Alberto Lario habla de la aportación, habitualmente desde el banquillo, de Jofre, Marquitos, Alberto Bueno y Manucho, revulsivos durante gran parte del curso, y de Dani Hernández y Javi Baraja, dos jugadores sentados al final del banco, pero cuya suma ha sido también vital para llegar a primera.
El banquillo. El hábitat natural de los jugadores ‘menos ‘importantes’ durante un partido. El entorno que unos cuantos frecuentan ávidos de minutos, con ganas de salir de él para ayudar en el terreno de juego. Este año en el Real Valladolid se han dado cita habitual una serie de jugadores que han sabido cumplir su rol y en mayor o menor medida han sumado para el equipo.
Sentado a fondo, casi más acostumbrado a ocupar un asiento en el banco que ninguno, durante casi todo el curso ha estado Dani Hernández, un guardamallas hispano-venezolano que llegó el pasado verano procedente de Murcia. Lo hizo con la vitola de portero completo, de gran envergadura e internacional con la selección ‘vinotinto’ y con la misión de luchar por la titularidad.
Poco ha podido hacer durante la temporada regular para ser titular debido al buen hacer de Jaime, pero siempre que ha hecho falta ha estado ahí. Agradable como persona, tiene un rol bastante definido en el vestuario, un tipo extrovertido y buen compañero que ha asumido con deportividad su suplencia.
El destino, siempre caprichoso, ha querido que Dani juegue un papel importante en esta mágica temporada, ya que con la lesión de Jaime en el primer partido de la promoción se ha convertido en el encargado de mantener la portería a cero durante el play-off. Una garantía, sin duda.
El capitán y ‘chico para todo’, Javier Baraja, se ha encontrado tan lejos de Djukic en el banquillo como cerca en el vestuario. Jugador de club y del club, este año no ha sido su año, ya que ha notado como las excelentes prestaciones sobre el césped de Nafti, Víctor Pérez y Álvaro Rubio le ha relegado a otras funciones más oscuras aunque no menos importantes.
Sin ningún género de duda, Javi es el bastión dentro del vestuario. El encargado de poner un poco de orden y concierto ante la delicada situación económica del equipo. Cuando le ha tocado saltar al campo para ayudar, además, siempre lo ha hecho con la mejor de las predisposiciones, tratando de cumplir en cualquier demarcación donde se le requiera. ‘Uno de los nuestros’.
El gran revulsivo es Jofre Mateu. Es el hombre que más veces ha salido desde el banquillo para tratar de colaborar en el juego con sus internadas por la banda izquierda. Jugador cercano a los aficionados, dentro del vestuario se le ve con buenos ojos.
Ha colaborado en los registros goleadores del equipo con tres tantos, alguno de ellos de vital importancia, como el logrado en los últimos minutos ante el Cartagena, gracias al cual se consiguieron los tres puntos. Este verano acaba contrato; veremos qué pasa con él en el futuro.
El repuesto diferencial y de calidad ha sido Alberto Bueno, una promesa que apuntaba muy alto pero se había quedado momentáneamente estancada. Tras su cesión en el Derby County volvió a Valladolid con ganas de demostrar el jugador que apuntaba en la cantera del Real Madrid, haciendo para ello un esfuerzo económico.
Con la lesión de Javi Guerra al principio de temporada, Bueno aprovechó con creces su ocasión, marcando cuatro goles en los dos primeros partidos. La vuelta del ariete malagueño y el fantástico momento de Óscar le relegaron a la suplencia, pero casi siempre que ha salido ha aportado muestras de su tremenda clase y calidad, ya sea por el centro o entrando desde la banda, y materializando algún gol importante como el que acabó con la remontada en el Mini Estadi en el último suspiro. Una ‘delicatessen’ en el banquillo.
Manucho ha vuelto a ser, este año más que el anterior en que vistió la blanquivioleta, capaz de lo mejor y de lo peor, después de ver cómo su temporada en el equipo ha pasado de estar prácticamente fuera en verano a convertirlo en uno de los hombres ‘importantes’ en el banquillo.
Su poderío físico intimida a los centrales, y sus actuaciones con la selección de Angola le avalan. La irrupción de Manucho hizo que el equipo consiguiera unos cuantos puntos importantes: remontada ante el Numancia, victoria ante el Villarreal B, empate en Riazor… Pero también que perdiéramos prácticamente el último tren para conseguir el ascenso directo: su gol en propia puerta ante el Hércules.
Junto a ello, sus salidas con su selección este año han sido, cuando menos, polémicas; cosa que en el club y en el vestuario no sentaron demasiado bien. No volvió cuando debía al comenzar el año y al iniciar la promoción se marchó con los ‘palancas negras’ creando un desconcierto que provocó que, al aclararse la situación, Miroslav Djukic le pidiese disculpas públicamente. Con él la duda es: ¿Héroe o villano?
Marquitos, por su parte, ha ido de más a menos; de mucho a poco. El jugador ibicenco contó desde el principio para Djukic, después de cuajar una sensacional pretemporada, pero con el paso del tiempo, después de sufrir unos inoportunos problemas físicos, su rendimiento se fue a menos y cada vez sus participaciones fueron más escasas.
Tras una temporada cedido en el Villarreal B ha vuelto pero no ha despejado todas las dudas sobre su poco crecimiento futbolístico. Esta debería haber sido una temporada para haberlo demostrado. Su participación en el campo se tradujo en un gol sin trascendencia anotado en Sabadell. Jugador introvertido, pero que nunca ha dado problemas.
Estos jugadores han sido los más utilizados por Djukic en los partidos desde el banquillo, y queda claro que cada uno ha desempeñado una tarea propia cuando les ha tocado jugar. En el aspecto de vestuario, también han tenido su misión. Al saltar al césped unos cumplieron mejor y otros peor, pero cumplieron.
Evidentemente, este ‘fondo de armario’ es mayor, pero este año, los que quedan por citar, no han tenido demasiado que ver en el devenir deportivo del equipo, siendo su participación en algún caso, nula. Baraja o Dani, de hecho, podrían considerarse casi inéditos. Sin embargo, cada uno con sus circunstancias, han sumado como si fuesen titulares, o por lo menos lo suficiente para ser considerados el lujo hecho banquillo.
