La marcha de Jose provoca la pérdida de un referente para la afición, algo de lo que el club no anda sobrado

La venta de Jose al FC Barcelona proyecta de nuevo al Real Valladolid debajo de los focos de los clubes de la élite años después de su último traspaso millonario, pero tiene sus contraindicaciones. Además de las evidentes relativas al mero fútbol, estas tienen estrecha relación con los sentimientos. Con su marcha se pierde un referente.
Y es que hacía años que un canterano no afloraba en el primer equipo, y mucho menos con la fuerza con la que él irrumpió. En un momento en el que la hinchada estaba (y está) cada vez más deprimida, el talaverano supuso un soplo de aire fresco para los aficionados, que, a falta de un ascenso que llevarse a la boca, al menos veían cómo uno de los suyos se dejaba hasta el último aliento sobre el tapiz.
Porque por muy de fuera que sea, o aunque no fuera (sea) estrictamente de la casa, Jose Arnáiz encarnaba la fe y el corazón. Es por todo ello que se convirtió en un referente, uno al que incluso en las horas previas a su traspaso se le pedía, en un grito desesperado, que se quedara.
No importará la identificación si la pelotita entra. Da igual quien marque el gol del ascenso si llega. Pero hasta que llegue, esta temporada, en la venidera o cuando sea, su pérdida supone una que no parece que vaya a ser reparada con un canterano, vista la puerta abierta por la que Toni o –en menor medida– Anuar pueden salir. Y si esto no se considera grave, recuerden las palabras (gritos) en contra tanto de la plantilla como de Carlos Suárez terminado el pasado curso.
