A sus treinta y seis años, Alberto Marcos ha vivido en el Real Valladolid situaciones muy variopintas. Son ya quince años los que lleva vistiendo la blanquivioleta, los que acompañados al brazalete de capitán que porta domingo tras domingo le otorgan suficiente autoridad como para hablar cómo, dónde, cuándo y con quién quiera.
Esta vez ha decidido explotar frente a las cámaras y micrófonos de los medios de comunicación. Y digo bien, explotar. Después de meses aguantando carros y carretas, quizá mordiéndose la lengua en ciertas ocasiones y siendo comedido en otros tirones de orejas dados esta campaña, ha decidido que hasta aquí hemos llegado.
Y es que a Alberto Marcos se le puede acusar de casi cualquier cosa que se quiera, salvo de una: Esconderse. Mientras otros posiblemente saldrían a la carrera hacia sus autos, él ha sacado el látigo a pasear en el momento más crítico de la temporada, algo por lo cual se le puede tachar de oportunista, pero que bien puede ser en toda regla también considerado un puñetazo en una mesa a la que se sientan un puñado de indolentes a los que parece importar bien poco el devenir del club.
Considérese mejor o peor el momento en que la bomba ha detonado, sin pelos en la lengua, el capitán ha demostrado ser uno más de una afición que lleva apenas tres alegrías en forma de victoria en los últimos treinta y seis encuentros ligueros disputados, y lo que es peor, de una afición que ve como cada día se le pone peor el ojo a la yegua, y desde las oficinas nadie actúa.
Poco tardó Carlos Suárez en salir al paso con unas declaraciones más propias de alguien que ignora qué se cuece en sus vestuarios que de un presidente que conoce la situación que los suyos atraviesan. Dirán en este punto algunos que el que pretenda quitar hierro al asunto de puertas para afuera es algo que haría alguien lógico y cabal. No para este humilde escribiente y otros muchos seguidores albivioletas.
A cinco puntos de la salvación, y después de que nuestro mayor representante sobre el césped haya reconocido que a José Luis Mendilibar lo destituye la plantilla, y que incluso después de esa destitución hay jugadores que prefieren mirar hacia otro lado mientras el equipo se hunde en la tabla, la afición espera hechos. No ya buenas palabras, ni palabras tranquilizadoras, señor Suárez. Hechos.
La destitución de José Luis Mendilibar por parte de los jugadores que usted y Olabe han traído este año quizá haya sido tardía, pero no puede haber sido valdía. Puede haber sido tardía porque, al contrario de lo que ocurrió en Zaragoza, aquí no se dio con tiempo para sustituir a los poco comprometidos por gente trabajadora y dispuesta a revertir la situación. Sin embargo, Keko, Del Horno y Carlos Lázaro, junto a otros, pueden dar buena cuenta de que, con compromiso, se puede.
Alberto Marcos les lanzó ayer un guante que deben recoger. Si queremos sacar esto adelante, deben citarlo en las oficinas del club. Y que dé nombres. O que sea él el apartado. Lo que no es de recibo es que, como dirían por una tierra que usted conoce bien, mexen po’rriba noso, e nos digamos que chove. Estamos cansados de ello. Queremos hechos. Palabra de aficionado. Y, como ayer pudo comprobar, palabra de capitán.