Carlos Salvachúa se mostró contrariado por la forma de caer de ‘su’ Promesas ante un Simancas cuyo entrenador, Miguel de la Fuente, fue la otra cara de la moneda

Con cara de circunstancias. Molesto, incluso. Así se vio a Carlos Pérez Salvachúa después de la eliminación del Real Valladolid Promesas a manos del Villa de Simancas en el XXIV Trofeo Diputación. Cariacontecido porque los simanquinos “llegaron una vez en noventa minutos” y les sirvió para hacer gol, pero también, y quizá, seguramente, a tenor de sus palabras, por la imagen que dejaron sus jugadores.
“Cometimos muchos errores en pases no forzados que nos han impedido llegar muchas más veces. Hemos tenido muchas llegadas que no hemos finalizado bien, en el último tramo no hemos tenido mordiente ni ganas de hacer daño a la meta rival. Hemos tenido control, pero se necesita mucho más para jugar en Segunda B que lo visto en este partido”, aseveró con tono serio.
El entrenador blanquivioleta “esperaba más” de sus pupilos, no ya porque el Simancas sea un conjunto que se encuentra dos categorías por debajo, sino por ellos mismos. “Tienen que entender que tienen que autoexigirse e ir a más, sea cual sea el rival, sea como sea el campo y cómo esté el balón”, arguyó.
La cabeza ya está en el debut liguero del sábado (19:00 hotras) ante el Unión Adarve, en la competición en la Segunda División B, “que realmente es lo que va a contar y va a valer”. Y el afán es “dejar los tres puntos en casa y seguir creciendo como equipo”.
Pendiente aún de la confección definitiva del plantel, Salvachúa no alineó a varios jugadores que se prevé que sí estarán en ese estreno y optó porque otros “tuviesen minutos y demostrasen que pueden ser titulares”. Entre ellos, Mario Robles y Alvarado, a quienes permutó. “Alvarado ha jugado toda la vida de medio y de central y Mario de central y de medio; no ha sido una prueba, sino un cambio de posiciones”, explicó.
La otra cara de la moneda fue Miguel de la Fuente, entrenador del Villa de Simancas, que valoró el encuentro como “muy positivo” ante un rival a priori “muy superior”. Sorprendió con el planteamiento, primero acumulando hombres por dentro y luego haciéndolo por fuera, lo que, unido a las continuas interrupciones, que hicieron del choque algo lento, llegó a desesperar al Promesas.
“Para ganar necesitábamos una dosis de suerte y estar tácticamente perfectos, y estuvimos muy bien en esos aspectos”, aseveró un técnico que acostumbra a conceder gran valor a torneos como este o el Felicísimo de la Fuente, con el que se alzó el verano pasado, de cara a la preparación de sus equipos.
Porque, más que en el rival de la final, piensa en eso: “Estamos en proceso de mejora; el que venga, vendrá. Tenemos que hacer lo mismo, intentar seguir creciendo para llegar a principios de liga lo mejor posible” (no en vano, los simanquinos se han impuesto a los seis rivales a los que se ha enfrentado hasta el momento).
Todo esto lo dijo una vez terminado un envite en el que acabó expulsado. A su modo de ver, y “con el reglamento en la mano, bien expulsado”, en una acción que definió como “evitable”, dado que el colegiado mandó reanudar el juego con un jugador suyo en el suelo. “Cuando pasa algo así ya se sabe que lo siguiente que viene es una entrada fuerte. El árbitro estaba a doscientas pulsaciones y nosotros también“, zanjó.
