Hay momentos en la vida en los que uno extraña lo que no ha tenido… y el Real Valladolid atraviesa uno de esos momentos. El conjunto de Guillermo Almada echa de menos ser capaz de convertirse con balón en algo que no es, o por lo menos no por ahora: en un equipo de pausa más que de prisa, de dominio y no tan reactivo. Y para eso va a necesitar a Mathis Lachuer, debutante contra el Albacete Balompié, aun cuando no es exactamente ese perfil de centrocampista. No es tanto calma como tempestad, y sin embargo, tendrá que ser manejo, mando, dos cosas de las que hasta ahora adolecen los blanquivioletas en mediocampo.
Después de un rutilante inicio de curso, en el que el Real Valladolid sorprendió gracias a la presión adelantada por su intensidad y su efectividad, la naturaleza del juego ha variado, o al menos se ha matizado, durante los tres últimos partidos, en los que los vallisoletanos han tenido fases de tenencia mayor de las esperadas frente a rivales aparentemente propositivos, como son el Córdoba, el Real Zaragoza o el Albacete Balompié, que ya sea por sus necesidades o porque saben de las artes pucelanas redujeron sus expectativas de balón por debajo de las presumibles.
Así, contra estos tres últimos rivales el Real Valladolid ha acumulado periodos por encima del 55% de posesión; concretamente, un 56% en la primera parte contra los cordobeses, un 57% durante la primera mitad contra los zaragozanos y un 61% y un 66% frente a los manchegos. En contraposición con los dos primeros duelos, esto no se tradujo en victorias, ni tampoco en una sensación de que, más allá del dominio territorial eventual, lo hay con el esférico controlado. No por los resultados, o no solo, sino por el fútbol plano practicado. Y ahí es donde Lachuer debe entrar.

Lachuer en el Mirandés no era exactamente eso
Antes de colocar cualquier sambenito al galo, en realidad conviene precisar que Mathis Lachuer en el Mirandés no era exactamente eso; en parte, debido a que los jabatos tendían a ser reactivos, igual que precisamente es el Real Valladolid, y en parte porque para eso el Mirandés tenía a Gorrotxa, cuya zona de influencia y peso fueron aumentando, aunque sobre el papel más de base, como lo es ahora en su vuelta a la Real Sociedad. El nuevo futbolista del Pucela era entonces la pieza que ensamblaba y unía dos perfiles muy marcados: la orientación y pausa del donostiarra con el talento de Alberto Reina.
Lachuer fue de estas tres piezas del ensamblaje de Alessio Lisci quien menos minutos acumuló en la temporada, 3.028, por los 3.747 de Alberto Reina y los 4.088 de Gorrotxa (unas cifras elevadísimas, no obstante, en los tres casos), y también quien dio menos pases: 0,25 por minuto, por los 0,28 del hoy jugador del Real Oviedo y los 0,36 del mediocentro txuri-urdin. Esto fue debido a que Gorrotxa era el corazón, Reina era el cerebro y Lachuer el músculo; respectivamente, el ‘6’, el ’10’ y el ‘8’, una cuestión que no inhabilita al francés para ser, de algún modo, lo que el Pucela anda necesitando.
Siendo honestos, seguramente lo que más extrañe el Real Valladolid sea un perfil con peso en el rol de ‘6’, un jugador con unas características que dentro de la plantilla solamente tiene Maroto, pero con un peso específico para desempeñar tal fin mayor que el que le han dado o que el que ha adquirido hasta ahora el canterano. Decir que falta un Gorrotxa es aventurado por el contexto en el que este está; lo fácil es decir que falta un Monchu, cuando tampoco es eso, pero puede servir el ejemplo como semejanza, puesto que al balear no le faltaba ese fútbol, sino quizás consistencia (no en el pase, sino regularidad).

… pero puede valer…
Bien es verdad que tener saudades de lo que no se tiene -ojo: o quiere; habría que preguntar…- es terreno baldío hasta el próximo mercado de enero, por lo que, aunque seguramente aquí mismo se vaya a extrañar (ojalá no a menudo), conviene hablar más o mejor de lo que se tiene. Y en el contexto actual, con el actual plantel, Lachuer puede valer, quizás no tanto porque sea él el llamado a jugar de ‘6’ como por sus capacidades para trasladar el balón, que sí las tiene, en esas conducciones que rompen líneas y que ni Juric ni Meseguer, el doble pivote que Almada ha instaurado, ejecutan igual.
Respecto al segundo, Lachuer eleva las prestaciones físicas (no es un reproche a Meseguer; sus fisonomías son diferentes) y la capacidad para repetir esfuerzos, así como para batir líneas por dentro, con una precisión mayor desde el punto de vista potencial, si se tiene en cuenta lo más cercano en el tiempo del francés. Y además viene de una dinámica positiva, casi idílica a pesar de no conseguir el ascenso, en la que, aun siendo esa pieza que ensamblaba, la que unía dos concepciones diferentes de juego, como eran la prosa de Gorrotxa y el verso de Reina, era el canal transmisor de una frecuencia ganadora como fue la mirandesista.
Llegados a este punto, la pregunta que cabe hacerse de dónde puede venir el siguiente paso para elevar el volumen del juego, lo cual daría para otra reflexión más que para una nota al pie de página. Lo primero es lo primero: conocer qué puede hacer uno con los recursos que tiene… y saber que Mathis Lachuer puede valer para subir el primer peldaño de los varios que el Real Valladolid tiene que ascender para mejorar su juego.
