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Lo suficiente y lo insuficiente

por Jesús Domínguez
7 de febrero de 2015
en Noticias
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Al Real Valladolid le basta con una pizca de fortuna y acierto para ganar a un Racing al que le faltan intangibles para trasladar su buena voluntad al marcador

 

Túlio de Melo
Túlio de Melo hizo su debut

Cuando el aficionado de un rival del Real Valladolid eche un vistazo a vuelapluma a los resultados de la jornada verá que el conjunto que dirige Rubi venció por un gol a cuatro en El Sardinero. “Victoria sin paliativos”, titulará su mente, jugando a ser periodista, si al marcador no lo acompaña la necesaria crónica. Y sí pero no.

A orillas del Cantábrico se aliaron con el Pucela lo suficiente y lo insuficiente, para vencer a un voluntarioso Real Racing Club, que no tiene mucho más que eso, voluntad de ser mejor de lo que parece o, quizá, de lo que es. Porque lo cierto es que de calidad anda ciertamente justito, aunque no por ello debe ser menospreciado, pues, consciente de sus limitaciones, intentó incomodar, y a ver qué pasa. Y si no lo logró fue porque el viento de norte le sopló de cara como si fuera un artista en Eurovisión.

Al Valladolid, en cambio, le sonrió la suerte como si de Suecia se tratara, aun cuando su puesta en escena fue estridente como la de Conchita Wurst. Tuvo hasta barba –la de Timor–. Y como afinó de cara a puerta…

Por muy buena voz que tuviera su intérprete, seguramente Austria no habría ganado el festival en 2014 sin su barba. De la misma manera, los de Rubi jamás hubieran ganado en Santander de no ser por la calidad de sus puntales. En otra ocasión, ante mejores rivales, lo mismo ni Conchita habría sido invitada a los Globos de Oro ni los blanquivioletas dormirían plácidamente en ascenso.

Decíamos que en El Sardinero hicieron acto de presencia lo suficiente y lo insuficiente. Con lo primero, con suficiencia, se impuso el Real Valladolid, aunque de una manera fingida, ya que probablemente el juego desplegado sea contrario a ese término. Pareció como si los vallisoletanos jugasen con las cadenas puestas del autobús, dispuestos a avanzar, pero al ralentí.

El Racing salió fuerte, presionando, sin inquietar en exceso, aunque lo suficiente como para forzar pronto las amarillas de Marc Valiente, Samuel Llorca y Timor. Probablemente no se pueda decir que el plan sorprendió, aunque sí dio la sensación de que había pillado a contrapié a los blanquivioletas, incapaces de trenzar.

Es justo reconocer que, si los méritos sirvieran para algo en esto del fútbol, los racinguistas deberían haber marcado primero. Pero como con ello no basta… Zas. Timor, a la media hora, se vistió de Deco para poner el cero a uno de falta, directa, aunque no tanto, porque su golpeo dio en un rival y despistó a Mario.

No tuvo mucha más historia la primera mitad. El soterramiento estaba por venir, que no el aplastamiento, porque para aplastar, en esto del balompié, uno ha de hacer más, y el Pucela ‘solo’ hizo goles. El segundo, a la salida de un córner, anotado por Marc Valiente, que ayudaba con una palada a que el Racing cavase su propia derrota.

Una internada de Mojica por el lado izquierdo terminó en un centro al área hacia donde Jonathan Pereira se había movido y acabó convertido en el tercero poco después. Otra palada. Y otra más, de Óscar, tras un servicio de la ‘Hormiga Atómica’, precedido de un gran pase interior de Omar Ramos, que fue de menos a más.

En un abrir y cerrar de ojos el partido había quedado visto para sentencia. Dicho sea de paso, el parpadeo fue perezoso, no por tiempo, sino por forma, como ese que da uno en clase consciente de su estado somnoliento y de que, sin embargo, por más que el sueño apremie, más lo hace la lección del profesor.

Al Racing de Santander todavía le quedaba orgullo, pese a ser goleado, y buscó siquiera acercarse a la superficie. Así, David Concha marcó el uno a cuatro en otro visto y no visto. La siesta generalizada se pudo ir al traste de valer el gol del exblanquivioleta Quique, invalidado por torpe –con perdón–. Su primer remate golpeó en su propia mano, por lo que el segundo no sirvió de nada. Fue, probablemente, reflejo de lo que fue su equipo; un quiero, un casi puedo y un no sé.

Como quien no quiere la cosa, el Real Valladolid logró otra goleada fuera de casa, aunque esta deja un sabor extraño, como el de una hamburguesa con chocolate. Es importante, precisamente por el contexto del pobre juego, y porque acerca a la candidatura al ascenso, si bien no ha desatado ni desatará euforia alguna porque lo suficiente esta vez puede no serlo la próxima.

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