Antoñito, nuevo lateral derecho del Real Valladolid, vivirá su tercera etapa a las órdenes del técnico después de quedarse sin sitio en el Córdoba

Cuando una temporada resulta tan difícil como la última vivida por el Córdoba, en ocasiones todo cambia. Incluso cuando te afianzas en el once titular. Eso le pasó a Antoñito, nuevo jugador del Real Valladolid, quien formó parte del once de Luis César Carrión de forma asidua en el tramo final de la pasada campaña y, sin embargo, se quedó sin sitio de cara a la que está por comenzar.
Su salida de la entidad andaluza se encuadra dentro de un marco de renovación que ha afectado a su demarcación, la de lateral derecho, de manera profunda. Así, en los escasos días que han trascurrido desde el inicio oficial de la ventana de transferencias, su ya exequipo ha confirmado las llegadas de Fernández y Miguel Loureiro, el primero hijo pródigo que vuelve de su estancia en el Real Oviedo y el segundo joven pujante que viene de hacer un buen papel en el Pontevedra.
Aunque no por ello a Antoñito se le puede considerar descarte, o por lo menos no al uso. Prueba de ello es que ha tenido que mediar acuerdo entre clubes para su rescisión –traspaso, se podría decir, de no ser porque ninguno de los dos ha anunciado contrapartida económica alguna y hay otras fórmulas–. Y es que en el Nuevo Arcángel tenían (o eso se dice) la intención de que pudiera pasar a ser un extremo, dada su vocación ofensiva y que era un jugador del gusto de Carrión, como prueba hecho de que jugó diecinueve de los veintiséis partidos que dirigió el técnico el pasado curso.
Fueron veintisiete apariciones ligueras las que acumuló en total, si se tienen en cuenta los envites que disputó a las órdenes de Oltra. Junto a ellas, tuvo cuatro más en Copa del Rey, que le hicieron ostentar la vitola de titular y alcanzar los 2.664 minutos (2.304 en liga, el cuarto jugador de campo con más tiempo acumulado).

Marcado por Luis César
El carrilero andaluz cumplirá treinta años el día de Nochebuena. De ellos, diez los ha pasado como futbolista en Segunda División y en varios conjuntos de su tierra Segunda B, aunque mayoritariamente en esta categoría, en la que ha alcanzado más de doscientos entorchados. Con todo, aunque debutó en Segunda con veinte años, concretamente en las filas del Poli Ejido, precisamente a las órdenes del que otra vez será su técnico, no se asentó hasta los veintisiete –casi veintiocho–, cuando Luis César lo reclutó para ‘su’ Albacete.
Y si llega a Valladolid habiendo disputado 96 partidos en la llamada Liga 1|2|3, 69 de ellos fueron con Sampedro dándole indicaciones. Por lo tanto, conoce bien el contexto competitivo en el que se moverá, pero también el más próximo e instantáneo, el del día a día con su entrenador, quien a buen seguro habrá jugado un papel importante para que recale en Zorrilla.
Por ese pasado conjunto, es de suponer que es un hombre en el que Luis César confía, quizá, de esos a los que reconoció en su presentación que estaba llamando o podría llamar. No en vano, ya lo hizo en su día para que fichase por el Albacete. Y además, porque, como demuestra su fichaje, casa muy bien con su concepto de juego, de un fútbol de carácter marcadamente ofensivo.
Si bien es un correcto marcador, destaca por su perfil atacante, que contrasta con el de quien compartirá posición con él –al menos sobre el papel–, Javi Moyano. Al contrario que el capitán, cuyas condiciones invitan a que lo haga en contadas ocasiones, se proyecta en ataque un buen número de veces por encuentro (quién sabe si además su espíritu le podría permitir jugar más adelantado).
Convertido en la tercera alta del nuevo Real Valladolid –sin contar a Toni–, cumple con el mismo patrón de los anteriores. Conoce la Segunda División y se amolda a lo que en principio pretenden tanto el técnico como la dirección deportiva: que su fútbol permita el querer e intentar mandar en los partidos y dar un plus de carácter y competitividad a un plantel que, salvo sorpresa, ya tiene sus laterales doblados y cerrados.
