El Real Valladolid acusa el no ser capaz de ajusticiar al líder, la UD Las Palmas, y acaba cayendo sin merecerlo
Es, el penalti, la representación de un accidente. Algo que se produce de manera inesperada e indeseada, que se torna en pena. Máxima, dicen. Y a veces no se equivocan. En el mundo del fútbol, no son pocos los porteros a los que se dice especialistas en resolver con acierto ese duelo desarmado con aquel que tiene para sí el fuego del balompié, que es el balón, y la oportunidad de engatillar y disparar, de manera franca, a gol.
Son elegidos, como el Keanu Reeves de Matrix. Tienen algo que les señala y les permite detener las balas. La diferencia, con respecto a la trilogía de los hermanos Wachowski, es que aquí hay más de uno que lo hace. Entre muchos humanos, algunos cancerberos se destacan como especialistas en atajar penales, que diría un argentino. Y, bueno, aunque un día paró a Messi, Javi Varas no está entre ellos.
Al menos no demostró estarlo frente a la Unión Deportiva Las Palmas, que terminó llevándose el triunfo del Nuevo José Zorrilla gracias a esa acción, de la que, dicho sea de paso, Varas no tuvo culpa alguna. Al contrario, intentó parar el lanzamiento de Momo, y sabe la fuente que estuvo cerca de lograrlo, pero no pudo. Fue como si el disparo de un agente diera en el brazo humano.
También porque, a partir de entonces, el Real Valladolid se fue desangrando. La herida fue provocando que los de Rubi perdieran fuerzas y terminasen viendo cómo, sin ser mejores –bien es verdad, quizá tampoco peores; o no netamente–, los canarios se llevaban los tres puntos de su casa, por primera vez en sus enfrentamientos históricos y algo que pasaba por primera vez en lo que va de temporada.
Antes de que los malos venciesen, el encuentro tuvo dos partes. La primera se ajustó más o menos en tiempo a lo que el crono indicaba. Fue muy igualada, con alternativas de dominio y sin demasiadas ocasiones. La Unión Deportiva tuvo dos en una misma jugada, ante las que Varas respondió bien, y, en la acción siguiente, Jeffren sirvió de un buen balón a Óscar Díaz para que resolviera con gol, entrando desde la izquierda, un buen contragolpe.
La segunda duró más bien poco, lo justo para que los blanquivioletas errasen en la intención y en el intento de sellar la victoria hasta entonces momentánea. Jeffren se topó con Casto y Mojica no acertó en el pase al venezolano en otro contraataque que amenazaba con ser letal. Pero, entonces, llegó el accidente. El dichoso penalti que se convertiría en alegoría.
Carlos Peña cometió la pena máxima –como decíamos ayer…– que Momo embocaría, pese a la resistencia de Varas. El empate se sintió como un golpe en el mentón del boxeador valiente. El Pucela había mostrado un buen juego de pies y manejaba bien el dentro-fuera –para el caso; fuera-dentro–, pero se llevó un susto del que ya no se recuperaría. A los puntos el combate parecía cerrado, tenía marchamo de ‘nulo’, pero entonces Las Palmas se creció.
Los cambios de Rubi se mostraron inofensivos, todo lo contrario que los de Paco Herrera. Fue un hombre de refresco, Vicente Gómez, quien haría el segundo de los visitantes tres minutos después de saltar al verde pasto. Una acción por la derecha de Sergio Araujo acabó con un envío al centrocampista, que llegó desde atrás y se vio solo dentro del área para enviar el cuero a la red.
En el tiempo restante, el Real Valladolid acumuló hombres de perfil ofensivo, pero fue en vano. La Unión Deportiva, de hecho, pudo marcar el tercero, no tanto por oportunidades como por las amenazas a la puerta de Varas. Y así, efectivamente, la pena fue máxima. Porque los vallisoletanos quizá hicieron méritos para sumar, o por lo menos los canarios no hicieron muchos más que ellos, pero al final se impusieron los deméritos.
Al Pucela le penalizaron los errores de cara a la portería que defendía Casto y el cometido a la hora de salvaguardar su propia meta. Lo cual no debe hacer de menos al equipo de Paco Herrera, pues es, probablemente, el mejor que ha pasado por Zorrilla en lo que va de curso, y así lo atestigua el triunfo y el hecho de ser el primero contra el cual los de Rubi no son capaces de imponer su ley.
Juego al margen, han de hacerlo nuevamente, sí o sí, el próximo sábado, a partir de las nueve y media de la noche, en Butarque, contra el Leganés. Porque por más que queden dos tercios exactos de competición, se mire como se mire, no ganar en tres partidos no es estar en crisis, pero sí preocupante para quien aspira a estar, cuando todo termine, en lo más alto.