El Real Valladolid cae ante el Cádiz (1-0) al encajar, nuevamente, antes de cumplirse los diez primeros minutos de juego
Dicen que el ser humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra. En el caso del Real Valladolid, debe haberle cogido un especial cariño a un pedrusco que cada vez se hace más roca. Decía Luis César en la previa que, si conseguían imponer su estilo de juego y adelantarse en el marcador, tendrían mucho camino andado. Pues ni lo uno ni lo otro
Ya en la primera jugada del partido, el Cádiz dejó las cosas claras. Álex Fernández abrió a Salvi, que enchufó el balón de tal manera que a Masip no le quedó más remedió que enviar a córner. Los fantasmas del pasado comenzaban a sobrevolar el Ramón de Carranza, dispuestos a quedarse y ahondar en las dudas blanquivioletas.
Y eso que el técnico del Pucela efectuó varios cambios en pos de buscar la que hubiera sido la segunda victoria a domicilio en lo que va de temporada. Sin un lateral izquierdo puro, Moyano regresó a la titularidad, al igual que Míchel en el centro del campo, en detrimento de Hervías.
Permutas que, especialmente la primera, no sirvieron para mucho. El Real Valladolid cuajó un partido gris, sin apenas fútbol y, para cuando quiso reaccionar –tímidamente, eso sí– era demasiado tarde. Las palabras se las lleva el viento, y las de Luis César terminaron en la bahía gaditana en apenas cinco minutos.
Tras librarse de la marca de Moyano, Salvi colgó un balón al área que despejó de cabeza Mata. El rechace terminó en los pies de Álex Fernández que, con toda la seguridad del mundo, entró solo y armó un potente disparo que terminó en el fondo de la red defendida por Masip. Otra jornada más, los blanquivioletas tropezaban con la misma piedra: recibir un gol en los primeros diez minutos del choque.
El partido se puso muy de cara para los de Álvaro Cervera, que se hicieron con la batuta y ya no la soltaron. Los hombres de arriba lo intentaron de manera estéril, ya que apenas consiguieron inquietar lo más mínimo a Cifuentes. El Cádiz impuso su juego, justo lo que no quería Luis César, y el choque cayó en un ritmo bajo y trabado, con muchas interrupciones, claramente favorable a los locales.
El único que quiso aportar un poco de picante fue Borja que, tras ver la primera amarilla, no supo reducir una marcha y jugó con el fuego de la expulsión en más de una ocasión. Mientras tanto, Plano y Toni cambiaban constantemente de banda con el fin de buscar una profundidad inexistente en el flanco izquierdo del campo.
Tímida reacción en la segunda parte
Tras el paso por vestuarios, el Pucela intentó mejorar la pobre imagen del primer acto. Comenzó a llegar un poco más al área rival y a generar alguna jugada interesante, aunque sin poner en ningún aprieto serio a Cifuentes.
Todo pudo cambiar si Toni hubiese caído dentro del área cuando Servando le quitó el balón de los pies dentro del área pequeña. El esférico se fue a córner pero el guardameta gaditano atajó de puños el disparo de Míchel.
A pesar de la ligera mejoría, el Cádiz estuvo cerca de dejar el partido visto para sentencia. Carrillo rompió el fuera de juego y se plantó solo ante Masip, que metió el guante en una acción prodigiosa para despejar al segundo palo. Por allí ya rondaba Salvi pero Moyano, esta vez más rápido que su rival, envió la pelota a córner.
La ocasión más clara del Pucela llegó cuatro minutos más tarde. Míchel se la dejó a Iban Salvador, que había entrado para dar relevo a Toni. El ecuatoguineano, solo, centró al palo largo, pero ni Mata ni Gianniotas fueron capaces de ver puerta.
El Real Valladolid continuó teniendo la posesión, pero fue en balde, pues no tradujo ese aparente dominio numérico en algo efectivo y palpable. Pudieron ponerse peor las cosas cuando los blanquivioletas se quedaron con un hombre menos. Luismi vio la roja directa al derribar a Rubén Cruz en el borde del área, único modo de detener al delantero, que encaraba portería solo.
Con todo, los de Luis César gozaron de la última oportunidad a través de las botas de Pablo Hervías. El riojano botó una falta desde el costado derecho cuyo destino era el segundo palo pero Cifuentes, seguro, consiguió despejar. Otra vez las dudas, el juego deficiente y un gol en contra en los primeros compases hicieron acto de presencia en las filas blanquivioletas. Otra vez, en definitva, la misma piedra.