‘That thing you do’, esa película de Tom Hanks en la que The Wonders entran en esa fatídica lista de los one-hit wonder, es decir grupo que será recordado única y exclusivamente por un solo éxito. #RugbyenZorrilla puede llevar camino de convertirse en lo mismo, un día especial, un éxito rotundo que recordaremos el resto de nuestras vidas. A mí, personalmente, me gustaría volver a vivirlo no revivirlo.
En el último lustro, los amantes del oval hemos repetido una y otra vez eso de llevar un derbi o una final a nuestro nuevo-viejo estadio. Valladolid, capital del Rugby nacional, tiene capacidad para organizar un evento de semejante tamaño, pero la Federación, ha perdido, en estos tiempos de crisis y aprovechando el tirón y dominio de VRAC y El Salvador, la posibilidad de crear un acontecimiento capaz de arraigar y ser atractivo ya no solo para Pucela, si no para otras muchas ciudades.

Foto: Racing1913.com
La utilización de los mejores estadios españoles para organizar y disputar partidos del deporte más honrado no es nueva. Vallecas, El Santiago Bernabéu, Anoeta, El Sardinero, La Cartuja o La Romareda fueron testigo, en el pasado, de finales y partidos del XV del León. El deporte no terminó de convencer a la mayoría y quedó relegado a pequeños espacios con poco más de trescientos espectadores.
Valladolid es una isla, un oasis en el desierto del Rugby nacional (nada nuevo bajo el sol). Estamos sobradamente capacitados para organizar y llenar el Estadio José Zorrilla. Miles de aficionados a este deporte, de fuera de nuestra ciudad, cogerán su coche, se montaran en un tren o autobús y vivirán una fiesta que nunca han conocido. Esto plantea de principio una serie de inconvenientes.
Estamos acostumbrados ver jugar al Real Valladolid un domingo por la mañana, ocho o nueve mil espectadores se dispersan por la grada y llenan un aparcamiento que, en su día, fue el mayor para un coso de tales proporciones.
A esa misma hora, un domingo cualquiera, mucha gente trata de ganarse la vida en el tradicional mercadillo que ocupa una parte sustancial del párking. Si con un tercio de entrada, aparcar en muchas ocasiones se convierte en un problema serio, si le añadimos parafernalia adyacente para terminar de completar la fiesta (hinchables, casetas, escenarios) ¿Qué hacemos con los vehículos de los seguidores que llenan hasta la bandera un estadio? Parece un problema banal pero a grandes eventos mayores son sus inconvenientes.
Para veintiséis mil personas es necesario activar un servicio especial de transporte público (podemos recordar la huelga de AUVASA por, entre otras cosas, la jornada laboral en domingo), se debe activar un plan especial de Policía Local para acceso y salida del estadio, plan especial de control de masas por parte de la Policía Nacional, controles de acceso al recinto por parte de seguridad privada, servicio especial de protección civil y un largo etcétera que supone un coste para las arcar municipales.
Llegados a este punto podemos pensar que el gasto que efectuarán los forasteros en empresas afincadas en la ciudad compensará el gasto, y ciertamente es posible, pero, ¿qué pasa con las que apoyan 365 días el Rugby de la ciudad? Estas empresas perderán la visibilidad en detrimento de las que realizan su publicidad en los partidos del Real Valladolid a no ser que gasten una cantidad importante de dinero para realizar lonas o cartelería que supone, en cierta manera, un importante gasto.
Cerveza, bocadillo y Rugby siempre van de la mano. Heineken, patrocinador de la Federación española de Rugby suele inundar con su logo las vallas publicitarias adyacentes al terreno de juego. Dicho esto, poca gracia me haría a mí que una de mis principales competidoras tuviera su marca en letras de veinte metros en los asientos del estadio. Poca importancia puede tener este punto más si tenemos en cuenta el artículo 4 de la Ley 19/2007 del 11 de Julio en el que se prohíbe explícitamente la introducción, venta o consumo de cualquier tipo de bebida alcohólicas a los recintos deportivos.
En Pepe Rojo podemos hacer la vista gorda. Todos somos amigos, conocemos las normas y sabemos comportarnos pero con 26.000 personas los problemas pueden surgir. Además SM Felipe VI ha sido invitado, ponga por caso que aparece y con él toda la pléyade de políticos y altos funcionarios (que jamás han pisado ni volverán a hacerlo un campo de Rugby) ¿No sería increíble infringir flagrantemente una norma con tan grandes personalidades mirando?
Por todo ello y por muchas cosas más (no quiero olvidarme del Bar La Mélé y la gran pérdida que puede suponerle no jugar e Pepe Rojo) considero que jugar en Zorrilla es grandioso, un sueño hecho realidad, pero primero podríamos engrandecer el evento, fijar Valladolid como sede fija para este tipo de partidos y crecer desde ese punto porque al final, hacer algo grande una vez, es muy sencillo poder repetirlo, no tanto y si no que se lo pregunten a The Wonders.
