solo ha valido para llegar a la élite, sino para crear una identidad sólida. El Leganés de la 24/25 no es de los que enamoran de primeras, pero quien se molestar en probar con una segunda cita consigue ver el trabajo que ha hecho un Borja Jiménez capaz de dirigir un proyecto ambicioso con piezas que han sido capaces, en muchos puntos de la temporada, de rozar la calma en LaLiga.
Equipo compacto, pragmático y con fe. Sobre todo, en un sistema que les define y que les ha conseguido dar una oportunidad de oro en medio de la inestable zona baja. Incluso en una tormenta perfecta que parece tener al Leganés entre ceja y ceja para volver a LaLiga Hypermotion, el conjunto pepinero está a una sola victoria y una carambola con el Espanyol de conservar la división.
El sistema como bandera del Leganés
Aunque Borja Jiménez, como los buenos entrenadores, no suele atarse a la rigidez de un sistema constante, la estabilidad del Leganés ha bebido con cierta fidelidad de un 1-4-2-3-1 durante buena parte del curso. A través de esa estructura ha sabido cambiar a línea de cinco atrás en momentos concretos y especialmente cuando el rival exige ajustes en campo propio, lo que motiva tratar de cometer menos errores.

La prioridad del Leganés ha sido siempre el orden. Desde la primera jornada, el equipo de Borja Jiménez ha sido reconocible a través de sus líneas juntas, las ayudas constantes y la constante vigilancia sobre los espacios. El ataque siempre ha tratado de beber de las opciones de aprovechar la coyuntura que de provocar el vértigo. Beber de la oportunidad tras el choque rival contra el orden defensivo propio para atacar a su espalda con sentido y coherencia.
En la pizarra de este Leganés no hay mucho espacio para la fantasía. Siendo la red de seguridad una condición sine qua non, el trabajo continuo sobre los roles y los deberes colectivos en defensa han sido una parte clave de su día a día. El Leganés no especula demasiado y se expone lo justo. Tratando de trazar ese equilibrio entre la espontaneidad controlada y el orden extremo para evitar errores ha encontrado su espacio y su condena.
Una que le ha permitido sobrevivir a duras penas en LaLiga pero que también le ha facilitado jugar minutos de mucho nivel competitivo en una división francamente dura, en la que la diferencia de nivel hacía que la pelea de este Leganés no era dominar partidos, sino salir vivo de ellos.
Fortaleza coral e imaginación limitada
Si hay una seña de identidad del equipo de Borja Jiménez es el contraste evidente entre la capacidad de crecer en defensa y en ataque. No desde lo posicional únicamente, sino desde la implicación colectiva en ambas funciones. Si en defensa el repliegue empieza en la línea de tres cuartos y se ejecuta con la disciplina de un ejército, el ataque es capaz de fiar su producción ofensiva a momentos concretos a través de sus jugadores más creativos y con la falta de un ‘9’ asentado que firme cifras relevantes en LaLiga.

El bloque bajo ha funcionado y el equipo ha cerrado el área con solvencia, obligando a los rivales a buscar soluciones desde fuera. La estadística no miente: buena parte de los puntos obtenidos han llegado en partidos donde el rival ha acabado frustrado por no encontrar el camino hacia el gol. Mantener el cero ha sido para el ‘Lega’ el primer paso hacia la esperanza. El gran debe de este Leganés ha sido, sin duda, el gol. La falta de ese perfil de delantero centro puro que asegure una decena de tantos ha condicionado el rendimiento de un equipo que es el quinto equipo menos goleador de LaLiga. El conjunto pepinero ha generado menos ocasiones de las deseadas.
Un equipo que compite… y no se rinde
El Leganés ha buscado puntos a través de sus propias seguridades. Aunque su camino no ha sido brillante y los deberes no están hechos, sí ha sido un equipo honesto con sus fortalezas y sus debilidades. En esa lectura de virtudes y defectos brilla especialmente el talento de Borja Jiménez para tomar una plantilla llena de vicios y virtudes y acercarla a la salvación.
A falta de apenas 90 minutos de carrera en Primera División, el equipo pepinero está metido de lleno en una pelea dura por la permanencia. Los sólidos argumentos que hablan de errores que han desembocado en este alambre en el que se está paseando el equipo con el descenso bajo sus pies, hablan también de las razones de tener aún la oportunidad de que esa estructura reconocible y ese trabajo incansable le haya acercado a la salvación. Lo que ocurra en el desenlace del campeonato marcará si el trabajo tiene recompensa inmediata o tocará reinventarse de nuevo en Segunda División. En Butarque ya la conocen bien.
