El Real Valladolid B volvió a ser el de las peores ocasiones y regaló un plácido triunfo a un Coruxo que no necesitó mucho para llevárselo
El Real Valladolid Promesas es uno de esos animales que, lejos de tropezar solo una o dos veces con la misma piedra, lo hace en multitud de ocasiones, tantas que parece haberse encariñado de ella. Contra el Coruxo volvió a ser el de las peores citas, ese que dista de ser un equipo, en sentido estricto, y que regala puntos por doquier debido a su inocencia en el área rival y, principalmente, a su torpeza a la hora de defender la propia.
Solo en esta clave, por otra parte reiterativa, se entiende que el conjunto vigués se pudiera llevar los tres puntos sin haber expuesto gran cosa. Le valió con aprovechar los regalos de los blanquivioletas para conseguir un resultado contundente, que acaba con la racha que les precedía de seis partidos sin ganar, y para alejar al que fue su rival a ocho puntos.
Como en sus últimas veces en casa, el filial arrancó bien, ambicioso en el manejo del cuero y con Miguel como estilete. El tudelano tuvo varias oportunidades en su reencuentro con su posición, una de ellas, muy clara y evitada por Alberto con una buena parada.
El dominio no siempre se traducía en ocasiones, pero Cobo por la izquierda y Javi Pérez, Miguel y Domínguez por dentro parecían dispuestos a llevar peligro a la puerta rival. Sin embargo, lo que llegó cerca de la media hora fue el cero a uno, en una acción a balón parado mal defendida. El cuero voló sobre cuantos jugadores había dentro del área en dirección al segundo palo, donde se encontraba Pablo Crespo, que lo impulsó hacia el corazón. Allí estaba Rafa Mella, que, de cabeza, adelantó a los suyos sin excesiva oposición.
Sin apenas tiempo para digerirlo, Silva marcó el cero a dos desde el punto de penalti, después de una mano en las proximidades de la línea que delimita el área con su zona exterior. Hubo dudas en la grada, pero no para Borja Martínez García, colegiado de la contienda, que vio la infracción y consideró que fue dentro de los dominios de Guille Lara. Poco después pudo haber otra mano en el mismo sitio, pero esa no la señaló.
Antes del descanso el juvenil Sali pagó los platos rotos y dejó su lugar a Luis Suárez, sorprendente suplente. El ghanés quizá no fuera el peor de los tres defensores centrales, pero Rivera debía cambiar el dibujo si quería lograr la machada. Después, después del entretiempo, un desaparecido Alvarado se marchó por Dani Vega, que trajo nuevos bríos al ataque en sus primeras apariciones.
Por lo que fuera, el Promesas se vio otra vez en el partido gracias a la estrategia, después de que Domínguez botara una falta y Cobo la pusiera desde un costado al área, donde Mario Robles se encontraba dispuesto a marcar. Nada más sacar de centro, el Coruxo la perdió y Miguel pudo empatar, aunque su remate se marchó ligeramente desviado. Durante un escaso periodo de tiempo, el filial incluso lo mereció.
Y cuando mejor estaba, la defensa visitante se desasió de la presión con un pelotazo que fue a parar a la espalda de los centrocampistas locales. Silva cubrió con el cuerpo y Velásquez, torpe, no supo hacer otra cosa que no fuera una falta en la frontal. El propio delantero la colocó y aprovechó que la barrera no reaccionó como debía para acariciar el cuero y proyectarlo por encima, hacia un lugar no tan alejado de Guille, que solo pudo ver cómo el uno a tres se convertía en una dura realidad.
Una de la que el Real Valladolid B ya no se supo levantar. Aunque amagó con tirar de corazón, aquello fue más bien egoísmo, que provocó, por ejemplo, un ostensible pique entre Miguel, que volvió a verse obligado a jugar por fuera y a pie cambiado, con Luis Suárez, a quien verse inicialmente relegado a la suplencia no llevó a la reflexión y decidió jugar para sí y no por la remontada. En general desdibujado, el Promesas concedió espacios que el Coruxo no dudó en atacar.
En una de estas, un pelotazo derivó en el uno a cuatro tras el enésimo fallo de Velásquez, que esta vez pecó de blando ante un jugador, Higón, más pequeño que él. El menudo extremo le sacó de sitio y generó un espacio en el que apareció Silva que, sin oposición, sentenció y convirtió lo que quedaba en un suplicio. Ni el gol de Domínguez supuso un último arreón: no había visos ni tiempo para la remontada. Fue solo un acicate a una mala mañana, una tonta de tantas que van.
Con todo, lo peor de la derrota no fue ver cómo el Coruxo la lograba sin esfuerzo, sino que la reacción reciente no ha servido de nada y pronto aparecen nuevos vicios, en cuanto vienen mal dadas. Aquella sensación de equipo amenazó con esfumarse este domingo, lo que supondría que las opciones de permanencia, ya remotas, se fueran por el sumidero. Otra vez pareció que al filial de esta solo le saca un milagro para el cual hay jugadores que no están preparados o mentalizados.
Lo bueno, y a la vez lo malo, es que el mercado, como el tiempo de reacción se va agotando y los cambios, de piezas y dinámica, hacen mucha falta. Como hace falta esperar al final de la jornada para no verse más hundidos en la tabla y esperar que ese milagro comience en Vigo el próximo fin de semana, contra un Celta B que lleva cinco partidos sin ganar.
Real Valladolid Promesas: Guille Lara; Raúl, Velásquez (Pablito, min. 75), Mario, Sali (Luis Suárez, min. 38), Cobo; Carrascal, Alvarado (Dani Vega, min. 46), Javi Pérez; Domínguez y Miguel.
Coruxo CF: Alberto; Rafa Mella (Mario, min. 79), Pablo Crespo, Pazó, Pablo García; Borja Yebra, Antón de Vicente; Higón, Mateo (Álex Arias, min. 75), Andre (Juampa, min. 68); y Silva.
Goles: 0-1, min. 27: Rafa Mella. 0-2, min. 34: Silva. 1-2, min. 53: Mario. 1-3, min. 65: Silva. 1-4, min. 75: Silva. 2-4, min. 83: Domínguez.
Árbitro: Borja Martínez García (colegio riojano). Amonestó a los locales Alvarado y Velásquez y a los visitantes Pablo García y Mario.
Incidencias: 23ª jornada del Grupo I de la Segunda División B. Partido disputado en los Anexos ante unos 300 espectadores.