Jesús Moreno se refiere en una nueva edición de ‘Líneas de cal’ a los debates del momento y a una cuestión poco comentada, la promoción para la adquisición de entradas de cara a los partidos ante el FC Barcelona y el Real Madrid.
Lo que me ha llamado la atención estos últimos días no es el debate de la portería, pues tengo confianza plena tanto en Dani Hernández y en Jaime Jiménez como, principalmente, Miroslav Djukic. El tema del guardián de la meta pucelana me parece un cuestión de lo más estéril si tenemos en cuenta que tanto Jaime como Dani han dado muestras de especial solvencia, y que los errores deberían tomarse como la excepción y no como la regla.
¿Acaso la memoria selectiva ha borrado de un plumazo el extraordinario partido que realizó Dani Hernández en el partido del play-off de Alcorcón? Un guardameta que pareció de hielo y que triunfó en aquella eliminatoria final frente al Alcorcón, dura, áspera, de las que al salir victorioso otorgan grado de veterano como si de un soldado del tercio viejo de Cartagena se tratara. Y, lo que es más importante, donde a pesar de la ausencia de minutos durante la temporada no le temblaron las piernas ni las manos un solo instante a pesar de saber que el Real Valladolid no solo se jugaba el ascenso a la casa de la que nunca debió marchar, sino también la supervivencia como entidad deportiva tras más de ochenta años de historia.
¿Acaso ya nos hemos olvidado de las tardes estelares que ha firmado Jaime? El Zamora de la categoría de plata, capitán general con mando en plaza que se rehízo de su anecdótico error frente al Betis cuajando un partido sensacional frente al Atlético de Madrid del tigre Falcao y compañía.
Tampoco, y por semejantes argumentos, quiero entrar en la dicotomía Guerra-Manucho que parece haberse vuelto a instalar toda vez que el angoleño lleva algunas jornadas sin marcar y Javi Guerra sigue pareciendo un jugador triste, codificado, difuminado, un delantero en blanco y negro al que se le podrían aplicar los versos de Rubén Darío y descubrir que los suspiros se escapan de su boca fresa que ha perdido la risa y ha perdido el color.
En realidad me ha llamado la atención el poco caudal de opinión que ha provocado la promoción que desde el Real Valladolid se ha realizado para la adquisición de entradas para los partidos de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona. Debemos pensar bien y considerar que las entradas han sido administradas sabiamente por los abonados que las ofrecieron a correligionarios, a pesar de que tristemente el tiempo nos ha demostrado que en esta ciudad somos muchos los llamados pero pocos los escogidos a caminar por la senda blanquivioleta. Habrá que creer que, efectivamente, aquel que ha sacado sus entradas estos días lo ha hecho para que pueda ir algún incondicional del Real Valladolid que por las circunstancias que sean no haya podido plasmar su cariño sacando el abono.
Sin embargo sospecho que esta medida ha supuesto un incentivo a que, como los colonos del lejano oeste cruzan el Río Grande ocupando las tierras de los nativos que allí habitan, un mayor grupo de aficionados del Real Madrid o del FC. Barcelona pueblen las gradas de Zorrilla a menor precio. O que Carlos Sáarez pretendiera llenar el estadio cueste lo que cueste olvidando que, a pesar de la delicada situación económica, un club de fútbol no es una empresa normal y como tal no son solo los negocios -que dirían en ‘El Padrino’- lo que debe predominar en la gestión del mismo.
De la misma manera que Michael Corleone advertía a su hermano Fredo que nunca se pusiera del lado de nadie que vaya contra la familia, el presidente del Real Valladolid no debe nunca olvidar que es a su familia representada por los abonados y aficionados de corazón a quién debe tener contenta, mirando más allá de una buena taquilla que a buen seguro iba a conseguir y sin necesidad de incentivo alguno, y me temo que esta vez se ha olvidado.