Son ya tantas las derrotas que cuesta distinguir unas de otras. Pero la de este sábado en Son Moix, ante un RCD Mallorca que ni siquiera necesitó apretar demasiado, dejó una sensación especialmente amarga. No tanto por el resultado, otro más en la larga lista de esta segunda vuelta, sino por cómo se produjo. El Real Valladolid volvió a mostrar las mismas carencias de siempre: desajustes defensivos, falta de contundencia en las áreas, errores groseros que condenan y cambios tácticos que no modifican el guion. Se repite la película, pero sin banda sonora. O con una muy triste.
El equipo de Álvaro Rubio, que empezó bien e incluso se adelantó con un buen gol de Chuki, se fue descomponiendo con el paso de los minutos. Como si la ventaja no reforzara, sino que activara los temores. Y cuando llegaron los errores, como siempre, se pagaron con goles. Primero Omar Mascarell, tras un gran pase de Maffeo que nadie fue capaz de defender y, luego, Sergi Darder, tras una jugada de Asano en la que un rival encuentra solo a un compañero en la frontal para rematar a placer. Dos goles que le valieron al Mallorca para ganar y seguir soñando.
El Mallorca de Jagoba Arrasate tampoco necesitó mucho más. Jugó con calma, aprovechó los espacios y supo esperar el fallo. Y cuando lo encontró, aportó efectividad. El Valladolid de Rubio, en cambio, se fue diluyendo hasta desaparecer. Sin alma, sin plan y sin premio. Ya descendido, pero todavía capaz de perder algo más importante como es la dignidad competitiva y el apoyo de los suyos. Lo del sábado fue una prueba más de que el equipo ha perdido partidos y credibilidad. Y eso, a estas alturas, ya no sorprende. Aunque duele.
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— Real Valladolid C.F. (@realvalladolid) May 10, 2025
Desajustes defensivos y errores individuales
El Real Valladolid volvió a regalar facilidades, algo que no se puede regalar en Primera División y que vuelve a desembocar en una derrota. Los desajustes defensivos y los errores individuales volvieron a estar presentes otra vez. El desarrollo del partido se pareció de nuevo a esa ilusión vivida ante el Barça en el que el Pucela supo ponerse por delante, pero los errores surgieron de pronto para llevar a todos de vuelta a la realidad.
El empate del Mallorca llega tras un fallo claro, en el que la defensa del área en esta jugada vuelve a dejar mucho que desear. Mascarell remató demasiado solo, con Luis Pérez llegando tarde a la cobertura al pase que Pablo Maffeo fue capaz de poner al segundo palo. Pero lo más grave llegó después, con el segundo tanto, en el que volvimos a ver una jugada replicada en decenas de ocasiones este año.
Balón largo recogido por Asano en perfil izquierdo del área, se da la vuelta, se pega a la línea del área y, sorprendentemente y ante la mirada de todos los defensas, da un pase medido a Darder, aparecido en la frontal, absolutamente solo, para poder remachar con todo de cara ante André Ferreira. Sin oposición en la frontal, una zona en la que el Pucela está recibiendo demasiados disparos certeros este año y que no logra cubrir, especialmente por lo hundido que suele estar en repliegue defensivo.
Errores que no deberían repetirse tanto en un nivel profesional tras una temporada en la que los hemos visto demasiado y que en este equipo ya se han normalizado. Ni concentración, ni contundencia, ni lectura defensiva. Una colección de fallos que, jornada tras jornada, terminan por condenar al equipo con una facilidad imperdonable.
Falta de contundencia en las áreas
En Son Moix se repitió otro de los males crónicos del Valladolid esta temporada. La falta de contundencia en las dos áreas del equipo es sangrante. En ataque por las escasas opciones de encontrar oportunidades de remate que puedan alimentar a un punta que ha demostrado que con opciones es capaz, como Latasa (apenas tres disparos en todo su tiempo de partido). Pese a adelantarse con el gol de Chuki y generar varias llegadas con cierto peligro, el equipo fue incapaz de traducir su superioridad en más goles y fue disipándose.

Y, en defensa, como casi siempre, la historia volvió a ser esperpéntica. Cada llegada del rival fue sinónimo de sufrimiento. El Mallorca apenas necesitó tres ocasiones claras para voltear el marcador en un 2-1 definitivo, mientras que el Pucela, con más remates y más posesión, se quedó con las manos vacías. Esa diferencia de eficacia explica muchas cosas y da con la clave de que, en un partido igualado, los detalles siempre marcan la diferencia. Y en este equipo, los detalles casi siempre caen del lado contrario, como si no se aprendiera nada.
Cambios tácticos sin efecto
Con marcador en contra y el equipo desdibujado, Álvaro Rubio movió el banquillo buscando una reacción que nunca llegó. Entraron Iván Sánchez y Grillitsch de primeras y, más tarde, Machís y Anuar, pero ninguno de los cambios logró alterar el ritmo ni el ánimo de un Valladolid plano, sin ideas ni empuje. Y no fue solo una cuestión de nombres, pues fue un problema de perfiles.
Las intenciones podían ser las mismas, pero la realidad es que los elegidos chocan. Se va Chuki en el 58, de los pocos capaces de agitar algo en zona de tres cuartos y autor del gol del Pucela, así como Moro, en el 74, para dar espacio a un Machis poco inspirado. El equipo no tuvo ni el colmillo para empatar ni la serenidad para madurar el partido.
Los movimientos tácticos no se tradujeron en llegadas claras ni en una mayor presión y tampoco se vio un cambio de esquema que lograra descolocar a un Mallorca excesivamente cómodo. El Valladolid fue cayendo en la inercia del partido, resignado a su suerte, y los relevos, además de extraños, estuvieron lejos de mejorar al equipo.
			