
Nadie imaginaba un par de horas antes que el envite entre Real Valladolid y Córdoba tendría como protagonistas a la lluvia y un par de olas. Tampoco, quizá, media hora antes del encuentro, cuando la lluvia se convirtió en granizo.
Éste duró apenas unos minutos. Luego volvió a dar paso a la lluvia. Su caída ingente provocaba en la ciudad, en el camino que los nueve mil más fieles seguían, numerosos charcos. En ellos, provocados por la energía de los automóviles, olas varias.
“Se veía venir”, dirá alguno. Engañándose. Como lo hará todo aquel que reconozca haber esperado un partido tan plácido como en vivido por esas nueve mil personas en el Nuevo José Zorrilla.
Pese a la sensación de que quizá el Córdoba no va a pasar apuros, el solo hecho de que su entrenador sea Lucas Alcaraz invitaba a la desconfianza. Más aún cuando venían de empatar frente al Betis.
Hablaba el técnico andaluz, después de ese partido, de la fatiga que notaba en sus hombres. Fatiga o realidad, lo cierto es que cuando apenas habían transcurrido tres minutos del encuentro iban ya por debajo en el marcador.
El madrugador gol de Jordi Figueras en el minuto tres, anotado de cabeza tras un saque de esquina, encontró desafortunado parangón en el veinte. Entonces, un error de la zaga blanquivioleta era culminado por Sergio Matabuena en propia meta.
Con la vuelta a la igualada, la batalla subterránea previsible al iniciarse el partido daba de nuevo comienzo… o no. Apenas tres minutos después, Óscar González se coló entre las dobles parejas para perforar de manera inapelable la meta de Alberto García.
Recogió el balón en la zona izquierda de tres cuartos, se adentró mínimamente y se perfiló sin oposición. Con la precisión de un francotirador, disparó a la escuadra contraria el tanto que volvía a adelantar a los suyos en el electrónico.
Por fuerza y colocación ahí pudo acabar el balón. O en las mismísimas nubes. Sin que así ocurriera, dio la sensación de que alguien ahí arriba se había asustado ante el lanzamiento del salmantino. O, en el mejor de los casos, que quería disfrutar del resto del partido.
La lluvia, entendida como caída del cielo del líquido elemento, cesó. No lo hizo el juego de los de Abel Resino, dominante ante un rival somnoliento y que apenas presionaba mientras el cuero viajaba con precisión de hombre a hombre.
Tampoco se detuvo la lluvia de goles, continuada por Mehdi Nafti en una jugada que dio buena cuenta de esa nula presión andaluza. El franco-tunecino, antes de alojar el balón en las mallas habría tenido tiempo incluso de echarse una siesta tardía.
Antes del tiempo de asueto, Óscar González leyendo entre líneas su monólogo. El monólogo de un equipo resucitado y que invita a su afición a que le haga la ola.
Poco, por no decir nada, había variado enfrente antes de la marejadilla local. Lucas Alcaraz había dado entrada a Beobide por Usero. Más madera. Nula creación. Ni hablemos ya de la lucha por el balón.
Éste caminaba de un lado al otro del césped, bien drenado, buscando el roce con Javi Guerra. Con el Córdoba hastiado, aburrido y mojado, que el malacitano anotase era el objetivo que restaba por cumplir.
Para cuando éste se cumplió, Antonio Barragán había dado paso ya a Pedro López. Lesionado, antes de la sustitución provocó una tarjeta que le llevará a cumplir ciclo. Descanso y limpieza con las miras puestas en el play-off.
Corría el minuto sesenta y cinco cuando una jugada cocinada a fuego lento – como todo el encuentro – era culminada en gol por Javi Guerra después de un fallo garrafal de la zaga del Córdoba.
Después de que un par de olas rompiesen antes de tocar orilla, la sustitución de Guerra por un voluntarioso Bacari provocó una ovación de gala al punta y favoreció que, esta vez sí, varias olas congratulasen al equipo.
Fue, ésta, la penúltima de las llegadas. En la última pudo haber penalti de Jordi sobre Javi Flores, pero ni tan siquiera los hombres de Alcaraz reclamaron con ahínco e intenciones de acercarse en el marcador.
Con el cinco a uno definitivo, el Real Valladolid recibe y da un nuevo golpe de moral y aviso. La próxima parada en la escalada será Tenerife, ante un rival que puede estar ya descendido o ante la última oportunidad de salvarse. No estará Nauzet Alemán, después de forzar, como Barragán, la tarjeta con que cumplir ciclo.