El delantero colombiano es a día de hoy un revulsivo desde el banquillo para JIM, pero su gran meta pasa por ganarse definitivamente la titularidad arriba junto a Javi Guerra.

“La verdad es que me encuentro más cómodo jugando con dos puntas”, decía Javi Guerra a los medios tras el entrenamiento de este miércoles. Con el buen momento de forma que está atravesando el malagueño se antoja difícil la posibilidad de negarle dicho esquema táctico, pero lo cierto es que, aunque él sea fijo en el once, no lo está siendo su pareja de baile, al menos después de trece jornadas disputadas.
Ahí es donde entran en juego las diferentes posibilidades con las que juega Juan Ignacio Martínez. Toda vez que Óscar lleva varias semanas KO, el entrenador ha tenido que buscar alternativas arriba. Era la sexta jornada de Liga cuando el técnico probaba de inicio con dos delanteros arriba, dejando de lado el 4-2-3-1 que ha acompañado al Valladolid las últimas temporadas. El elegido para formar con Guerra era Humberto Osorio, su primera titularidad como blanquivioleta.
No está siendo un año fácil para el colombiano. Después de desarrollar la mitad de su carrera en Sudamérica, el salto del charco no es nada sencillo para ningún futbolista. A pesar de que su mujer Mónica y su hija ya se encuentran viviendo con él, la adaptación es un proceso costoso. Lo controvertido de su fichaje suma además un hándicap, y el haber jugado poco más de sesenta minutos en las cinco primeras jornadas, hasta que llegó la titularidad, también.
Lo cierto es que ese ha sido su mejor momento con el Real Valladolid hasta ahora. JIM premiaba su esfuerzo y trabajo en los entrenamientos con la primera puesta de largo del delantero en España, si bien fue algo más bien efímero. Ante el Levante la injusta expulsión de Bergdich hizo que Martínez tuviera que cambiar de estrategia y fuera Osorio el perjudicado apenas comenzada la segunda mitad. Tocar el cielo con las manos llegaría después.
En un partido que comenzó fatal ante el Málaga en Zorrilla, el ex de Millonarios volvía a repetir en el once. Muy buena bronca les echó el entrenador en el vestuario con el cero a uno obra de Santa Cruz, que los pucelanos salieron como motos en la segunda mitad. Primero empató Guerra en un córner, y después Osorio, en otro saque de esquina botado por Ebert, adelantó a los blanquivioletas ganando el salto a la defensa andaluza. El colombiano saboreaba una buena racha.
Pero entonces todo cambió. De golpe y porrazo en la siguiente jornada en el Camp Nou, y con Óscar todavía fuera, JIM recuperó la línea de tres por detrás del delantero. Tocaba volver al banquillo y sudar para recuperar el puesto.
El siguiente punto de inflexión llegaría en Vallecas. El técnico alicantino volvía de nuevo al 4-4-2 –demostración de que este Pucela es un carrusel en cuanto a formaciones se refiere-, pero Manucho cobraba importancia esta vez. No hace falta decir que la cosa marchó bastante bien, con un pequeño detalle a tener en cuenta; Larsson entraba en juego, debutaba en Liga tras un inicio tormentoso, metía un gol y, por desgracia para Osorio, se ganaba la confianza de Juan Ignacio. Ocurrido aquello, el sueco se ha vuelto el número dos de la delantera.
Desde entonces, tres jornadas mediante, el papel de Humberto se ha vuelto algo residual, de hombre revulsivo. Apenas unos minutos ante Almería y otros tantos frente al Valencia –con casi gol que hubiera dado los tres puntos al Pucela incluidos- han sido su aporte. Pero a la vez es perfectamente consciente de que puede y debe volver a ganarse la confianza de JIM. A fin de cuentas, es consciente de que la paciencia es una virtud.
