Aquel Mundial de Sudáfrica… qué de buenos recuerdos nos trae a la cabeza. Pasan los años y millones de españoles siguen recordando con el mismo cariño aquel torneo que duró un mes (11 junio-11 de julio) pero que quedará en nuestra mente y nuestro corazón toda una vida. Hoy ya son quince los años que han pasado desde que la Selección española de fútbol se hiciera con el trofeo más preciado, el título que todos y cada uno de los jugadores sueñan conseguir a lo largo de su carrera. Ese 11 de julio de 2010 cambió para siempre al fútbol español y le estableció en un estatus del que sigue sin bajarse. Aquella noche en Johannesburgo, de las botas de Andrés Iniesta, España tocó el cielo.
Una generación dorada
Luis Aragonés comenzó a sentar las bases y a construir el proyecto ganador de España dos años antes del Mundial. ‘El Sabio de Hortaleza’ creó un grupo magnífico plagado de talento, y que además supo jugar como equipo. El extraordinario trabajo del madrileño se refrendó en la Eurocopa 2008, torneo en el que España rompió una sequía de ¡44 años!. La Roja fue clara dominadora de la competición y logró con todo merecimiento el entorchado continental.
España llegaba al Mundial 2010 como campeona de Europa, aunque ya sin Luis Aragonés. Su puesto lo ocupó Vicente del Bosque. El técnico salmantino continuó el trabajo de Aragonés, y con jugadores sobresalientes, llegó al siguiente nivel.
Valdés, Xabi Alonso, Busquets, Silva, Capdevila, Piqué, Sergio Ramos, Xavi… y un sinfín más de nombres componían la que es hasta la fecha la mejor generación de jugadores de nuestra historia. No me olvido de David Villa, totalmente clave con sus goles ante Honduras, Chile, Portugal y Paraguay; ni tampoco de Puyol, que su testarazo frente Alemania dio el billete a la gran final; y mucho menos de Iker Casillas, vital a lo largo de todo el torneo. ‘El Santo’ dejó dos momentos icónicos: el penalti parado a Cardozo en los cuartos de final y el pie milagroso a Robben en la final.
Don Andrés Iniesta en el 116
Soccer City, Johannesburgo, Sudáfrica. Final del Mundial. 11 de julio 2010. España nunca se había visto en una situación similar, jamás en su historia. Era el reto más grande. Enfrente, Holanda, subcampeona del mundo en 1974 y 1978.
La igualdad fue la tónica dominante de un encuentro en el que el miedo a fallar atenazó a ambos equipos. De igual manera, los holandeses se encargaron de frenar cualquier tipo de combinación española con faltas, algunas durísimas como la de De Jong a Xabi Alonso. La excesiva dureza de Holanda tuvo la bula arbitral de Howard Webb.
Pasaban los minutos y ninguna de las dos selecciones conseguía imponerse a la otra. Robben se topó con un pie milagroso de Casillas en el 60′ y el ataque de ‘La Roja’ no podía penetrar en el muro neerlandés. La final se iba a la prórroga y las vuvuzelas retumbaban en todo el estadio.
La taquicardia invadía las casas de España, los penaltis estaban a la vuelta de la esquina… pero todavía Iniesta no había dicho la última palabra. Minuto 116: “Aparece Navas que se desfonda, entrega para Fernando Torres, prepara el centro, la pide Iniesta, el rechace, para Cesc, Cesc para Iniesta, no hay fuera de juego, vamos Iniesta, ¡Gooooooooooool!”, el gol que cantaron a pleno pulmón todos los españoles. España era campeona del mundo por primera vez. El sueño se había hecho realidad.
Una de las gestas más memorables del fútbol y del deporte español. Casillas levantaba al cielo de Johannesburgo la Copa del Mundo y al mismo tiempo toda España salía a las calles para celebrar un hito. España era una fiesta.
15 años después, ya con la estrella bordada en la camiseta y llevada con honor en el pecho, España continúa recordando con emoción el momento que lo cambió todo. El culmen de la mejor Selección española de la historia.
