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“Óscar, no te muevas”

por Carlos Monsalve
31 de diciembre de 2014
Óscar Sisi

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El salmantino vuelve este domingo a La Romareda, casa por la que abandonó la suya en 2004

 

Óscar || Foto: ESPN
Óscar || Foto: ESPN

Corría el veintitrés de mayo de 2004. El Real Valladolid disputaba el último encuentro de Liga frente al Villarreal, el descenso estaba prácticamente asegura, salvo milagro murciano en Barcelona.

Minuto 85. El Real Valladolid vencía dos a cero, pero era insuficiente, ya que el Espanyol vencía plácidamente. El Pucela estaba en Segunda y Caminero esperaba en la banda. Entraría por Óscar Gonzalez. A priori, ambos disputaban aquel día sus últimos minutos como blanquivioletas. Caminero redondeó una amarga victoria con su último gol como profesional y Óscar comenzó a pensar en su vida lejos de Valladolid.

Zaragoza y Mallorca se interesaron por él. Casi dos millones y medio ofrecían los insulares –2’4, para ser exactos– y a un joven Dani Güiza en propiedad. El Zaragoza, por su parte, igualaba la oferta económica, abría la posibilidad a un jugador en propiedad (al final sería Iñaki Hurtado, que volvía a Valladolid) y un proyecto deportivo aparentemente atractivo para el jugador, que fue el detonante para que Óscar hiciera la maletas y se enrolara en el equipo de la capital del Ebro.

Pasaron los años, el proyecto zaragocista se desmoronó. Óscar emigró primero a Grecia y luego terminó en el paro. Unas llamadas, y, en la campaña 2010/11, volvió a casa, a un Valladolid que se encontraba en la misma división en la que iba a militar cuando el salmantino saltó del barco.

Pero pasaron los partidos no carburaba. Hasta febrero de 2011, disputó doce partidos entre liga y Copa, en los que logró solo una única victoria, y, cuando peor pintaba, todo llegó la explosión del equipo ‘gracias’ a él. Una agresión injustificada del ‘diez’ y una victoria épica en Huelva dieron alas a un equipo que logró acariciar el ascenso (no procede recordar la acontecido en Elche).

En la temporada 2011/12 Óscar González se echó el equipo a la espalda desde el primer partido, como demuestra el hecho de que se cosecharon solo cuatro derrotas con él sobre el verde pasto, los trece goles anotados y un sinfín de asistencias que le convirtieron en motor del equipo de un ascenso –sufrido, que no triunfal–.

Al año siguiente el Real Valladolid se plantó en Zaragoza. Óscar marcó y los blanquivioletas vencieron, y el oasis duró hasta que aspectos extradeportivos entraron en la vida del mediapunta. Su propio restaurante o la llegada al mundo de su hija son aspectos que muchos hemos puesto como causa que justifique el mal rendimiento de los últimos dos años. Continuas lesiones, un único gol en la pasada campaña y rumores de mal ambiente con sus compañeros y entrenador han puesto continuamente a González en el punto de mira de las críticas de muchos aficionados.

Óscar y Álvaro Rubio
Óscar y Álvaro Rubio

Y es que Óscar nunca ha sido un jugador canchero. Nunca ha cumplido la máxima de “lucha, afán y entrega” que reza nuestro himno. Por ello, muchos gritamos eso de “Óscar muévete”; pero Óscar es diferente, disecciona el partido, se dosifica, necesita el balón para ser feliz, levantar a cabeza recibir, girarse, volver a levantarla y dar el pase preciso.

Esta campaña ha modificado su forma de jugar; quizá sea la edad, pero ya no le vemos rompiendo en diagonal, llegando desde su posición natural entre los centrales para sorprender y marcar. El físico ya no ayuda y cuando, en contadas ocasiones, ha logrado realizar esa jugada la ha fallado.

Óscar, ahora, baja a recibir al centro del campo, con la pausa que le caracteriza. Y peca, en ocasiones, de un exceso de mimo con el balón que, desesperado, por el contexto que le rodea, acaba con él retrasando el balón.

Pero hay algo que Óscar no pierde. Tiene una habilidad innata para estar donde debe cuando pasa algo extraño, y prueba de ello han sido sus goles frente a Albacete, Osasuna o los dos frente al Barça B. No necesita moverse, a él siempre le llega el balón. Por eso, traicionando mis principios, ahora comenzaré a gritar “¡Óscar, no te muevas!”.

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