El Real Valladolid cosecha su primera derrota ante un Athletic que, sin hacer un gran fútbol, fue mejor en la segunda mitad.
El Real Valladolid llega al primer parón liguero como a La Catedral, con seis puntos. Suena a perogrullo decir que sobre nueve, no sobre seis. También que no es un drama, pero es que no lo es. Es la primera división.
También lo fueron las victorias ante Real Zaragoza y Levante y lo serán los resultados venideros, favorables y adversos. Nunca está de más recordar la mayor, precisamente por esos malos resultados que están por llegar.
Porque, que nadie se engañe, llegarán. Ojalá sean pocos, pero tienen que hacerlo. Aunque en ellos se ahondará precisamente cuando arriben.
El caso es que el Valladolid fue en San Mamés lo que es, un equipo que no alberga dentro de sí complejo alguno por ser un recién ascendido y que quiere crear al margen de lo que se presupone a un plantel de sus aspiraciones. Aunque sin demasiada brillantez, quiso y lo creó durante la primera mitad a ráfagas.
La banda izquierda local y derecha local fue un campo de batalla en el que Isma López hizo sufrir a Rukavina y Patrick Ebert a Íñigo Pérez, siempre con los laterales desdoblando en ataque a quien en defensa les dejaba morir. Por dentro ‘los diferentes’, Muniain y Óscar, no aparecían, y entre galopada y galopada llegaron un par de ocasiones.
Óscar no pudo culminar el enésimo centro de Ebert y el cabezazo de Susaeta se encontró con el palo. Más allá, la cierta actividad de éste chocaba con la falta de alma de Omar, por lo que el Athletic hacía por los dos lados lo que el Pucela tan solo por uno. Y, a fuerza de ser ancho por no poder ser profundo con brillantez, terminó hallando más espacios a los que llevar el balón.
Aun así, los de Bielsa no estuvieron cómodos. Tocaron más, poco, pero no mucho mejor (de ahí la entrada de Galarreta tras el descanso). Los de Djukic, impecables atrás por expeditivos, porfiaron en ataque donde Guerra de espaldas se mezclaba con Ebert… hasta que el teutón se quedó sin pilas.
Fue en la segunda mitad. Más o menos cuando Álvaro Rubio recibió la amarilla que le llevó a ser sustituido. Sastre, su sustituto, cumplió; pero no es él. Como Íñigo Pérez no es De Marcos cuando se trata de ocupar el lateral izquierdo. Con el chico para todo en el carril, no hubo rastro de la furia serbio-alemana y los bilbaínos pasaron a dominar por todos los frentes.
Por la izquierda, donde Peña no estuvo bien, llegaría el gol. A falta de veinte minutos para el final Aritz Aduriz recogió un rechace dentro del área que Rueda no pudo patear, y quien pateó seco y fuerte a las mallas. Distinto fue el tanto de Susaeta, entrando por banda contraria, donde hizo un recorte y mató con un toque sutil de interior el partido por el palo contrario.
Mientras caminaba moribundo, el encuentro vio debutar a Bueno esta temporada y jugar por tercera semana consecutiva a Lolo. De Manucho, ni rastro. Pero promete dejar huella si Guerra no afina en las dos semanas sin fútbol. Cuando vuelva, el Real Valladolid seguirá en una situación cómoda; en primera y con mucho camino por recorrer. Por tanto, caer no es un drama. Ni siquiera con un león herido.