Los hombres de Miroslav Djukic sucumben por tercera vez en lo que va de campaña ante el Córdoba, un equipo que demostró que su fútbol es superior a lo que la tabla dice.
No fueron Valladolid. Con esa frase podría resumirse la derrota del Real Valladolid ante el Córdoba Club de Fútbol por dos goles a cero. No porque lo ofrecido por el equipo fuese de por sí poco, sino porque el rival impidió que los hombres de Miroslav Djukic hiciesen más.
Es, el equipo que dirige Paco Jémez, el equipo que mejor fútbol realiza de toda la categoría, junto a los blanquivioletas. Su habitual y acuciante falta de gol impide que éste tenga su reflejo en la tabla, pero si uno atiende a sus encuentros, verá cómo varios de los conjuntos que tienen por encima en la tabla están en realidad por debajo.
Fruto de ese buen trabajo es el que ofrece un árbol maduro y de gran belleza -futbolística- como es Javier Hervás.
La esmeralda del Califa, vendido ya al Sevilla, fue capaz de convertir al centro del campo rival en una calcomanía. Detrás de López Garai, su fiel escudero, y en torno a su metrónomo y a su gran variedad de pases giró su equipo y se perdió el enemigo, especialmente Óscar González.
Buscó con ahínco a Borja García y Patiño -a la postre goleadores-, dos jugadores a los que el club cordobesista firmó el pasado verano sin hacer ruido. Escandalosos ambos, provocaron tanto barullo en la zaga rival que a ésta sólo le faltó gritarles aquello de “no me chilles que no te veo”.
Ciertamente, sí se les vio. La capacidad de marcar a uno y otro, sin embargo, fue otra historia. Probablemente porque la defensa vallisoletana no está hecha a que le hagan tanto, tanto en calidad como en cantidad. Antes, quizá tan solo el Murcia le exigiese un esfuerzo tal.
Entre Patiño, García y Hervás discurrió la primera mitad, que finalizó con un uno a cero en el tanteador. Sería el primero quien, tras una buena jugada colectiva, cogiese a contrapié a la retaguardia vallisoletana y a Jaime, que si bien salvó hasta en tres ocasiones a los suyos en el primer cuarto de hora, falló en el sutil golpeo de puntera del delantero madrileño.
Alberto, mientras tanto, desbarató la única ocasión franca blanquivioleta en la única aparición de Óscar, en la que el mago charro ignoró la compañía de Víctor Pérez para intentar embocar él, algo que evitó bien el meta al arrojarse sobre el cuero sin siquiera acariciar las piernas del hombre de negro.
A pesar de que a la vuelta de vestuarios entró El Aviador de tal color, nada cambió en las filas visitantes. No hubo ni un triste arreón que amenazase con convertirse en reacción. Todo lo contrario. La asfixiante presión cordobesa se prolongó casi hasta la mezquita. Lo suficiente para convertir al Real Valladolid no a religión alguna, sino a un simple trapo hecho marioneta.
El puñado de metros que ordenó adelantar líneas Miroslav Djukic facilitó que, en un nuevo chispazo, Borja García hiciese magistralmente el segundo. Hizo un control genial ante un buen desplazamiento en vertical, se desplazó por la línea de tres cuartos y definió con gran precisión ante la inútil salida de Jaime, ajusticiando así al Real Valladolid de forma definitiva.
Los de Jémez siguieron dominando el esférico hasta el final, aunque sin gozar de ninguna oportunidad excesivamente clara. No les hizo falta. Habían empequeñecido ya al equipo que menos cae de la categoría, un equipo que venía de ganar sus tres últimos partidos a domicilio y que sucumbió ante un conjunto, el blanquiverde, que en El Arcángel tan solo ha caído ante el Deportivo de La Coruña.
Con la derrota -la primera en cuatro meses-, los vallisoletanos salen de los puestos de ascenso directo y le dejan la segunda plaza al Celta, hecho que, como la propia caída, demuestra la competitividad de la categoría en los puestos altos. Unos puestos en los que, si son capaces de aguantar el ritmo de juego imprimido ante el Real Valladolid, estarán los cordobeses sí o sí.
			