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Los lunes al sol

por Jesús Domínguez
27 de abril de 2010

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El juego del gallego2No recuerdo muy bien cuál era el motivo, pero sí que los contendientes eran Pontevedra y Celta de Vigo. Partido de altos vuelos incluso siendo un amistoso. La diferencia de categoría no importaba (ni importa) cuando se enfrentan los dos equipos provincianos.

Tampoco recuerdo el resultado. Sólo que eran plenas fiestas y que por el partido ser de noche, mi madre había sustituido a mi abuelo como compañera de fatigas. Eso, y que en el descanso se rodó una escena de ‘Los lunes al sol’.

Por entonces, Luis Tosar aún no había dejado plantado a Zapatero por un Goya. Javier Bardem no estaba todavía ni con Pe ni con Oscar. Allí estaban los dos. Tan gallegos. Tan mundanos…

¿He dicho tan gallegos? El subconsciente me traiciona cuando hablo del hijo de Pilar Bardem. No por el film de Fernando León de Aranoa, pues éste no lo he visto, sino por su posterior papel en ‘Mar Adentro’.

En la oscarizada película de Amenábar, Javier clavó el acento de Boiro como si fuera mismamente de la tierra. Luego vinieron más galardones, pero he de reconocer que cuando pienso en Bardem, lo hago en Ramón Sampedro.

El caso es que estaba ayer lunes uno tan poco contento, achicharrándose bajo el sol, cuando comenzó a delirar y relacionar todo lo anterior con el Real Valladolid. Sí, sí, con nuestro Valladolid.

Y es que, párense a pensar. ¿No puede ser Javier Baraja caracterizado por Luis Tosar? Ambos siempre vinculados a su tierra. Siempre vinculados a su fin. Y en muchas ocasiones, menospreciados en un trabajo que los dos cumplen a la perfección.

Y si Asier del Horno parecen tan de Valladolid, ¿por qué no ha de encontrarse parangón con ese otro maestro de la caracterización con lo vernáculo? Reflexionen sobre ello…

Javi Baraja, decía, lleva toda una vida vinculado al Real Valladolid. Desde que forma parte de la primera plantilla, siempre partiendo como suplente. Desde entonces, siempre cumpliendo cuando salta al verde, que es no pocas veces.

Temporada tras temporada, su nombre es uno de los que aparecen en las quinielas como descartado, como hombre poco válido. Y temporada tras temporada, el bueno de Javi demuestra lo equivocados que están aquellos que, como siempre ha ocurrido con Luis Tosar, le consideraban carente del nivel necesario siquiera para intentar triunfar.

Pese a ser amante del fútbol, uno no lo es de las estadísticas. Sin embargo, por mera curiosidad, ha reparado en que el vallisoletano lleva ya veintiún partidos este año, igualando sus registros de hace dos campañas. El pasado jugó veinticuatro, como éste, haciendo un gol.

Para muchos, Baraja es de los que nunca destacan, pero, ¿acaso no es reseñable el siempre cumplir como él lo hace? En el fútbol no todo son goles o paradones. Por eso Javi merece seguir en primera. Con ‘su’ Real Valladolid. Porqué no, compartiendo vestuario con su hermano.

Hablando de merecimiento, ¿no merecería Asier del Horno por su partido del domingo un monumento? Muchos son los que en su lugar se hubieran borrado una vez haberse partido el brazo. Él no.

Quién sabe si por eso de haber salido de Bilbao, Asier no quiso defraudar a su paisano y entrenador Clemente, con quien las huestes blanquivioletas vuelven a creer.

Quién sabe porqué, un jugador que apenas lleva en Valladolid tres meses siguió luchando por un objetivo que ha hecho suyo: La salvación de un equipo que, siga o no después de junio, ya también lo es.

Muchos éramos los que conocida su cesión no creíamos en él, pero cuántas bocas ha callado. Y como ustedes, yo me alegro por Asier. Porque aquí se ha vuelto a sentir futbolista, después de tanto ostracismo y tanta lesión. Porque aquí ha vuelto a demostrar aquella calidad que en su día le llevó al Chelsea y a la Selección.

Como Tosar y Bardem, Baraja y Del Horno no eran apenas conocidos antes de grabar ‘Los lunes al sol’. Ahora sí lo hacen y, como uno y otro actor, merecen gran mención.

Ayer lunes recordaba que en Valladolid no hay Oscars. Al sol pensaba que tan siquiera podremos regalarles un César. No sé a ustedes, pero a mí poco me importa. Su trabajo puede igualmente verse recompensado. ¿Qué mejor reconocimiento a su trabajo que nuestra salvación?

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